El mundo de Gaia

NESS

La reacción de Keera fue inmediata, se echó hacía atrás casi con furia y se aferró a aquella manta que tapaba su torso como si fuese un salvavidas. Nunca en su vida se había sentido tan abochornada, había estado a punto de besar a Belial.

¡A BELIAL!

¿Qué demonios estaba mal con ella? Se suponía que se odiaban a muerte.

Belial miro a los ojos a Keera, esperando alguna señal de qué quisiera que terminaran aquello que había estado a punto de iniciar, pero al ver que Keera ni siquiera le devolvía la mirada hablo:

—Espera Judith, yo ya me iba...—. Interrumpió el alfa a la pobre mujer que no cabía en su propia vergüenza. 

Y dicho aquello, terminó por darse media vuelta y salir por la puerta de la enfermería como si nada hubiese pasado.

Judith se colocó detrás de la muchacha y comenzó a retirar las gasas con cuidado una a una, tratando de no rozar las heridas. Keera se sentía completamente incomoda, más allá de lo que había pasado con Belial hacía minutos, odiaba que le toquen la espalda, la hacía sentir insegura y débil. Podía sentir las preguntas flotando en el aire sobre como había ganado aquellas cicatrices, pero por suerte Judith no hizo ningún comentario al respecto, se limitó a hacer su trabajo en silencio.

—No se que es lo que pretendes niña, solo quiero que sepas que el alfa no es una mala persona, sino que a veces sus formas no suelen ser las mejores—. Y dicho aquello, Judith se retiró de la habitación cuando Ray ingresaba en ella.

—Hola—. Saludo la muchacha risueña, que parecía feliz de volver a ver a Keera.

—Hey tu, desapareciste—. La acusó Keera mientras se ponía de pie para ponerse el odioso vestido que llevaba encima.

—Si, bueno... no puedo elegir qué tareas llevar a cabo en el castillo, es una suerte que Judith me haya pedido que vuelva a asistirla hoy señorita Keera.

—No me llames así...—, al ver que la muchacha la miraba con el ceño fruncido agrego:—Solo Keera está bien, sin el señorita.

—Oh... está bien Keera—. Contestó ella con una sonrisa en el rostro.

—Bueno ¿Y ahora qué?—. pregunto una vez que terminaba de acomodar el vestido, que por suerte era bastante suelto.

—Nada señorita, el alfa dijo expresamente que tenía que descansar.

—¿El alfa dijo eso?

—Si—. Contestó Ray con simpleza.

Y así fue como Keera se trasladó a su habitación, en la qué le fue entregada una bandeja con su desayuno mientras se preguntaba si aguantaría todo el día ahí, sin hacer nada.

Ray había escapado antes de que pudiera preguntarle nada, como si intuyera lo que iba a preguntarle.

Estaba  a punto de levantarse de la cama, llevaba ahí medio día y se sentía realmente incómoda al no poder apoyar su espalda en las almohadas que tenía detrás. No sabía muy bien que haría, pero necesitaba estirar las piernas y justo cuando termino de ponerse de pie, llamaron a su puerta.

—¿Si?—. murmuró ella.

—Hola...—. Murmullo de regreso Edwin mientras asomaba su cabeza en la habitación.

Keera sonrió un poco al ver que Edwin no terminaba por entrar a la habitación.

—¿Vas a quedarte ahí parado o terminarás por entrar?—. dijo Keera divertida.

—Lo siento...¿Puedo pasar?—. pregunto el un poco incómodo.

—¿Tu que crees?—. contestó divertida ella de regreso.

—No lo se... estás tratando de ser graciosa o estás en tu modo sarcástico, por que todavía no los diferencio bien.

Una pequeña risa afloro de Keera y aquella fue señal suficiente para que Edwin terminara de entrar. Ella observó que él traía consigo algunos libros de texto junto con lápices de carbón para escribir.

—Ya que ayer faltaste a nuestra reunión de estudio, supuse que la reunión tenía que trasladarse a ti—. Dijo él encogiéndose de hombros.

—Creo que es una excelente idea—. contestó ella de regreso.

***

—Esto es demasiado para mi Edwin, necesito que paremos por hoy—. Se quejó Keera, después de tres horas de letras y números.

—Está bien, podemos continuar mañana si quieres—. Contestó él con una sonrisa en su cara.

—¿No vas a preguntarme que sucedió ayer?—. preguntó Keera después de unos segundos de silencio mientras Edwin juntaba sus cosas.

Él en respuesta simplemente se limitó a reír y negar con la cabeza y antes de salir por la puerta dijo:—No necesito que me cuentes que sucedió Keera, por que estoy seguro si estabas ahí fuera era por una buena causa y no te preocupes que les guardaré el secreto a ti y a Archie.

Y dicho eso, le guiño un ojo y salió por la puerta cerrándola detrás de sí.

Keera sonrió preguntándose como demonios sabia Edwin que ella había escapado con Archie y al mismo momento recordó a la niña que habían salvado de una paliza.

Se sentó nuevamente en su escritorio y tomó una de las hojas en blanco que habían quedado allí junto con el lápiz de carbón y dejó que por primera vez en días, su imaginación comenzará a fluir. La idea de libertad a Keera, en ciertas ocasiones, le resultaba inconcebible. Si bien había escapado de la prisión en la que prácticamente se había criado, aún en esos pocos años siendo libre se sentía prisionera, presa de los recuerdos que la atormentaban en su día a día.

En el único momento en el que ella podía sentirse completamente en libertad, era cuando tenía un lienzo en blanco y sus pinceles junto con los frascos llenos de colores que le regalaba su opa. Aunque no tenía un parentesco de sangre con él, sentía que el amor a la pintura era su herencia, ya que era un hobby que compartían.

Pensar en su opa le sacó indudablemente una sonrisa y sin siquiera tener que imaginar mucho su rostro, ya que se encontraba grabado en su retina, comenzó a dibujar cada arruga en su cara, la forma de sus ojos, la nariz respingona y el poco cabello que adornaba su cabeza.

Perfecto, el retrato había quedado igual a su opa y aunque estuviera hacía casi una semana en Crena, sintió por unos momentos que estaba de nuevo en su habitación, que el sol de la tarde se colaba por la pequeña ventana que había en ella. El olor a pan horneado a primera hora de la mañana, junto con el susurro que hacía la maquinaria del café cuando por fin estaba listo.




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