MORIRÉ SIENDO DE TI
Keera abrió los ojos y se dio cuenta en ese mismo instante que estaba llorando, se palpó las mejillas húmedas tratando de borrar cualquier rastro de aquella angustia.
Se sentó y sacó las piernas por debajo de las frazadas con cuidado de no despertar a Belial que dormía plácidamente a su lado.
Sentía que la respiración le faltaba y un nudo en la garganta le producía una molestia que le hacía tragar con dificultad. Sus ojos nuevamente volvieron a llenarse de lágrimas por lo que decidió salir de la tienda para intentar calmarse.
El sol apenas estaba saliendo por el horizonte aunque el cielo estaba completamente nublado, pareciendo que iría a llover en cualquier momento. De su boca salía un vaho debido al frío de las primeras horas en la mañana. El pasto se encontraba con escarchas por la helada que había caído y de las fogatas hechas la noche anterior, quedaban simples brazas casi extintas.
Se obligó a respirar hondo mientras cerraba los ojos con fuerza en un inútil intento de intentar calmar los latidos de su corazón que latía más rápido que nunca.
—¿Qué sucede?¿Por que me siento de esta manera?— pensó para sus adentros.
—¿Keera?— se lo escuchó murmurar a Belial saliendo de la tienda mientras la observaba con el ceño fruncido.
—Hola— susurró ella de regreso regalándole una débil sonrisa, cosa que no hizo extrañar más al lobo.
—¿Qué está sucediendo?— preguntó mientras se acercaba lentamente a su encuentro.
—Nada— respondió apartando la mirada y negando con la cabeza.
—Hey— murmuró Belial mientras la tomaba por las mejillas en un gesto dulce—¿Qué sucede mi fyring?
—Un mal sueño— respondió ella tratando de sonar tranquila, cosa que no logró ya que sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Keera?— preguntó Belial ahora con evidente preocupación.
Sin embargo esta vez Keera no respondió, sino que clavó su mirada detrás del alfa, concentrándose en el humo negro que se veía a lo lejos.
—No— jadeó soltándose del agarre de Belial y alejándose unos pasos.
El alfa se giró y tardó unos segundos en reaccionar, tiempo que Keera había aprovechado para ingresar a la tienda, tomar su espada y dirigirse a pasos apurados hacia su caballo.
—Espera— llegó a decir Belial cuando estaba a punto de montar, de todas maneras hizo caso omiso a su llamado ignorando por completo su llamado—¡ESPERA!—volvió a gritar, sin embargo su caballo había salido a todo galope sin siquiera mirar hacia atrás o titubear.
El alfa se dijo así mismo que tenía que darse prisa, sea lo que sea que había pasado en Setenil no podía ser casualidad.
Alec salió de su tienda con el ceño fruncido y hizo falta solo una mirada del alfa para entender que había problemas.
Tardó por lo menos quince minutos en reunir a sus mejores hombres y partir detrás de Keera.
—Necesito que te quedes Edwin— volvió a repetir Belial perdiendo la paciencia.
—No puedo dejar sola a Keera en este momento— respondió su hermano frustrado.
—Ed— dijo Belial con determinación acercándose a su hermano hasta quedar uno enfrente del otro—, necesito que te quedes aquí y cuides de mi cachorro, si esto es una trampa de la guardia no quiero que él quede desprotegido.
No hicieron falta más palabras para que Edwin entendiera a qué se refería, asique se limitó a asentir a medida que el alfa se alejaba y comenzaba lentamente en su transformación a lobo.
Irían la mitad convertidos y la otra mitad en caballos, preparados para lo que sea que fueran a encontrarse.
Una vez que su cuerpo termino de adaptarse al cambio, le tomó solo un segundo aspirar y sentir la dulce fragancia de su fyring que lo volvía loco, sin perder más tiempo salió disparado como si fuese una flecha, con una velocidad incomparable.
Keera galopó sin parar, con el corazón acelerado y los cientos de teorías que atormentaban su mente. Sabía de dónde provenía ese humo aunque se repetía una y otra vez las mismas palabras.
—Mi opa estará bien, Lila estará bien. Mi opa estará bien, Lila estará bien.
Se negaba a aceptar que sea lo que sea que había pasado era grave, aunque había algo dentro suyo que le decía que estaba equivocada, que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
A unos cuantos kilómetros pudo sentir el olor a madera quemada haciendo que su respiración se agite todavía más, mientras que la desesperación corroía cada pequeño poro de su cuerpo.
Le tomó unos segundos llenarse de la imagen que se le presentaba en frente.
Sinclaire —padre de su mejor amiga— tenía las manos extendidas y clavadas en una cruz al igual que sus piernas. La vida había abandonado ya su cuerpo y alma y los múltiples golpes a lo largo de su cuerpo desnudo no daban lugar a la duda de que había sido golpeado hasta casi morir, terminando de rematarlo al clavarlo en aquella cruz.
Había cuerpos desperdigados por todas las calles y no quedaba una sola casa en pie, su caballo comenzó a galopar nuevamente, deteniéndose en la casa más grande del lugar—que era la de Lila— y ver a su amiga saliendo de esta que se encontraba completamente incendiada.
Su amiga cayó de rodillas al suelo mientras tosía con fuerza tratando de recuperar el aliento y Keera se bajó del caballo todavía en movimiento, corriendo a ayudar a Lila.
—Lila, de pie vamos— jadeó Keera mientras la tomaba por el brazo con fuerza y la ponía de pie.
—¿Keera?— preguntó su amiga con los ojos rojos y ella no supo si por el llanto o la irritación que provocaba el humo.
—Vamos— respondió ella instándole a que camine.
—No— se quejó su amiga intentando inútilmente soltarse de su agarre—Matt esta ahí dentro, debo ir por él.