Rul Val era un antiguo piloto de nave exploradora. Había servido durante largos años contra los Gulls, un periodo particularmente frustrante, marcado por intentos constantes de penetrar sus defensas e infligirles pérdidas decisivas. Cada avance era metódicamente contrarrestado por sus mercenarios. Las victorias, aunque raras, siempre resultaban costosas, y las derrotas pesaban aún más porque significaban un retroceso inmediato en el frente.
Los Gulls, implacables, no concedían nada, utilizando su red de mercenarios para bloquear cualquier intento de ruptura. Esta guerra de desgaste acabó por desgastarlo también a él, empujándolo a buscar otro sentido a su existencia.
Se había retirado en Drea, ya que ni él ni aquel planeta estaban aún contaminados por los nanites, esas entidades insidiosas capaces de infiltrarse en organismos e infraestructuras, corroyendo lentamente todo ecosistema hasta aniquilar la vida. La amenaza persistente que representaban obligaba a muchos mundos a mantener una vigilancia extrema y protocolos estrictos de aislamiento, lo que convertía a Drea en uno de los últimos refugios verdaderamente seguros para quienes buscaban escapar de ellos.
Drea era un planeta en plena terraforming, y el espectáculo de su transformación se volvía más espectacular cada día. Antaño un desierto rocoso azotado por vientos violentos y tormentas de polvo, había ido metamorfoseándose bajo la acción de los generadores climáticos y de los ecosistemas artificiales.
Vastas cúpulas geodésicas, cubiertas por una aleación cobriza, dominaban las colinas rojizas. Cada una de esas estructuras albergaba hábitats en expansión, invernaderos hidropónicos, laboratorios dedicados a la adaptación de flora y fauna introducidas, así como centros de investigación sobre biosíntesis planetaria. Máquinas de terraformación, colosos mecánicos gigantescos, labraban lentamente el terreno, esculpiendo valles y liberando elementos estabilizadores en la atmósfera.
Entre esas cúpulas, instalaciones más modestas, en parte enterradas, alojaban los equipos de ingeniería que modelaban progresivamente el aire y los suelos.
El aire, todavía ligeramente cargado de partículas minerales, se volvía respirable sin asistencia prolongada, y la vegetación empezaba a aferrarse tímidamente a los relieves esculpidos por la erosión. Aquí y allá, delgadas láminas de agua comenzaban a formarse en las hondonadas, anunciando la próxima aparición de ríos y lagos artificiales. Los primeros animales adaptados a esas condiciones habían sido liberados, intentando establecer un frágil equilibrio en aquel mundo naciente.
Rul Val se había implicado plenamente en esa labor, encontrando una cierta paz en ese planeta en construcción.
Por eso, la solicitud de encuentro de Ran Dal lo dejó perplejo, incluso le desagradó profundamente.
Había combatido bajo sus órdenes en el pasado. Aquella mujer poseía una intuición fuera de lo común y un descaro monstruoso. Le debía algunos favores, entre ellos haber evitado en más de una ocasión una corte marcial debido a sus interpretaciones "libres" de las órdenes.
Recordaba especialmente aquella misión de reconocimiento en la que, creyendo tener una oportunidad única, había corrido demasiados riesgos para traer información crucial y casi había sido detectado por una patrulla enemiga.
Fue ella quien había defendido su causa, argumentando que su audacia había evitado un desastre estratégico.
Pero no era del tipo de personas que se ponía en contacto sin una buena razón.
Lanzó una mirada hacia el horizonte, donde las cúpulas brillaban bajo la luz del sol poniente. Drea era su refugio, su segunda oportunidad.
Y ahora venían a recordarle que una guerra lejana y absurda seguía haciendo estragos.
¿Qué querría de él esta vez?
Le había dicho que sí. ¿Podía haber hecho otra cosa?
Seguramente, pero se habría arrepentido.
Ran Dal le había explicado que la situación militar tomaba un giro preocupante. Que quería intentar crear un contacto entre ellos y un grupo de mercenarios atípicos. Que estos parecían dispuestos. Y que esperaba sacar algún provecho de ello.
No era precisamente una idea razonable, pero el número de misiones poco razonables que había cumplido bajo sus órdenes era significativo.
Se preparaba para dejar Drea y revisaba por última vez su nave para evitar cualquier sorpresa desagradable.
La máquina estaba diseñada para la velocidad y la agilidad. Su fuselaje, compacto y aerodinámico, mostraba las huellas de numerosas reparaciones: líneas de soldadura precisas y refuerzos en aleaciones compuestas que atestiguaban su largo servicio.
Dos reactores laterales sobredimensionados flanqueaban la nave, cada uno equipado con un sistema de propulsión por impulso magnético capaz de aceleraciones brutales. Un arsenal mínimo estaba integrado en la estructura: un cañón energético ligero montado bajo el fuselaje y un sistema de contramedidas furtivas para evitar ser fijado por el enemigo.
Los estabilizadores gravitacionales, encajados en módulos esféricos en la base de la nave, le otorgaban una maniobrabilidad excepcional, permitiéndole navegar entre campos de asteroides o escapar de perseguidores más grandes. No era un aparato destinado al combate prolongado, sino un explorador capaz de operar lejos de las líneas aliadas y sobrevivir en territorio hostil.
Apoyó una mano sobre el casco frío de la nave.
Pronto volvería a enfrentarse a la inmensidad del espacio, lejos de Drea y de su tranquilidad. No estaba seguro de gustarle la idea, pero una cosa era cierta: estaba listo.
La pequeña nave, incapaz de realizar un salto hiper-cuántico por sí misma, fue embarcada en el crucero de Ran Dal en órbita de Drea.
Al día siguiente, fue abandonada en medio de la nada en el frente Gull.
Y Rul Val esperó.
La batalla comenzó con una intensidad fulgurante.
Sin embargo, un sentimiento difuso de inquietud ya se insinuaba en la mente de Arin Tar. Desde hacía varias horas, observaba microdesplazamientos inusuales entre los mercenarios: ajustes sutiles que no correspondían a los esquemas clásicos de las fuerzas bajo órdenes de los Gulls. Algo se tramaba, y no le gustaba no comprender de inmediato su alcance.