El Mundo de Jennel : 1 - La Errancia

Capítulo 10 - La Elección de la Esperanza (Fin del Libro 1)

Los habitantes de Kaynak comenzaron a converger lentamente hacia la Asamblea, que se celebraba frente al antiguo hotel convertido en administración. Situado junto al río, el edificio era modesto pero sólido, y su entrada, aún ligeramente sombreada, formaba una pequeña plaza donde se reunían los Supervivientes.

Desde las viviendas ubicadas al fondo del valle, cerca del agua, se formaban pequeños grupos. Hombres y mujeres caminaban con paso lento pero decidido, los rostros serios. Algunos aún llevaban las huellas de las labores matutinas: manos sucias de tierra, ropa desgastada, rasgos marcados por el cansancio.

Desde el valle lateral, descendían por el camino central quienes habían tenido más suerte con sus alojamientos.
En la ladera, algunas tiendas aún en pie dejaban salir figuras solitarias. Estos últimos llegaban con incomodidad, avanzando con vacilación. Algunos se giraban antes de marchar, como lanzando una última mirada a su precario campamento.

Alrededor de la pequeña plaza, los Supervivientes se iban instalando poco a poco en grupos reducidos. Se escuchaban conversaciones en voz baja, pero las palabras que más se repetían eran “futuro”, “refugio” y “hambre”. Los rostros mostraban preocupación: ¿qué hacer ahora que la esperanza se desvanecía?

Jennel llegó por fin, acompañada de sus amigos del valle. Tensa, pero decidida a luchar, avanzó entre las miradas del resto: algunas cálidas, otras cargadas de escepticismo. Mantenía la cabeza en alto, con los puños apretados para controlar los nervios. Detrás de ella, Bob, Maria-Luisa, Johnny y Rose caminaban en silencio, formando un núcleo compacto de apoyo.

En la tarima improvisada, Imre, de pie en el centro, captaba todas las miradas. Los siete Administradores, entre ellos Jennel, se sentaron al fondo, observando a la multitud reunida. Imre esperó unos instantes, dejando que el silencio se asentara, antes de comenzar su discurso.

Amigos, estamos aquí hoy para una reunión crucial. Hace meses que nos aferramos a la esperanza, pero debemos ser honestos: Kaynak, nuestro refugio, está amenazado. La pregunta es simple, pero de gran peso: ¿debemos quedarnos aquí o partir en busca de un nuevo refugio? Les pido a todos que reflexionen con seriedad y unidad.

Un hombre se levantó entre la multitud. Era Dimitri, un exsoldado de rostro endurecido y tono firme.

La espera ha durado demasiado. Alan lo intentó, fracasó. Debemos enfrentar la realidad. Kaynak no tiene futuro. Debemos marcharnos, ir a Estambul o a alguna otra ciudad grande. Allí podremos reunir provisiones, encontrar un sitio subterráneo que haya escapado a las nanitas. No podemos quedarnos aquí esperando una solución que no llegará.

Un murmullo recorrió la plaza. Algunos asentían, otros negaban con la cabeza, escépticos. Bob se levantó entonces, con las manos en alto para pedir silencio.

—Las nanitas están en todas partes. Lo sabes, Dimitri. No podemos huir de ellas, vayamos donde vayamos. Y aunque encontráramos un refugio, ¿cuánto tiempo podríamos alimentar a quinientas personas? Las reservas que pretendéis reunir se acabarán. ¿Y después? Caeremos en enfrentamientos, luego en el hambre. Lo que propones no es un plan. Es una prórroga. Y una prórroga corta.

El silencio volvió, más pesado que antes. Todas las miradas se volvieron hacia Imre, que asintió con expresión grave. Pero antes de que pudiera hablar, se alzó una voz inesperada.

Era Nikos, un hombre de rostro fino y gafas gruesas, conocido por su pasado científico. Se levantó, despertando la curiosidad general.

—Amigos, sé que todos estamos consumidos por la preocupación, pero hay otro camino. Con mis colegas hemos estudiado los suelos alrededor de Kaynak. Hemos llegado a una conclusión alentadora: la tierra no está contaminada en profundidad. Creemos que es posible explotarla para cultivos hortícolas, trigo, maíz y muchas otras cosas. Claro que requerirá un esfuerzo colectivo importante y paciencia, pero podría salvarnos del hambre.

Los murmullos se extendieron por la plaza, pero Nikos aún no había terminado.

—Además, estudiando estos cultivos y trabajando la tierra, tenemos la esperanza de entender mejor a las nanitas, y quizás incluso encontrar una cura contra sus efectos. Será difícil, pero creo firmemente que vale la pena intentarlo. Eso sí, debemos actuar pronto. Cuanto más esperemos, más disminuirán los recursos, y nuestra situación se volverá crítica.

La intervención de Nikos provocó una reacción entusiasta. Muchos comenzaron a murmurar entre ellos, y algunos mostraban por primera vez un brillo de esperanza. La asamblea, que parecía dividida minutos antes, comenzaba a inclinarse hacia la propuesta de Nikos.

Imre, observando las reacciones, guardó silencio unos instantes. Pero justo cuando el entusiasmo parecía imponerse, Jennel se levantó, tensa, con el rostro serio.

—Oigo vuestro entusiasmo, pero no puedo quedarme callada. Estas hipótesis son muy atractivas, sí, pero se basan solo en esperanzas insensatas y suposiciones ridículas. Me parece simpático que tres científicos, sin laboratorio, sin instrumentos, sin la más mínima teoría ni conocimiento de las nanitas, propongan vencer una amenaza planetaria. Una fuerza desconocida, con medios que no podemos ni imaginar, que mata y sigue matando toda vida donde sea que esté. ¿Creéis que bastará con cavar un par de hoyos? ¿Creéis que las nanitas se quedarán quietas? En cuanto penetréis un túnel o plantéis algo, ellas estarán allí. Este proyecto es honorable, pero ridículo.

Un silencio absoluto se instaló. Jennel, visiblemente al borde del colapso, avanzó aún más, decidida.

—¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué seguimos el Faro? ¿Por qué esperamos a que la Fuente nos enviara un mensaje? ¿Por qué enviamos a un mensajero, solo, a enfrentarse a lo desconocido? Fue para encontrar una solución viable, un futuro posible. Y, creedme, es mucho más fácil esperar aquí, aunque tengamos que apretarnos el cinturón, que arriesgar la vida día tras día para salvar a quienes se impacientan. Entonces decidme: ¿realmente queremos aferrarnos a estas fantasías?




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