El Mundo De Los Caídos

CAPÍTULO I: ABIGHAIL PT.2

15 AÑOS DESPUES

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ACTUALIDAD

 

Abrí los ojos de golpe ante los recuerdos. Mis ojos yacían empañados y con un leve ardor mientras escuchaba la voz del padre dando la bendición.

-El señor lo acompañe en…-los murmullos de fondo, cuan coro musical, llamaron mi atención.

Podía escuchar a las víboras esparcir su veneno: “Seguro andaba en malos pasos”, “Fue un ajuste de cuentas”, “Era un delincuente, se lo merecía”.

Sentía la sangre hervir a través de todo mi cuerpo, quería golpearlos a todos y cada uno de ellos, obligarlos a retirar lo dicho, quería sacarlos a patadas de allí. Apreté con fuerzas la vara de metal alargada bajo mis dedos. Mi padre acababa de morir, estábamos en su funeral y esas arpías solo pensaban en como manchar su memoria con aquellas calumnias.

Estaba hasta atrás pero lograba percibir hasta el mínimo detalle.

Sentí a alguien acercarse a mí, su exagerado y asqueroso perfume inundo mis fosas nasales y supe perfectamente de quien se trataba.

-Deberías estar allá, adelante con la familia.- habló pero la ignoré.- Lo siento mucho cariño, realmente amaba a tu padre. Quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, estaremos juntas en esto.- torcí el gesto en total repudio hacia aquel ser humano.

La escuché sollozar.

-Deja de fingir que te importa en lo más mínimo. Ambas sabemos que solo estabas con él por su dinero y las apariencias.-tomé una gran bocanada de aire para poder soportar esto.

Sentía como todo estaba roto dentro de mí y no tenía cabeza para lidiar con la peor serpiente de todas, mi madrastra o como yo la llamaba la “muñeca maldita”.

-No sé porque eres así conmigo, yo amaba a Aarón, sabes que siempre me he preocupado por tus hermanos y por ti y desde el primer día los quise, pero no podemos ignorar que soy la viuda de tu padre y por supuesto que tomaré lo que me corresponde.

Y he ahí a la verdadera Olivia Longarella.

La cabeza me empezaba a doler al igual que los ojos.

-No tocarás un solo céntimo de esa fortuna.-aseguré parpadeando un par de veces para intentar orientarme, todo me empezaba a dar vueltas.

-Te guste o no, soy una Kovalev al igual que mi hijo, tu hermano, a ambos nos corresponde la mitad de todo.

Insistió y tuve que sostenerme del banquillo a mis espaldas para no caer. En seguida sentí como alguien se acercaba a mí y tomaba mi brazo para incorporarme.

-¿Estás Bien?-era Theo, mi enfermero.

-Necesito salir de aquí.- dije dispuesta a empezar a caminar pero no sin antes dirigirme por última vez a aquella despreciable mujer.-tú no eres una Kovalev, y no eres viuda de nadie, no eres otra cosa que una cualquiera más que mi padre metió en su cama, no importa cuántos aires de señora quieras tener nunca serás más que eso. Pero tu hijo, mi hermano, si es uno de nosotros y por supuesto que tendrá lo que le corresponde, él no tiene la culpa de la escoria que le tocó por madre, con permiso.

Fue lo último que dije antes de salir de aquel lugar con ayuda de Theo, nos subimos al auto y respire hondo.

-De nuevo al hospital.

 

[...]

Pronto el aroma a antibióticos y el bullicio llegaron a mí. Aquel lugar, al que he estado confinada desde las últimas dos semanas, me recibía tal y como lo esperaba, helado y con un exagerado olor a desinfectante.

-Buenos días Abighail, ¿Qué tal estas?- escuché la voz del Dr. Romero y rodé los ojos.

¿Cómo carajo debía sentirme?

-Pues…Llevo dos semanas encerrada en un hospital, tomó más pastillas que un adicto a la heroína, mi padre acaba de morir, mi madrastra es una bruja y usted me pregunta que como estoy. Bueno, creo que bastante bien porque usted sigue sentado en esa silla al igual que yo.

Lo escuche aclararse la garganta repetidas veces y un silencio, que me pareció casi eterno, nos invadió. Hasta que finalmente luego de un rato decidió volver a hablar.

-Eh… bueno, pues tengo una noticia que creo que te gustara…-lo escuche atentamente sin expresión alguna en el rostro.- ya te podemos dar de alta, puedes irte a casa y estar con tu familia.

-¿En serio?-pregunté sin poder creerlo, estaba ansiosa, no por ir a casa sino por salir de aquel lugar, sentía que enloquecería, odiaba los hospitales.

-Sí, solo debes cumplir algunos tratamientos, consultas de rutina cada tanto, algunas recomendaciones y no habrá ningún problema.

Asentí. Lo que sea con tal de no estar allí un segundo más.

-Bien, deberás estar acompañada en todo momento, al menos por los primeros días, si no te sientes cómoda con tu familia o tienes algún problema, el hospital puede asignarte un acompañante hasta que puedas retomar tu vida, ¿deseas que llamemos a alguien para que venga por ti o…?




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