Belial había llegado hacía por lo menos diez minutos a su ala del castillo ya entrada la madrugada; habían estado todo el dia recorriendo las afueras de Crena, tratando de encontrar cualquier cosa que diera indicio de quien había entrado al castillo y matado a una criada de su castillo y a dos guardias, por que si, habían hallado a dos lobos muertos en una de las entradas laterales. Suspiro frustrado mientras se sentaba en el sillon mirando las llamas flamear, tratando de relajar un poco sus agarrotados músculos, que volvieron a tensarse nuevamente cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, seguido por todos los vellos de su cuerpo erizandose.
Puso todos sus sentidos en alerta y cerró los ojos para concentrarse, tratando de escuchar algo, cualquier cosa que lo pusiera en alerta. Lo sintió luego de unos segundos, una puerta abrirse, una respiración agitada y Keera.
El olor de aquella chica podría reconocerlo a kilómetros de distancia.
Sin embargo no se levantó de inmediato, sentía curiosidad por saber el rumbo que tomaba ella.
Belial —o Alastair—, como era su primer nombre; era uno de los más fuertes —por no decir el más fuerte— de todos los lobos que habitaban la tierra de Gaia. A diferencia del resto de los de su misma especie, el alfa tenia habilidades superiores, más visión, más olfato y contaba tambien con una fuerza y velocidad extraordinarias. En la pelea no existía lobo que pudiese ganarle y en cuanto a los magos y vampiros, tampoco es que fuera distinto. Belial había sido concebido a partir de magia demoníaca; Keera no estaba tan equivocada en aquel cuento que le había contado aquella noche. Por lo tanto, la magia de los hechiceros no podia afectarle y con los vampiros, si sabias como enfrentarlos en batalla, tampoco era tan difícil matarlos. Una de las habilidades de Belial era, aparte de todas aquellas cosas que lo hacian diferente al resto, aquella que lo hacía definitivamente superior.
A Belial la plata no lo afectaba, aquel metal que para los de su raza era mortal, a él simplemente lo debilitaba un poco, aunque era difícil dejarlo fuera de combate.
Decidió que era momento de actuar cuando escuchó el primer grito ahogado, dándose cuenta de que algo no iba bien.
Comenzó a bajar las escaleras en forma de caracol con cautela y cuando llego al piso inferior se dio cuenta de que algo estaba terriblemente mal. Las paredes tenían una fina capa de hielo y había un silencio ensordecedor. Se encontró con dos guardias que miraban hacía los lados con cautela y cuando sus miradas se encontraron, asintieron en señal de que ellos tambien sabían que algo no iba bien. Caminaron con cautela, sin embargo no había nada que llamara la atención, más alla de aquel frio que calaba hasta los huesos, a pesar de que lobos eran de piel caliente.
Sus pasos llegaron hasta una puerta entreabierta del tercer piso, lugar de donde provenían los ruidos. Los guardias ya habían desenfundado sus armas y estaban alertas a cualquier posible situación de ataque. Sus ojos rápidamente se adaptaron a la oscuridad de aquella habitación, era una de las tantas que no tenían uso y se encontraba vacía.
Tardó unos momentos en divisarla, su olor era casi imperceptible, ya que se encontraba rodeada de demonios, o como eran originalmente conocidos, terrores nocturnos.
Aquellas sombras desprendían un olor nauseabundo, acarreando con ellas cientos de almas y restos humanos, el olor a sangre y putrefacción que llenaba todo el ambiente. Belial gruñó fuerte, no necesitaba un arma para combatir a aquellas criaturas, para los lobos no era difícil acabar con ellas. Los terrores nocturnos eran solo peligrosos para los humanos, ya que los seres sobrenaturales tenían distintas formas de matarlos.
Las sombras al escucharlo se voltearon hacia él y los guardias, clavando aquellos huecos rojos en ellos, mientras se movían como si fueran humo; para la vista de los humanos, no eran más que eso, espesura y humo que levitaban por el aire, una negrura que envolvía todo. Sin embargo, los lobos podían verlos en su forma real, las manos esqueléticas asomaban en formas de garras por debajo de las túnicas raídas que vestían. Los pies, que eran parecidas a las patas de caballo, a diferencia que estas terminaban en afiladas pezuñas, un golpe bien acertado podría desgarrarte en dos.
Comenzaron a disiparse, dejando a la vista al cuerpo acurrucado de Keera, que ni bien la vio, se preguntó cómo es que seguía viva, generalmente bastaba una sola de estas sombras para acabar con la vida de los humanos, no entendía cómo es que había sobrevivido al ataque de tres.
Antes de que se diera cuenta, los dos guardias que lo acompañaban se habían transformado y saltado sobre aquellas bestias, que comenzaron a chillar con fuerza, mientras trataban inútilmente de defenderse.
Comenzó a acercarse a Keera lentamente, ella seguía acurrucada y la escuchaba sollozar. Nunca había caído en los juegos mentales que provocaban los terrores nocturnos, pero por lo que sabía, eran terribles. Buscaban en tu mente aquello que más amabas, para reducirlo todo a nada, haciéndote perder la cordura.
Rozo con la yema de sus dedos su antebrazo, que se encontraba congelado, intentando que vuelva en sí. Keera se estremeció e intentó apartarse pegándose a la pared todavía más, como si aquello pudiera protegerla.
—No por favor, solo detente, por favor por favor por favor— repetía sin parar mientras tapaba su rostro con sus manos.
—Keera soy yo— dijo Belial, tomándola por los antebrazos con fuerza —Se terminó, ya están muertos Keera.
Sin embargo, la muchacha seguía sin reaccionar, repitiendo una y otra vez aquel por favor. Belial ignoraba los chillidos que lanzaban las sombras mientras eran devoradas por sus hombres, haciendo que el olor nauseabundo que desprendían le diera náuseas.
La sala se había llenado poco a poco de más guardias, entre ellos Alec, alertados por el ajetreo que se había armado, éste último miró a su alfa comenzando a acercarse, pero una sola señal lo hizo detener, dándole a entender que era mejor que se mantenga lejos.