El muérdago del amour

6. La luz de la navidad

Llegó la noche y Sábrini sintió un frío desolador y una punzada en su corazón que la hacía pensar de sobremanera las cosas. Se situó en la ventana a respirar el inspirador aire nocturno y a apreciar la maravillosa vista que el paisaje le daba, el suave viento le mecía sus tiernos cabellos.

Lo que pasó con Keissart y Alisa aún le rondaba su mente, y no paraba de pensar en esa escena del beso entre ambos, la cual le repugnaba y la hacía sentir celos en niveles estratosféricos. Sábrini sabía que Keissart y ella no eran nada, sin embargo, aún así dolía como el infierno esa sensación de haber tenido todo y ahora tener la nada.

Por algún motivo, Alisa no apareció esa noche en su habitación, cuestión que no le importaba ni un poco, debido a que ella estaba molesta con su amiga, ¿pero debería estarlo? Ella creía que no, no obstante, la palabra traición seguía rondando su mente.

Al final, Sábrini cerró la ventana, se colocó su pijama y se fue a dormir. Esperaba no volver a pensar en nada más. al otro día era navidad, por lo tanto, debía asistir a la ceremonia de navidad que preparaba anualmente el instituto.

¿Por qué todo estaba tan oscuro? Acaso se trataba de un sueño, ella no lo creía así, pues se sentía viva. Se dio cuenta de que estaba con el vestido con el cual asistiría a la ceremonia. Era color cobrizo. Pronto, ella divisó una luz a lo lejos que se acercaba a ella de manera paulatina. A su vez, divisó un muérdago que se acercaba junto a la luz, y como si fuera poco vio a Keissart, vestido de gala, y le miraba con esos ojos cargados de pasión, según ella, y lo primero que sintió fue el estar rodeada de los brazos de Keissart, por que sí, él la estaba abrazando. Ella se sintió tan enamorada que lo abrazó igualmente. Al rato, ambos ven el muérdago sobre ellos y ambos comienzan a acercarse. Entonces…

Sábrini se despertó ruborizada y exaltada ¿Acaso ese sueño debería significar algo más? Al rato, lo pensó y al creer que no, hizo su rutina mañanera. Se vistió con una camiseta y unos jeans. Se dedicó a dar un paseo por el campus del internado, de vez en cuando habló con personas como con Nikolai. Hasta que se encontró con Mikhail en el vestíbulo. Él estaba en las nubes por la chica de al frente y usaba una camisa a cuadrilles y un pantalón de tela café claro. Ese beso era todo lo que él necesitaba para declarar su amor, ya que, ayer no pudo porque se sentía muy nervioso. Pero hoy sí, hoy era navidad y el día en donde le declararía su amor.

—Sábrini, durante todo este tiempo en el cual me has brindado tu amistad yo no he dejado de amarte en ningún momento. Es por eso por lo que quiero que…quiero que volvamos a ser novios.

Cielos. Sábrini no sabía que decir ni cómo reaccionar. Era consciente de que debido al beso que ella le dio él pudo haberse confundido, pero para ella el beso no fue nada especial. Sábrini lo besó solo para sacarle celos a Keissart, pero para él debió de haber significado que ella sentía aún amor por él, cosa que no era así. Y si no decía nada era porque estaba tratando de buscar las palabras adecuadas para no herirlo.

—Mira, Mikhail. El beso de ayer para mí no significó lo mismo que para ti —dijo con voz apagada.

—¿Entonces por qué lo hiciste? —preguntó Mikhail con los ojos vidriosos.

—Lo hice para sacarle celos a Keissart—dijo directo al hueso Sábrini, sintiéndose la peor persona del mundo.

—Creo y sólo creo que me entró algo en el ojo —dijo Mikhail derramando un par de lágrimas.

Sábrini lo abrazó y Mikhail la abrazó de vuelta. Así esa conversación terminó y fueron a almorzar.  Luego, ella se dirigió a su habitación a cambiarse de ropa, pues la cena era a las seis de la tarde y eran pasadas las tres. Al entrar vio como Alisa, quien vestía un chaleco de lana celeste y unos jeans, estaba tendida sobre su cama llorando como una niña. Ella no perdió el tiempo y se sentó al borde de la cama para preguntarle la razón de sus lágrimas.

—Porque he sido malvada contigo, con Keissart y me iré al infierno por lo tan mala persona que llegué a ser—dijo sollozando la pobre chica, a la cual la culpa la consumía.

Sábrini estaba desconcertada, pero escuchó el relato que le dijo Alisa sobre todo lo que había hecho y Sábrini si se sentía dolida antes, ahora se sentía peor. También agregó que luego de la escena del beso, Keissart la rechazó y le comentó que sólo la había besado para sacarle celos a Sábrini. Ante todo lo anterior, Sábrini pudo jurar que su corazón comenzó a latir más rápido.  De este modo, concluyó que Keissart nunca fue el malo en esta historia. Fueron los terceros que causaron el alboroto por el cual ella ya no debería sentirse celosa o molesta con él. Suspiró. Si tan solo pudiese volver a verlo.

—¿Estás realmente arrepentida, amiga? —dijo Sábrini con conocimiento de causa, puesto a que Alisa llevaba un buen rato llorando o al menos eso decía sus ojos.

—Sí.

Luego de hacer las paces se vistieron con sus vestidos de gala. El de Sábrini era de color cobre, tenía escote en “U” que la hacía ver atractiva, además de que el largo le llegaba hasta la mitad de sus muslos, pues era un vestido de fiesta. Usaba tacones. Alisa, por su lado, se vistió con un vestido color dorado, pues sentía que con esa tonalidad destacaría, el escote era circular y usaba unos tacones altos. Las chicas se aproximaron al lobby y vieron como el pino se iluminaba con las luces de varios colores, escuchaba a lo lejos la orquesta oficial del instituto y se dirigieron al comedor. Allí ya estaban los platos servidos y ambas se sentaron, comieron y Sábrini, a las doce de la noche, se alejó de la multitud para asomarse a la habitación que tenía un balcón para así tomar aire fresco. En eso, sintió unos brazos recorrerle su cintura y al pensar que era Mikhail se equivocó, pues era Keissart, quien vestía de gala con un traje negro y una corbata color café. Ellos entablaron una conversación trivial en donde se dijeron “feliz navidad”, para luego disculparse de todo lo que había pasado.




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