Edwin se había quedado con ella toda la noche, haciéndole compañía y turnándose para dormir.
Archie había sido llevado a su habitación y Ness —después de un día entero— seguía sumida en sus sueños sin despertar.
—Va a estar bien Keera—escuchó a Edwin murmurar mientras depositaba una bandeja con comida en una de las mesas auxiliares.
—Ya tendría que haber despertado— susurró ella de regreso tomando una taza de té.
—Si es lo que creemos que es— comenzó diciendo Edwin, llamando así su atención —El desgaste de energía fue demasiado, esa clase de poder Keera...
—Lo sé— respondió ella rápidamente, evitando así que dijera lo que pasaba por su mente.
Aunque todos sabían a qué se refería, parecía como si ninguno se animara a decirlo en voz alta.
Ness era más que una bruja.
Más que los lobos.
Más que los vampiros.
Más que la guardia de Dios.
Y aquello no era para nada bueno.
Los que eran como ella tenían distintos nombres: se los conocía como dioses, ángeles, demonios, entre otros, sin embargo el que predominaba era supremos.
Aquellos que poseían el poder de Ness eran llamados de aquella manera; no se conocía mucho de ellos, tanto así que se creían extintos por lo menos hasta ahora.
Lo único que se sabía era que sus poderes eran superiores a cualquiera de los reinos de Gaia y si aquella noticia se esparcía, todos querrían tenerla bajo su poder.
Keera no permitiría aquello, sobre su cadáver dejaría que le hagan algo a Ness.
—No dejaremos que se le acerquen Keera— susurró Edwin poniendo una mano sobre su hombro leyéndole el rumbo de sus pensamientos.
—Lo sé— contestó ella de regreso.
Luego de unos minutos de silencio, en los que los dos observaban a Ness dormir Edwin rompió el silencio:
—Tengo que ir a atender unos asuntos ¿Me llamas cualquier cosa?
—Si tranquilo, no me moveré de aquí— respondió ella con una débil sonrisa.
Pasados unos minutos, en lo que lo único que se escuchaba era el piar de los pájaros del exterior, el movimiento de Ness en la cama llamó su atención.
La niña revoloteo sus pestañas con dificultad, teniendo en cuenta que era entrado el mediodía y el sol se colaba con fuerza por las ventanas.
—Nessy cariño ¿Estás bien?— murmuró Keera pasando su mano por su frente.
—Hum— murmuró ella haciendo una mueca de dolor cuando quiso sentarse.
—No Ness no hagas eso, quédate quieta— susurró Keera, haciendo que se eche hacia atrás —, iré a por Marvin.
Ness simplemente asintió, volviendo a cerrar sus ojos y comenzando a respirar de manera agitada.
Salió a gran velocidad de la habitación, no sabiendo muy bien hacía donde tenía que dirigirse para encontrar al médico.
Girando por uno de los pasillos terminó chocándo con un torso musculado que la detuvo por los codos evitando que cayera.
—¿Keera?— murmuró Belial sorprendido —¿Qué sucede?— preguntó viendo el estado nervioso que llevaba.
—Es Ness— comenzó diciendo ella de manera apresurada —No se donde buscar a Marvin Belial...
—Esta bien— contestó él tratando de calmarla —vuelve con ella, yo iré por él.
—¿Seguro?— preguntó Keera un poco sorprendida.
—Si, ve— dijo el alfa, dándole un empujón para que avance nuevamente con Ness —Voy en unos minutos.
Keera asintió y se giró, volviendo sobre sus pasos a la habitación donde había dejado a la niña, sin embargo, nada más entrar se detuvo en seco. En la cama de Ness — prácticamente sobre ella— un hombre de edad avanzada estaba casi encima suyo mientras susurraba en su oído algo que ella no llegó a escuchar.
Keera vio todo rojo antes de avanzar y empujar lejos a aquel hombre que no había visto en su vida.
—¿QUÉ DEMONIOS ESTABAS HACIENDO?— Siseó furiosa:—¿QUÉ MIERDAS HACES AQUÍ?
—Oh...— sonrió este de manera perversa—Mira quien tenemos aquí, nada más que al mismísimo serafín— murmuró como si nada.
—¿Qué?— jadeó Keera sorprendida al escuchar aquel mote que no oía hace años.
Algo estaba mal con aquel hombre; dos grandes bolsas negras habían bajos sus ojos mientras que toda su piel se encontraba arrugada y de un color muy enfermo, mientras podía observar pequeñas venas negras alrededor de su pecho, saliendo de debajo de la camiseta raída que traía puesta.
—Estas bajo posesión— dijo Keera, más para sí misma que para él.
—Después de tantos años sigues siendo útil mi niña— susurró el hombre nuevamente.
—Mosén— susurro Keera con los ojos muy abiertos, posicionándose frente a la niña y agarrandose con fuerza de los bordes de la cama —¿Cómo me encontraste?
—Es hora de que vuelvas a casa serafín— canturreo él hombre dejando caer saliva de un extraño color negro de su boca.
—Aléjate de mí— fue todo lo que dijo Keera, llevando su mano a su cinturón para tomar la cuchilla que tenía allí.
—Oh ¿Con eso piensas atacarme?— murmuró aquel hombre sonriendo —¿Todavía no entiendes que se necesita mucho más que eso para acabar conmigo verdad?
En ese momento la puerta volvió a abrirse, entrando Belial con Marvin detrás suyo.
—¿Aslak?— murmuró el alfa sorprendido —¿Qué está sucediendo aquí?
—Belial...— susurró Keera apretando el arma en su mano —creo que este tal Aslak no existe más.
—¿Qué?— preguntó él antes de que el mismo Aslak hable.
—Pero mira nada más quien tenemos aquí— dijo con falsa diversión—¡El rey de los LOBOS!— agregó estirando los brazos dramáticamente.—Tu legado está por morir Alfa y tú junto con él...— terminó susurrando mientras escupía sangre en el suelo.
—Keera ven aquí— murmuró Belial, comenzando a acercarse lentamente hacía donde se encontraban ellas sin despegar los ojos del que solía ser su mentor.
Sin embargo Keera se quedó en su lugar sin siquiera respirar, atenta a cada uno de los movimientos de este tal Aslak.