El mundo de Gaia

NOCHES EN VELA

Sus pasos eran seguros, sin embargo todo su cuerpo estaba embargado por una inquietud que por momentos sentía que la haría titubear. Se dijo a sí misma que tenía que seguir caminando, entrar a aquella habitación y afrontar lo que sea que tuviera que afrontar sin miedos, en definitiva había enfrentado cosas muchísimo peores.

El día había sido por completo un asco, empezando con el desayuno al que en un principio se había negado a asistir, pero un solo recado del alfa diciendo que si no se presentaba las cosas se pondrían feas, la hizo dirigirse hacia el comedor.

Todo resultó por completo incómodo; una vez que entro a la sala donde solían desayunar se encontró —aparte de las ya caras familiares del resto—, gente nueva.

Que como no, la miraban con asco y odio.

—Nada nuevo...— pensó para sus adentros.

Sus ojos se encontraron con la chica que estaba la noche anterior en el cuarto de Belial; a la luz del día podía ver mejor sus rasgos y aquello no hizo otra cosa que incrementar su mal humor. Su cabello negro caía liso hasta sus hombros, tenía unos ojos oscuros y rasgos afilados que le daban cierto aire delicado a su rostro.

El momento más incómodo fue cuando tuvo que sentarse casi en el final de la mesa, ya que su lugar estaba ocupado por dicha muchacha, quedando al lado de Alec y su padre Yvane. Con éste último no es como si fueran amigos pero se trataban con cierto aire de cordialidad.

Trato con todas sus fuerzas de no mirar a Belial, de ignorarlo todo lo que le fuese posible, simulando que la conversación que habían mantenido la noche anterior no le afectaba. Sin embargo cada vez que tenía que tragar un bocado del desayuno, este tardaba unos segundos en bajar debido al nudo que tenía formado en su garganta desde hacía horas.

—¿Verdad Keera?— escuchó preguntar a Edwin.

Ella automaticamente levantó la vista, encontrándose con la cálida mirada de su amigo que parecía expectante a su respuesta.

—Perdón ¿Qué?— preguntó ella sintiendo un leve sonrojo en sus mejillas.

Escucho algunas risas ahogadas que no hicieron otra cosa más que molestarla y apretar sus dientes con furia contenida.

—Comentaba lo mucho que tu y Ness han avanzado con las clases— respondió Edwin, aunque podía notarse el titubeo en su voz, dejando entrever que tal vez no había sido buena idea sacar el tema.

Keera bajó la vista un poco avergonzada ya que odiaba que se hablara de ella y tener toda la atención puesta encima.

—Curioso...— se escuchó murmurar a una voz.

Levantó la vista nuevamente, encontrando a un muchacho de tez clara y cabellos castaños revueltos que engullía su comida casi sin respirar.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Edwin.

—Teniendo en cuenta su procedencia— volvió a responder este, clavando sus ojos oscuros en Keera —Es más de lo que se podría esperar ¿No crees Ed?

—No, considero a Keera muy inteligente— respondió su amigo de vuelta tratando de defenderla. 

El muchacho se encogió de hombros restándole importancia antes de volver a agregar:— Si tu lo dices, aunque déjame dudar un poco de su inteligencia.

—Tu no tienes idea...— había comenzado a decir Edwin antes de que Keera lo interrumpa.

—No te preocupes Ed, tal vez tenga un poco de razón— se limitó a responder Keera.

—Por supuesto que tengo razón niña— agregó el muchacho mirandola con odio —La guardia de Dios no es más que escoria.

—Por lo menos nos enseñan a matar a chuchos como tu — respondió con Keera con una sonrisa maliciosa—, y déjame decirte que de una manera bastante eficaz.

El muchacho se levantó de golpe, tirando la silla por la fiereza con la que se había puesto en pie apretando las manos fuertemente en puños.

—¡Josteil es suficiente!— bramó Belial, comenzando a perder la paciencia y alternando la vista entre los dos.

Keera mantenía la sonrisa engreída en su rostro, ya que había logrado cabrear al muchacho invirtiendo así los papeles.

—¿Permites que esta escoria comparta la mesa y la comida con los tuyos Belial? — preguntó Josteil de regreso llevando su mirada a la del alfa y señalando a Keera con un dedo —No ha pasado ni una semana desde que enterré a más de la mitad de la manada después de que la guardia atacara mi hogar.

Aquello fue lo que había llamado definitivamente la atención de Keera, sin embargo así como llegaron esos pensamientos se fueron cuando escucho al alfa decir:—Discúlpate Keera.

—¿Qué?— preguntó de regreso sorprendida.

—Ya me oíste y hazlo rápido que quiero terminar mi desayuno— respondió él con los ojos entrecerrados.

—No voy a hacerlo— respondió ella poniéndose de pie tambien.

—Siéntate y discúlpate — habló Belial lentamente.

—Ni. De. Coña— repitió ella de regreso, remarcando cada una de las palabras.

—Keera— contestó Belial, poniéndose de pie y apoyando las palmas de sus manos en la mesa.

—Vete a la mierda Belial, tu y todos tus jodidos lobos.

Sabía que se había pasado, sin embargo jamás reconocería aquello. Por lo que sin siquiera titubear salió de aquella habitación, dando un portazo que pareció resonar en todo el castillo.

Había pasado el resto del día encerrada en su cuarto; Belial — ni nadie— habían pasado por su cuarto y en definitiva había agradecido aquello ya que sentía que si alguien llegaba a querer reprenderla, se cabrearía todavía más.

No sabía en qué momento exactamente decidió cometer aquella locura, sin embargo ya era demasiado tarde, ya que se encontraba a mitad de camino en las escaleras que conducían al ala de Belial.

—¿Sabría él que ella estaba de camino allí?— se preguntó.

—Por supuesto que lo sabría— terminó respondiendose a si misma.

De todos modos una vez que entro en el comedor que había visitado en varias ocasiones encontró prácticamente todo en penumbras. Lo único que iluminaba la estancia era el gran fogón que ardía en la chimenea donde frente a éste, se encontraba Belial sentado y mirando fijamente el fuego sumido en sus pensamientos.




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