Atónito, el hombre no comprendía aquello que danzaba ante sus ojos. A través de una pequeña abertura en la puerta de acero podía observar los adentros de la habitación. Pero, para su sorpresa, un par de ojos se cruzaron con su mirada en su recorrido silencioso. Rápidamente aparto su mirada, todo en esa habitación estaba sumergido en la penumbra, a excepción de aquellos ojos refulgentes que le miraban fijamente. Anonadado, se disponía a entrar a la estancia cuando una voz lo interrumpió.
−No olvides limpiar el espejo− Dijo la voz.