El mundo del espejo

Capítulo 4

Yaya saboreo el amargo sabor de la bilis, el aparecer en lugar completamente lo había afectado como hasta ahora, sus manos sangraban causado por la presión de sus palmas contra el vidrio roto, las rodillas le ardían en el suelo y su mente estaba completamente ocupada intentando procesar lo que era aquel monstruo parado cada vez mas cerca. Ella no había podido ni ver un elefante en la vida real, o una ballena pues si le tenia miedo a los insectos que podía ser de animales con un tamaño descomunal.

Sintió su cuerpo estremecerse ¿Qué era eso? No sabia si correr o gritar, llamar a su madre, pero estaba segura de que moriría en cualquier segundo si seguía allí arrodillada. El invernadero solo era una jaula ahora, todo el cristal había caído al suelo en cuanto la criatura terrorífica había rugido, intentó moverse, muévete, muévete, muévete ¡reacciona! se gritaba así misma, sin lograr nada, estaba petrificada a pesar de que el suelo se bañaba de su sangre— ¡Yaya! —le gritó Sasa, parada no muy lejos sacándola del trance del miedo, Yaya sacudió la cabeza y miro en dirección de quien la llamaba, entonces sintió el dolor en sus palmas y rodillas, miro una vez más a Sasa y noto su mirada, estaba tan aterrada como ella, su mano derecha temblaba y su respiración era tan cortada que pensaba que en cualquier momento esta se desmayaría.

—oh cariño, tranquila, vamos ponte de pie ¡por los dioses! Tus manos—dijo la reina acercándose a ella como si flotara en el aire, su mirada, su actitud serena y altiva no había sufrido cambios, seguía luciendo tan despreocupada como en el principio. La reina tomo las manos de Yaya—tenemos que atenderte esto—dijo con las cejas cruzadas.

— ¿Qué es eso? —rechazo su mano, y se puso de pie por si sola, ¿Cómo podía estar tan tranquila, cuando ella misma sentía que sus rodillas no podían con la carga de su cuerpo? Una cosa era tomar un hilo negro formado por sus manos y otro era ver todos esos soldados volando o atacando desde el suelo para mantener a raya la monstruosidad que intentaba llegar hacia ellas.

—está bien, quédense aquí y no se muevan arreglare todo para ustedes—inmediatamente contesto a Yaya, la mujer puso una mano al frente y dijo unas palabras inteligibles, un viento tenue se sintió en el área mientras ella hablaba y en cuestión de segundos del aire empezó a formarse un objeto al justo de su puño en el aire. Su cabello se elevo y la brisa se intensificó a su alrededor, entonces ahí delante de ella estaba un báculo color oro rosa, abrio los ojos iluminados del mismo color del aura de luz que la envolvía y salió despedía hacia la bestia.

La reina giro el báculo en un movimiento que demostraba experticie en las artes místicas y marciales, se coloco justo encima de esta levantando la varita sobre su cabeza invocando un sello mágico encima de ella con un hechizo que resonó en el oído de estas como si ella estuviera utilizando una especie de amplificador de sonido. Dijo las palabras mágicas y disparo desde la punta del cetro un rayo de luz cegador hacia la bestia, eso hizo una ola de aire que batió a los súbditos a su al rededor. La criatura se desintegró y ella cayo del cielo siendo convenientemente atrapada por Asher en el aire.

Era una escena sacada de la televisión.

Si esto era una nimiedad de la que no tenia que preocuparse, no quería estar ahí cuando pasara algo preocupante en este mundo mágico. Sasa sintió la necesidad de sentarse, solía tener el estomago mas fuerte que su amiga, pero todo ese acto le había hecho sentir nauseas. Caminó hasta su amiga y se sentó a su lado, la miró desde abajo y apretó su pierna, a continuación, pestañeó lento, sentía como su pecho se acaloraba, lamio sus labios y sintió lo salado del sudor en su labio superior. Entonces, tal y como si fueran escenas entrecortadas por sus largos pestañeos, vio el mundo comenzar a cambiar a su alrededor: el chillido irritante de Yaya gritando su nombre, Asher con la reina en sus brazos, y luego solo oscuridad.

*****

Lavina Weinheber había nacido con la vida resuelta, el destino predicho y un final maldito por generaciones.  Al contrario de las otras princesas Lavina nació en circunstancias desfavorables, puesto que esta había emergido del cuerpo muerto de su progenitora, a pocas semanas de haberse formado el feto absorbió la magia de la madre causándole la muerte antes de lo previsto, obligando a dejar su cuerpo en una cámara especial que conservara su cuerpo inerte hasta el día en que su suplente no la necesitara. Lo que fue un presagio ambiguo para doctores, curanderos y sacerdotes que velaron por la reina en el momento.

Sin haber llorado y ni abierto los ojos Lavina llegó al mundo durante la hora del abismo mientras los soldados luchaban por la protección del castillo y del proceso que la trajo al mundo. Mediante la cesárea extrajeron de la reina muerta el bebe de su vientre, entonces el médico de cabecera palmeó su diminuto cuerpo provocando en ella el primer llanto, después de esto lo sucedido pasó a la historia, la pelusa de cabeza se tornó de color rosado, sus ojos se abrieron y vieron el mundo con un asombro espeluznante, el cielo se había iluminado con una onda expansiva en cuanto comenzó a llorar, logrando que toda la flora del reino floreciera siguiendo el patrón del estallido que alumbraba desde el cielo, los pájaros cantaron y volaron durante días alrededor del castillo, anunciando la llegada de la princesa que los  protegería durante ese periodo.

Como algunos habían predicho Lavina, era un joven talento que no tenía comparación con sus antecesoras, se había hecho cargo de sus deberes mágicos a la edad de nueve años, y soportó el duro entrenamiento como si este fuera un juego para niños, ya que dentro de ella no solo convergían los sagrados poderes del Dios del tiempo Elade, sino que también la fuerza vital que había robado de su madre antes de nacer.

Desde muy pequeña fue consciente del precio y el estilo de vida que tenia que llevar, no seria como una reina cualquiera, pues nadie intentaría derrocarla o tomar su lugar como en cualquier otra monarquía, pues, aunque la adoraban, querían y respetaban nadie quería tomar su lugar. El ser la reina de Astrya era más una maldición que una dicha, ella no regiría nada en su vida, no sería invitada a discusiones importantes de gobierno, estaba destinada a morir por su pueblo, pero no a ser parte de él.




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