Habían pasado dos semanas desde que Keera había visto a Belial por última vez.
Dos semanas...
Dos semanas que había despertado en una cama que no era la suya, completamente vacía y ni rastros del alfa. Cuando preguntó por su paradero, le dijeron que había ocurrido una emergencia y había tenido que salir de Crena para ir a atender asuntos urgentes.
—Keera ¿Donde tienes la cabeza hoy?
Salió de los pensamientos que invadían su mente y se encontró con los ojos de Edwin, que la miraban interrogantes.
—Lo siento ¿Me decías?— preguntó ella un poco avergonzada.
—Te explicaba las capitales de las ciudades más importantes de Gaia.
—No son las más importantes, son solo la de los lobos— respondió ella un poco enojada.
—Son las que mueven prácticamente todo el comercio de Gaia— respondió Edwin lo obvio.
—Por que se apropiaron de las aldeas humanas que las trabajaban mucho antes que los lobos.
—Bueno...
—No te atrevas a rebatir en esto, sabes que tengo razón— lo cortó ella, casi de manera inmediata.
—Creo que es suficiente por hoy— contestó Edwin al ver la actitud de Keera mientras comenzaba a guardar los libros que habían sobre la mesa —¿Cómo están tus heridas?— agrego cambiando de tema.
—Mejor— respondió Keera, tocando la zona de su abdomen —Los medicamentos de Marvin son asombrosos ¿Se supo algo más de los lobos infectados?
Edwin negó con la cabeza un poco contrariado antes de responder:—No, siguen de la misma manera. Por suerte no volvieron a empeorar.
Una vez que Marvin había terminado de curar a Keera, se había dirigido rápidamente a las casas de los lobos que habían sido heridos en el ataque a Crena; ya no se encontraban en el centro médico por no ser heridas de gravedad y siendo lobos sanaban rápidamente. Había vuelto a observar sus heridas, dándose cuenta que también había comenzado a esparcirse la infección alrededor de las éstas, aunque iban con menos velocidad, las mismas venas negras se expandían a los alrededores de las lesiones.
El actuar fue inmediato y todos fueron trasladados al centro de atención médica de Crena nuevamente. En diferencia a lo que había pasado con Keera, la salud de los lobos fue de mal en peor. Las fiebres altas tardaban horas en bajarlas y a Marvin se le hacía difícil detener las infecciones, que se esparcían por el organismo de los lobos a más velocidad que con la muchacha humana.
Por el momento habían podido controlarlas, pero habían tenido una decaída en la que se habían convertido en lobos y atacado a los enfermeros que se encontraban ahí, aunque no hubieron heridos de gravedad
Sus pensamientos volvieron a ir directamente a Belial y si tal vez, aquello tan urgente que estaba atendiendo tenía que ver con esto.
La guardia de Dios estaba detrás de todo esto, de eso no había dudas y por mas que Keera trataba de encontrar alguna explicación no hallaba ninguna. Pero si de algo estaba segura era que de ellos podían esperar cualquier cosa.
Y ninguna de ellas podía ser buena...
Por momentos la culpa la atacaba, no sólo por la muerte de Ezra, sino también por la guardia de Dios, aunque ella ya no tuviera nada que ver.
—¿Keera?— volvió a llamarla Edwin, frunciendo un poco el ceño—. ¿Te sientes bien?
Sonrió un poco incómoda antes de responder. —No es nada— fue todo lo que contestó, pasando por su lado para salir de la biblioteca.
El brazo de Keera fue rodeado por los dedos de Edwin, evitando así que siga su camino.
—Dime qué está mal— preguntó con dulzura.
—Solo... solo estoy preocupada— contestó ella evitando su mirada.
Él sin embargo tomo el mentón de Keera, haciendo que sus ojos vuelvan a encontrarse antes de preguntar:—¿Por qué?
—Por haber sido parte de los que están detrás de todo esto y no tener idea que se traen entre manos— contestó ella en un susurro.
—No puedes culparte por eso Keera, no tuviste elección— contestó él de manera calmada.
—Eso dices ahora— respondió ella sacudiendo la cabeza y liberándose de su agarre—. Cuando lo supiste no lo tomaste de buena manera.
Edwin suspiro, ya que lo que Keera decía era la realidad, pero lo que ella no sabía era que él solo estaba enojado consigo mismo.
—No actué de buena manera ese día.
—Eso dices ahora, pero sé lo que pensaste ese día Edwin, no necesitas fingir conmigo.
—No puedes saber lo que estaba pensando ese día— respondió un poco molesto.
—¿No pensaste acaso que tal vez fui yo quien la capturó a ella? ¿No se te cruzó por la cabeza que tal vez fui partícipe de sus torturas? ¿Qué tal vez cuando tuvo la oportunidad de escapar fui yo quien se lo impidió?
Keera se había cruzado de brazos y lo miraba ceñuda, tratando de que Edwin diga por fin lo que tenia dentro, pero no se espero para nada lo que él hizo a continuación.
—No, no lo creo Keera, por la luna no— en dos grandes pasos se había acercado a ella y la había tomado por las mejillas uniendo sus frentes—. Se que no eres tan mala como pretendes hacernos creer.
—Tu no sabes nada de mi Edwin.
—Si lo sé— respondió él, mirándola a los ojos con dulzura mientras dejaba caricias en sus mejillas con sus dedos— Eres quien puso bajo su cuidado a una niña que ni siquiera conocía protegiéndola de todos. Eres quien casi muere por evitar que maten a mi sobrino, quien habla de una pasión increíble de su padre y el lugar en donde vive. Eres todo eso y mucho más Keera.
Edwin unió sus labios con delicadeza y ella quedó por un momento estática, con los ojos bien abiertos y no pudiendo creer que él estaba haciendo aquello. Sus brazos seguían cruzados sobre su pecho, impidiendo así el contacto directo.
—Edwin no...— susurro Keera, dando un paso hacia atrás y evitando su mirada—. No podemos hacer esto.
—¿Por qué?— preguntó él frunciendo el ceño y dejando caer los brazos a sus costados con pesadez.