El Mundo de Jennel : 4 - Dama Jennel

Epílogo

Este relato termina hoy. ¿Por qué hoy? Porque el ciclo se cierra en este día, no un ciclo temporal, sino un ciclo de vida.

El sol primaveral dora suavemente la costa, proyectando destellos brillantes sobre un mar en calma, de un azul profundo. El aire está impregnado de los perfumes del laurel en flor, de los pinos marítimos y de los cítricos, mezclados con la brisa salina que llega desde el mar. Algunos almendros, aún perlados con sus últimas flores blancas, bordean la villa.

Cerca de la nave, Alan espera. Una sonrisa serena, las manos en los bolsillos, la mirada dirigida hacia el horizonte. La casa está tranquila, casi demasiado. Jade se ha marchado a Arw, continuando su prestigioso curso de exosociología. Michel ha volado hacia la Base de los Andes, sumergido en sus investigaciones de bioingeniería. Y Ambre, siempre llena de vida, pasa dos días con Maria-Luisa y Johnny, rodeada de sus tres hijos, encantada de tener hermanos adoptivos.

Hoy, Alan ha preparado una sorpresa para Jennel.

Cuando por fin sale de la villa, frunce los labios con aire curioso.
—¿Cómo debo vestirme? —pregunta arqueando una ceja—. ¿Abrigo grueso o ropa ligera?
Alan no puede evitar una sonrisa divertida.
—Ropa ligera.

Jennel obedece. Un vestido blanco, largo, de una tela casi transparente, acaricia su silueta con la ligereza de un suspiro. Cuando se reúne con él, Alan la contempla un instante, disfrutando del cuadro.

—¿Piensas seducirme? —pregunta con un destello en la mirada.
Ella esboza una sonrisa traviesa.

—Todos los días.

Suben a la nave, y Alan le entrega una venda de seda.
—¿Confías en mí?

Jennel asiente con la cabeza y se deja llevar; el juego la intriga. Unos minutos de vuelo, apenas un trayecto corto. Siente que la nave se desacelera y luego aterriza suavemente.

Alan la ayuda a bajar y le toma la mano.

El suelo es suave bajo sus pies, ligeramente blando. ¿Arena?

El sonido de las olas le llega, un vaivén apacible, cercano, casi íntimo.

Caminan. Cien metros como mucho. Jennel siente cómo crece la emoción dentro de ella, pero no hace preguntas.

Entonces Alan se detiene. Un silencio.

—Puedes quitarte la venda.

Jennel inspira hondo y lo hace. Sus párpados parpadean bajo la luz del día.

Su mirada recorre el paisaje.

Una playa inmaculada, al pie de las dunas. El cielo inmenso. El brillo del sol sobre el agua.

Luego sus ojos se detienen en un lugar preciso.

Finalmente, gira la mirada hacia Alan. Sus ojos están empañados por la emoción.

Entiende.

Un instante suspendido entre ellos. Uno de esos momentos en los que nada más existe.

Deja escapar una risa temblorosa, una alegría pura y tierna.
Y esa cabaña... —susurra.

Inspira, la garganta se le cierra con el torrente de sentimientos.
¿La visitamos?

FIN




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