El camino de regreso se hizo en silencio; comenzaba a caer una leve llovizna helada que pegaba de lleno en el rostro de Keera. Cada uno de ellos iba en silencio, perdido en sus propios pensamientos.
Ray se mantenía a su lado, atenta por si esta necesitaba alguna cosa mientras Herve caminaba delante liderando el regreso al castillo junto con Edwin.
A pesar de que había estado ignorando los malestares de su cuerpo, a Keera cada vez se le hacía más difícil el hecho hasta de caminar. El dolor del abdomen se había vuelto insoportable y sentía como comenzaba a formarse una jaqueca.
Debido a que estaba oscureciendo el frío se había incrementado, sin embargo Keera sentía que un calor abrasador por todo el cuerpo, tanto que notaba el sudor en su frente y debajo de la ropa que llevaba puesta.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Ray con cautela, viendo el estado en el que se encontraba Keera.
Se limitó a asentir y siguió caminando a paso firme, ignorando los temblores involuntarios que producía su cuerpo; su vista comenzó a borronearse haciendo que todo a su alrededor se tambalee. Sus ojos se perdieron en el verde de los bosques que la rodeaban, que parecian brillar más que antes, los sonidos parecían ser más nítidos y Keera supo que su mente estaba buscando algo aunque ella no supiera que, es por eso que cuando lo vio, el corazón pareció dar un salto.
Su rostro estaba un poco difuso y la piel, era de un color entre el gris y el blanco, sin embargo era él: Ezra estaba ahi parado mirandola con preocupación y aunque parecía querer hablar, las palabras no salían de su boca.
Miró hacia sus costados, observando si alguien más podía verlo, sin embargo nadie parecía percatarse de su presencia.
Su respiración comenzó a agitarse sin saber muy bien que hacer, queria acercarse a Ezra, preguntarle que demonios hacia ahi si él estaba muerto y cuando tomó la decisión de hacerlo, la imagen de Ezra comenzó a difuminarse lentamente, hasta que luego de unos segundos simplemente desapareció.
Keera podía sentir su respiración agitada, al igual que los latidos de su corazón debido a la confusión de lo que acababa de pasar ¿Estaría acaso delirando?
—¿Keera estas segura que te encuentras bien?— dirigió la vista hacia Ray y el resto, que se habían detenido para observarla.
—Si estoy bien— se apresuró a decir, antes de agregar—: solo un poco cansada, andando.
Siguieron su camino al castillo y Keera volvió la vista en varias ocasiones, pero la imagen de Ezra no volvió a presentarse.
Nada más entrar en el castillo, Belial junto con Alec, se acercaron a ellos a pasos apurados, y por la expresión del alfa, se notaba a kilómetros lo cabreado que estaba.
—¿Se puede saber donde demonios estaban?— siseó furioso, alternando la vista entre todos los presentes.
Se miraron entre ellos, sabiendo que las siguientes palabras que dijeran, tendrían que hacerlo con cautela.
—Fuimos...— comenzó a decir Herve nervioso, aunque se dio cuenta que lo dijera de la manera que lo dijera, nunca sonaría bien.
—Fuimos a quemar el cuerpo de Ezra— contestó con simpleza Keera, interrumpiendo el titubeo de su guardia.
Belial se quedó unos segundos en silencio, mirándola fijamente hasta que volvió a hablar: — ¿Que hicieron que cosa?
—Lo que escuchaste— volvió a responder ella encogiendose de hombros.
—A mi despacho ¡Ahora!— fue todo lo que dijo, mientras comenzaba a caminar hacia una habitación en la que nunca había estado.
La habitación era espaciosa y bien iluminada; detrás del escritorio había un cuadro enorme con lo que parecía ser Gaia. Había una pequeña biblioteca en un rincón y una mesa de roble enorme. Una chimenea prendida y los ventanales, con las cortinas en tonos beige, dejaba ver qué había comenzado a llover con fuerza, todo decorado con tonos claros y de madera.
—¿Qué demonios hacían sacando un cuerpo de la morgue Herve?
—Él no tiene la culpa Belial— se apresuró a agregar Keera.
—No estoy hablando contigo— contestó con dureza, volviendo sus ojos al muchacho.
—Yo- yo alfa ...— tartamudeó el chico.
—Habla de una vez por todas— volvió a insistir Belial sin paciencia.
Al ver que el muchacho no respondía, volvió sus ojos a Keera.
— O quieres que mejor hablemos del por qué tenías una cuchilla de plata el otro día cuando atacaron Crena, Keera.
Ella en respuesta frunció un poco el ceño, no entendiendo muy bien a qué se refería.
—¿Qué quieres decir?—Preguntó.
—¿Que qué quiero decir? Sacamos una cuchilla de Plata del cuerpo de la bestia que mataste, queremos saber de donde lo sacaste o si alguien te la dio.
—No te atrevas a decirle de esa manera a Ezra—Respondió Keera, haciendo sus manos en puño.
—Es lo que era y me alegro mucho que esté muerto.
En el momento que ella iba a responder, otra imagen se presentó ante sus ojos. Detrás de Belial había aparecido la imagen de su madre, borrosa y parecida a la de Ezra; también la miraba preocupada y con una expresión de dolor en su difuminado rostro.
El alfa al ver que Keera miraba un punto fijo detrás de ella se dio vuelta, pero lo único que vio fue la pared que tenía detrás.
—Se lo robe a uno de los iluminados— dijo luego de unos segundos en silencio, tratando de ignorar la imagen de su madre detrás de Belial.
—¿Que?— preguntó Belial de inmediato.
—Antes de encontrar a Archie, me enfrente a- a un... — Keera trataba de ordenar sus pensamientos, pero la imagen detrás del alfa, al igual de la de Ezra en el bosque, parecia querer decirle algo y no poder.
—Te enfrentaste a un... — repitió Edwin, instándole a que siga.
—A un iluminado.
—¿Iluminado?— preguntó Herve.
—Así es como los de la guardia de Dios llaman a sus soldados— respondió Edwin con calma y dirigiendo sus ojos nuevamente a Keera agregó:— Keera, no encontramos a ningún iluminado cerca, los únicos que atacaron Crena fueron lobos como tu amigo.