Las cosas para Belial no habían salido del todo bien, hacía dos lunas que había salido de Crena con el fin de conseguir alguna pista con respecto a los ataque que se estaban presentando en las aldeas aledañas, sin conseguir absolutamente nada.
Estaba agotado ya que el viaje lo había hecho en su forma lobuna, corriendo todo el camino de vuelta a Crena, lo único que esperaba era llegar al castillo, darse un baño, comer todo lo que Artús el cocinero le sirviera en la cena y dormir, dormir como hacía días que no lo hacía.
Al traspasar la entrada a Crena, tal fue su sorpresa cuando Herve, uno de los guardianes más jóvenes de la manada, se acercó a paso apurado, por no decir corriendo, a su encuentro.
—¿Que sucede Herve?—. pregunto Belial, que aunque quiso sonar casual, su voz salió en tono cancino.
—La humana, Keera señor...
Belial se tensó nada más escuchar su nombre, como no... imposible que no estuviera causando problemas cuando él se encontraba fuera. Le hizo una señal con la cabeza para que termine de hablar.
—Está recibiendo azotes señor... en la plaza principal.
—¿QUE?—. Gruño Belial, ni bien las palabras salieron de la boca del joven muchacho.
No le dió tiempo a que contestara, ya que se alejaba prácticamente corriendo a la plaza. ¿Qué demonios había hecho la muchacha ahora para que la están azotando en medio de la plaza?
Seguro que nada bueno, se respondió así mismo.
Su sorpresa creció una vez que llego ahí y encontró a la muchacha con toda la parte superior del vestido roto, sus pechos se encontraban al aire y de su espalda, magullada por los azotes, varios hilos de sangre caían hasta perderse en lo bajo del vestido. Se quedó observando la escena unos segundos en silencio, viendo que la muchacha no largaba siquiera un quejido por los azotes, simplemente se encontraba ahí, con la respiración agitada y los brazos flácidos del amarre que llevaba en las muñecas.
—¿Que demonios esta sucediendo aquí?—. Gruño a Gerd, que pegó un salto y soltó el látigo al escuchar la voz de Belial.
—Ella... ella está siendo castigada alfa—, contestó este nervioso.
—No me digas, no me había dado cuenta...— respondió Belial con ironía para después continuar:—¿Por qué está siendo castigada?
—Por robar se-señor... y por causar disturbios en la ciudad.
—¿Qué fue lo que robó?
—Manzanas...— respondió con simpleza Gerd, como si fuese lo más común del mundo azotar a las personas por algo así.
—Estás diciéndome que acabas de destrozar la espalda del tributo que fue entregado a MI, en la fiesta de poyen ¿Por robar manzanas?
—Yo... hum... lo siento señor—. contestó Gerd bajando la mirada.
Los ojos de Belial volvieron a concentrarse en Keera, que seguía ahí tendida con los brazos abiertos, por robar manzanas. Bufo cuando las palabras de su hermano Edwin vinieron a su mente —No somos salvajes— había dicho cuando Iver la había golpeado en esa fatídica cena. Pues no estaba muy de acuerdo con eso viendo el estado en el que había quedado Keera.
Se acercó a pasos vacilantes a ella, mientras todo el pueblo de Crena miraba con atención, hizo falta una sola mirada suya para que la gente empezara a marcharse, hablando en bajos susurros.
Herve se acercó tambien a desatar las muñecas de Keera, y cuando terminó con la segunda y ella estuvo a punto de caer, Belial la tomo por la cintura para evitar que cayera, tratando de no tocar las heridas de su espalda.
Sus pestañas revolotearon en un parpadeo confuso cuando trato de enfocarlo, antes de decir: —Te juro que no es lo que tu crees...— La voz le salió casi en un susurro, como si tuviera que hacer mucho esfuerzo para hablar.
Belial, sin saber muy bien por que sonrió, haciendo que Keera abra aún más los ojos para no perderse aquel momento, que para ella seria epico.
—Oh Dios, acabas de sonreír, el mundo va a acabar...
—Estas delirando niña—. respondió Belial, mientras pasaba su brazo por debajo de sus rodillas, cargándola de vuelta al castillo. —Estoy ansioso por escuchar tu versión de los hechos...
—Bueno... no todo es como parece Alastair
Belial se detuvo en seco al escuchar ese nombre, su nombre, en los labios de Keera.
—¿De donde sacaste ese nombre Keera?—. preguntó él, volviendo a retomar el paso.
—Alastair...—. volvió a susurrar Keera, antes de cerrar sus ojos definitivamente, cayendo por fin desmayada.
Un escalofrío recorrió a Belial entero al escuchar a Keera decir su nombre, hacía años que no le llamaban así y comenzó a preguntarse como demonios lo sabía ella, aunque a decir verdad, él sabía que Keera guardaba más secretos de los que se imaginaba.
Cuando entro a la mansión casi choca con Judith, que abrió los ojos como platos al ver el estado de Keera.
—Oh por la luna Belial ¿Qué fue lo que le sucedió?—. preguntó mientras le quitaba los mechones de su cabello de la cara.
—Aparentemente robó manzanas a quien no debía...—. fue todo lo que murmuro mientras se dirigía a la enfermería. —Haz que venga Marvin por favor.
—Enseguida señor—. llego a escuchar a Judith mientras se alejaba corriendo.
Cuando fue a depositar a Keera en la camilla boca abajo, fue cuando la escucho quejarse por primera vez de dolor, largando un gemido lastimero mientras apretaba sus manos en puños.
—Paciencia fiera, el médico está viniendo...— susurro mientras quitaba los mechones mojados por el sudor de su frente.
—Alfa Belial—. dijo Marvin como saludo, entrando a la habitación, seguido por Judith y una muchacha de la cual no recordaba el nombre.
La muchacha comenzó a cargar una fuente con agua tibia para después agregar agua oxigenada mientras Judith preparaba las toallas con que iban a limpiarla.
—Tendremos que limpiar las heridas para evitar infecciones...—. Le explico a Belial sin que él preguntara nada.