El Mundo de Jennel : 3 - El Alte

Capítulo 6 - 37 Segundos de Vida

Alan inspiró profundamente, fijando la mirada en la pantalla holográfica frente a él, donde el mensaje parpadeaba esperando confirmación de envío. Sabía que cada palabra había sido cuidadosamente medida, diseñada para provocar una reacción inmediata entre los Gulls.

Asintió hacia el operador de comunicaciones.

—Envía.

El emisor se activó y el mensaje fue retransmitido a máxima potencia, difundido en bucle a través de los canales prioritarios reservados a los Gulls.

Mensaje urgente del Almirante Alan de Sol a los Maestros Gulls:
«Arwianos. Dislocación inminente. Nueva Ofensiva Urgente. Decisiva. Solicito Acceso Prioritario a los Arsenales. Rearme General Urgente. Solicito Acceso al Arsenal Gull.»

Aïssatou cruzó los brazos, siguiendo la transmisión con una mirada inquieta.

—Está pasando —anunció tras unos segundos.

Alan exhaló lentamente.

—Ahora veremos si nuestros amos reaccionan como esperamos…

Jennel alzó una ceja.

—¿Y si se niegan?

Alan se volvió hacia ella, un destello duro en los ojos.

—No pueden.

El silencio se extendió. El bucle seguía su curso, bombardeando a los Gulls con un mensaje que no podían ignorar.

Largas, larguísimas, minutos.

La respuesta resonó en el puente de mando:

—Concedido.

Alan ordenó inmediatamente a la IA distribuir las escuadras y grupos en los distintos arsenales, priorizando la rapidez de ejecución en el rearme.

—Prioridad a la eficiencia. Nada de tiempo perdido.

Añadió que su escuadra Xi-Terrícolas debía dirigirse directamente al Gran Arsenal Gull.

Aïssatou frunció el ceño.

—Almirante, nuestro grupo aún tiene reservas. Conservamos nuestras torpedos de antimateria usando los misiles de fragmentación como ordenaste. Podemos seguir combatiendo.

Alan asintió sin responder de inmediato. Sabía exactamente lo que hacía.

La transferencia hiper-cuántica se completó y las naves emergieron en el vacío espacial, muy cerca del complejo Gull. Alan observó la escena en la pantalla táctica, luego dio una nueva orden:

—IA, evacúa las lanzaderas de los Outils de las bahías de atraque. Quiero acceso inmediato y sin restricciones al Arsenal.

Las naves terrícolas, seguidas de las unidades Xi, se deslizaron silenciosamente entre las enormes estructuras Gulls, sus siluetas metálicas evolucionando con una fluidez perfecta.

Pasaron ante su Hall, inmenso y acristalado, antes de acercarse a su verdadero destino.

El Hiper-Emisor de Control de Nanitas apareció en el campo visual. Una estructura circular gigantesca, equipada con una antena parabólica orientada hacia el infinito, que emitía un tenue resplandor sobre sus contornos oscuros.

Jennel se quedó inmóvil.

Alan, imperturbable, dejó que los dados rodaran.

Cerró los ojos, inspiró profundamente y lanzó con una voz implacable:

—A toda la escuadra, IA en modo diagnóstico, inmediatamente.

La pantalla táctica se ajustó al instante, vaciándose de toda información superflua. Solo quedaban los indicadores esenciales: estado de armamento, trayectorias de disparo. La IA ya no gestionaba el armamento.

Un escalofrío de adrenalina recorrió a Alan. Cada segundo contaba.

Jennel sintió su respiración acelerarse. Conocía a Alan, sabía lo que tramaba, pero esta vez era diferente. Era el momento decisivo.

—Apertura inmediata de las bahías de torpedos, carga de emergencia. Objetivo: Hiper-Emisor.

Una lluvia de iconos rojos apareció en la interfaz. Apertura de compuertas. Alineamiento de tubos de lanzamiento. Adquisición de objetivo en curso.

10 segundos.

Aïssatou verificaba las lecturas de sus pantallas con una precisión quirúrgica. Sabía que cada orden debía ejecutarse a la perfección. No había margen para el error.

Cada operador sabía lo que Alan representaba: una anomalía, un estratega, un líder cuyo instinto superaba al de las máquinas pensantes de los Gulls. Y confiaban en él. Ciegamente.

Esa confianza alcanzaba incluso a los Xi, a pesar de sus diferencias culturales. Habían visto en Alan a un líder capaz de trascender las divisiones, y en ese momento crucial, obedecían con la misma convicción que los terrícolas.

Aïssatou vio a Jennel, rígida, la mirada fija en la pantalla. Ella también entendía el desafío. Pero había algo más. Un estremecimiento de certeza. Estaban al borde de lo imposible.

El silencio de radio era ensordecedor. Cada nave alineaba meticulosamente sus sistemas de armamento.

—Todos los cañones sobre el objetivo.

Los apuntadores convergieron sobre la enorme estructura.

—¡Fuego a discreción!

Alan comenzó a contar mentalmente. Tenían 37 segundos antes de que el emisor se activara. 37 segundos de vida.

¿Pero cuándo reaccionarían los Gulls?

Un instante más tarde, un huracán de fuego se desató.

Los primeros torpedos de antimateria impactaron simultáneamente contra el escudo defensivo, provocando una serie de ondas de choque titánicas que se propagaron como olas de plasma en el vacío espacial.

20 segundos.

Aïssatou apretó los puños. Sabía que si el emisor resistía, todo estaría perdido. Se obligó a respirar lentamente, domando su angustia.

Los cañones de energía se unieron a la carnicería, liberando haces de partículas sobrecalentadas que desgarraban la barrera energética.

El escudo palpitaba, vacilaba bajo los ataques continuos, con fallas efímeras que se abrían y se cerraban en una danza desesperada contra lo inevitable.

Entonces, un primer destello de luz atravesó la superficie protectora.

30 segundos.

Un rayo de energía rasgó el campo de fuerza, luego otro. Grietas abiertas se extendieron.

Jennel sintió su corazón acelerar. Estaba funcionando. Una idea cruzó fugazmente su mente: ¿Era, por fin, el final?

Fue entonces cuando los torpedos de antimateria se precipitaron por las fisuras, impactando de lleno en la antena parabólica, provocando una serie de explosiones cataclísmicas.




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