Belial estaba hasta la luna de molesto, no entendía en qué momento aquel vestido había llegado a Keera, no era el que había elegido para ella. En realidad él no había elegido en absoluto ningún vestido, pero había pedido a alguien que lo hiciera y aquel había sido su error.
Como si Jana no fuera lo suficientemente resentida como para arremeter contra Keera después de haberla humillado en público.
La cuestión era que Keera estaba cabreada, y con razón. Él mismo había visto la reacción de su cuerpo cuando estuvo a punto de rozar aquellas heridas.
Aunque odiara admitirlo, su enojo estaba justificado.
La noche iba pasando entre saludos y palabras corteses que se iban repartiendo aquí y allá.
Sus ojos se encontraron con la última persona con la que quería hablar en este momento, pero sabía que aquel encuentro era inevitable.
—Jorgen—. Saludo, cuando se acercó aquel lobo con mas panza de la que recordaba haberle visto la última vez.—Eyra— dijo a forma de saludo a su esposa, a la que ya había saludado cuando se encontró con Keera.
—Alastair—. Murmuró Jorgen de regreso. —Eh visto que tu relación no es tan cortés con tu tributo después de todo, no quiero apresurarme, pero espero que no me hayas mentido.
Belial sonrió incómodo, uno de los motivos fue por el uso de su nombre y otro por que no quería tener de enemigo a Jorgen.
El hombre frente suyo era uno de los alfas con más gente bajo su mando, tenía casi la misma cantidad que él y Aren—alfa del norte—, la diferencia con Jorgen era que comandaba tanto humanos como lobos, ya que la mujer a su lado era una humana. Había causado un gran revuelo al proclamarla su luna, compartiendo su liderazgo con ella; muchas personas estuvieron en contra y fue el primero de los lobos en tratar a los humanos como iguales, dándoles voz y voto y aquello no había sido tomado de muy buena manera por el resto de las manadas.
Muchos habían tratado de acabar con Hervas, la manada de Jorgen, pero ninguno había podido. Contaban con una fiereza en la batalla pocas veces vista y lo humanos, al ser en muchas ocasiones mestizos, tenían una fuerza que los hacía superiores a su raza.
Había perdido a su primogénito en aquella sangrienta batalla y aquello fue crucial para el resultado de aquella guerra. Belial sospechaba que si aquello no hubiese ocurrido, el resultado no hubiese sido igual, sabía lo que la sed de venganza producía en las batallas.
La cuestión es que nadie quería tener a aquella manada de enemigo y teniendo en cuenta la naturaleza de las manadas del norte, completamente opuestas a las de Jorgen, sabía que de su lado no estaría nunca y teniendo en cuenta como estaban las cosas entre la manada de Belial y la del norte, sumado al exterminio de las aldeas aledañas a Crena, el alfa sabía que tenía que mantener a Jorgen de su lado.
—Keera puede ser alguien muy difícil a veces—. Se limitó a contestar, con algo que no era del todo una mentira.
—¿Qué son esas cicatrices en su espalda? No se las habrás hecho tu ¿Verdad?
—No Jorgen, no somos bárbaros. Contaba con las cicatrices cuando llegó aquí como mi...
—Tributo, si lo se lo se—. Respondió el hombre, interrumpiéndolo con un ademán de su mano, para luego agregar—Algo que no puedo creer que sigas haciendo, si quieres mi opinión.
—Pues nadie la pidió— pensó Belial, pero no lo dijo en alto.
—No todos los humanos se comportan de la misma que en Hervas Jorgen, deberías saber eso.
—Tal vez si los trataras de la misma manera, las cosas serían más fáciles.
Belial lucho con todo lo que tenia para no rodar los ojos, habían tenido demasiadas veces aquella conversación y nunca llegaban a un acuerdo.
Los humanos eran inferiores, punto.
No había manera de que cambiara de opinión, aquellas cosas podría hablarlas con Edwin y llegar a la visión de un mundo perfecto como solían hacer siempre.
Una vez que Jorgen se marchó con Eyra a la pista de baile, su mirada se dirigió nuevamente a su tributo y sus ojos se llenaron de la visión que tenia delante; Keera sonriendo de manera auténtica a su hermano, que de seguro decía cualquier payasada con tal de distraerla de su incomodidad.
Veía cómo se movían agraciados al ritmo de la música, con Keera riendo por las ocurrencias divertidas de Edwin, que tenia sus manos firmemente envueltas en su cuerpo, que aunque era más alta en comparación de los humanos promedio, seguía viéndose pequeña rodeada de lobos.
Ellos seguían hablando, ajenos a cualquier cosa que pasara a su alrededor, con Keera largando una carcajada poco femenina, ganándose miradas de desaprobación de todos los presentes. El momento que la conversación se torno seria y su hermano perdió la sonrisa al igual que ella. La mueca de desconcierto que puso al tener que cambiar de pareja, con unos brazos que la envolvieron con gentileza, Jorgen realmente estaba divertido con la expresión de Keera. Cuando volvió a cambiar de pareja, ahora por un enmascarado que formaban parte del entretenimiento de aquel baile, vió como se miraron fijamente y Keera se tenso, llamando definitivamente su atención, pero antes de que el pensamiento terminara de asentarse a su mente, ya había vuelto a cambiar de pareja.
Bjorn.
—Esto no va a terminar bien.
Cuando se giró, se encontró con los ojos verdes de Edwin, que se apartaron rápidamente para concentrarse en el baile entre Keera y aquel lobo.
Un cruce entre él y Keera definitivamente terminaría con alguien muerto, si había algo que odiaban los del norte eran a los humanos y las condiciones en las que vivían estos en aquel lugar eran terribles.
Belial era benévolo en comparación a ellos.
Cuando Edwin comenzó a avanzar hacía donde ellos se encontraban, el alfa lo detuvo por el brazo. —Yo voy— y dicho aquello, comenzó a avanzar donde se encontraba su tributo y el padre de Aren.