El Mundo de Jennel : 4 - Dama Jennel

Capítulo 3 - El Gran Cataclismo

Jennel dio unos pasos sobre la hierba espesa que se extendía bajo sus pies, el suelo ligeramente húmedo delataba un rocío reciente. Todo en su interior le gritaba que algo no encajaba.

Debería estar en un desierto, en un planeta árido, cerca de los restos de la nave Inicial…

Pero no.

El paisaje que se desplegaba ante ella era de una belleza salvaje y virgen. Altas montañas se alzaban a lo lejos, con sus cumbres nevadas, y entre ellas, lagos de un verde esmeralda brillaban bajo un sol extrañamente dorado. El aire era claro, fresco, vibrante con una energía que no lograba identificar.

Su corazón latía con fuerza. Seguramente era Ieya… pero no la Ieya que conocía.

Intentó de inmediato contactar con Ami, su guía, su ancla en este viaje absurdo.

Silencio.

Sin respuesta.

Jennel sintió una angustia helada cerrarle la garganta. Si Ami no la había seguido…

Si el Precursor se había equivocado en la manipulación…

Entonces estaba realmente perdida en el pasado.

Atrapada aquí. Sola.

La idea debería haberla aterrorizado. Debería sentirse aplastada por la magnitud de ese error, por la perspectiva de un exilio sin retorno.

Y sin embargo… algo le impedía derrumbarse.

Un detalle.

Una certeza latente que flotaba en el fondo de su mente: existía un vínculo entre Ieya y ella.

Ese vínculo existía desde siempre. Estaba en los archivos arwianos, perdido en un pasado tan remoto que se había vuelto leyenda.

Pero ese pasado… ¿podía ser aquí un futuro cercano?

Jennel sacudió la cabeza, alejando la espiral vertiginosa de paradojas temporales que amenazaba con devorarla.

Y de pronto, una voz resonó en su mente.

—Lo siento, flujo energético inestable. Proximidad del Gran Cataclismo.

Un alivio violento la invadió.

Ami estaba allí.

—¿Sigues conmigo? —dijo en voz alta, sin saber si el sonido tenía sentido o si todo ocurría solo en su mente.

—Sí. Pero perturbado.

Jennel exhaló lentamente.

—¿Dónde estamos?

Silencio.

Luego, una respuesta frustrante:

—Tampoco lo sé.

Jennel soltó una risa seca, nerviosa.

—Genial. ¿Mi guía está tan perdido como yo?

—Energía temporal fluctuante. Dificultad de orientación.

—Qué útil eres…

Cerró los ojos e inspiró profundamente. Debía mantener la calma.

Ese lugar…

Ese tiempo…

No era el adecuado para encontrar la nave Inicial.

—Ami, debemos elegir el Camino correcto.

—Confirmación.

Jennel abrió los ojos, y las montañas bañadas en luz le parecieron de pronto aún más irreales.

—Entonces dime… ¿cómo se cambia de Camino temporal?

El silencio se alargó.

Jennel apretó los puños. ¿Por qué no respondía?

—¿Ami? —lo llamó, con un tono más tenso del que habría querido.

Pasaron unos instantes, segundos interminables donde su preocupación se transformó en una oleada de angustia sorda. Finalmente, la voz resonó de nuevo en su mente.

—No hemos cambiado de lugar geográfico.

Jennel alzó una ceja.

—Entonces… ¿dónde está la Ciudad Perdida?

Un latido. Una vacilación.

—Aún no está.

Jennel sintió que el corazón se le detenía un segundo.

—¿Cómo que no está?

—Solo se ha ausentado.

Jennel parpadeó.

¿Ausentado?

La absurda frase estuvo a punto de hacerla estallar de frustración. Se contuvo de lanzar la pregunta que le venía a la cabeza, y se mordió la mejilla por dentro.

No ahora. Aún no.

Inspiró hondo.

—¿Y el Camino temporal?

—Comienza más tarde.

—¿Más tarde? —frunció el ceño—. Dijiste que iríamos al nudo temporal.

—Ambos Caminos aún están confundidos.

Esa respuesta la hizo detenerse. ¿Qué significaba “aún”?

—Y ese famoso nudo, ¿dónde está entonces?

Un breve silencio, luego:

—Nos hemos deslizado ligeramente. El nudo está un poco más allá.

La sangre de Jennel se heló.

—¿Más allá? —susurró.

Un escalofrío le recorrió la espalda.

¿Deslizado?

¿Qué significaba eso?

Giró lentamente sobre sí misma, observando el paisaje inmaculado, las montañas imponentes, los lagos centelleando bajo un sol suave e irreal.

Estaba perdida.

En un pasado que quizá no era el pasado correcto.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó con una voz más seca de lo que pretendía.

Ami dudó.

—Aquí, esa pregunta no tiene sentido.

Jennel sintió que una ola de pánico comenzaba a subirle por la garganta.

—Entonces dímelo de otra forma.

—El Precursor nos dejó muy cerca de nuestro destino.

Apretó más fuerte los brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Y qué significa eso de “muy cerca”? —escupió.

—Un poco de paciencia.

Jennel estalló.

—¿CUÁNTA paciencia, Ami? ¿Un siglo? ¿Mil años? ¿Más?

Su voz resonó en la inmensidad, se perdió en el viento suave que barría los prados.

Sin respuesta.

Cerró los ojos y respiró hondo.

Respira, Jennel.

Mantén la calma.

Si cedía al pánico ahora, no lograría nada.

Jennel inspiró y se obligó a formular la siguiente pregunta con calma.

—Ami, estamos antes del Gran Cataclismo, y la nave Inicial es posterior. ¿Puedes confirmármelo?

Silencio. Luego, una respuesta simple y tajante:

—Sí.

Jennel asintió con la cabeza, tratando de racionalizar la situación.

—Entonces, si queremos llegar a la nave, debemos pasar más allá del Gran Cataclismo.

Ami no respondió de inmediato.

Jennel sintió impaciencia, pero sabía que presionar no ayudaría. Cerró los ojos e intentó calmar su respiración.

Pasó un largo minuto.

Finalmente, la voz de Ami volvió, con un matiz que no había percibido antes: una vacilación casi… humana.

—Estoy en contacto con otros Pensadores.

Jennel se sobresaltó ligeramente.

—Están dentro de un bucle temporal. Una época en la que la Ciudad Perdida aún no ha sido construida.




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