El mundo del espejo

Capítulo 6

El mundo de Avalum estaba divido en un sin número de países y reinados, entre ellos Astrya, un país al norte de la esfera, con flora y fauna que no envidiaban los demás. Era un país conocido por los extraños como una antigua civilización, conocedores de los misterios del universo y poseedora de grandes magos que cuidaban del bienestar de Avalum, pero no más de ahí.

Lo que sucedía en Astrya no pasaba de las murallas que rodeaban el  reino, incluso con los medios de comunicación masiva, los secretos que guardaba la capital eran sólidos y custodiados por un pacto de sangre que impedía que se difundieran, y una barrera mágica que cumplía como guardiana de las memorias de la gente que salía de la frontera.

De esa forma se habían mantenido en secreto los ataques diarios que sucedían a manos de las bestias del abismo, se ocultaba el hecho de que dentro de la barrera protectora no se había visto al sol o a la luna en doscientos años, se ocultaba lo que había pasado con el resto de las guardianas de los astros y sobre todo se ocultaba el hecho de que en cien años Astrya no podría contener dentro de sus murallas el resultado de la perdida de los poderes divinos de la luz y la oscuridad.

 

Lavina no tenía intención de llenar las cabezas de las recién llegadas de un mundo mágico y todo el peligro que conllevaba la tarea que todo su mundo esperaba que llevasen, era peligroso, no al punto de costarles la vida pero si bastante cerca de no poder manipular los poderes de los dioses en sus cuerpos y ocasionar un desastre natural de dimensiones incalculables, pues cuando se hablaba de las fuerzas más poderosas del universo en manos de dos chicas que habían descubierto la magia hacia un par de horas todo podía pasar.

Tenía que respirar profundo e idear una forma en la que ellas mismas se motivaran a participar, que ellas se introdujeran al mundo sin atiborrarlas de teoría, así que después de haber celebrado y entrado en shock cuando su piel se erizo y sus ojos divinos la llevaron a ver esas dos presencias dentro del reino como si fuera una visión, supo que nada las haría más participe de este mundo que experimentar por sí solas la magia, la problemática que se vivía día a día en Astrya ¿Había sido una buena idea? No del todo, pues después de lo ocurrido en el invernadero una se había vomitado y otra había sufrido un ataque de ansiedad hasta el desmayo. Pero Lavina era una fuerte creyente de que si no les hubiera mostrado aquello habría sido más difícil que lo creyeran con sus palabras, pues las banditas debían retirarse de un solo tirón y en momento en que habían cruzado a este caótico mundo, ya eran parte de él y la magia parte de ellas.

Ahora estaban ahí, y Asher le enviaba una mirada que despreciaba, pues Asher quien no quería verse involucrado en ese tema, era un fuerte partidario en que su forma de manejar a las recién llegadas era demasiado abrumadora y radical ¿Qué si lo era un poco? Ellas lo sabrían de todas formas, decía mientras discutía con el joven mientras ellas estaban en la enfermería después del ataque.

—no puedes pretender que ha sido buena idea ponerlas delante de esa cosa como si fuera ver un ave—recrimino molesto Asher a Lavina.

—¿qué querias? Que le hiciéramos una presentación de diapositivas, ya lo hecho, hecho esta, y me mantengo firme a que mi decisión fue la correcta.

—espero que seas tan imprudente y apurada en contarle como realmente fueron las cosas como en este caso—concluyo retándola con la mirada.

—tu tráelas y yo le diré lo que tengan que oír—Lavina se cruzó de brazos y le desvió la mirada en un acto infantil—y también llama a los Gallagher, necesito inspeccionar su magia. 

Le había dicho lo necesario y tan solo eso, pero aun así tenía la esperanza en su corazón de que ellas llegaran a acostumbrarse a como las cosa sucedían ahí, como era ser una princesa del glorioso Reino de Astrya, como era algo magnifico ser un usuario de magia o a tenerle la suficiente lastima al pueblo como para enfrentarse a las bestias para salvarlo.

 *****

Lavina dijo lo que creyó pertinente que supieran hasta el momento, ahora sus princesas no solo estabas atrapadas en un mundo mágico, sino que ahora no podrían vivir fuera de él.

—he arreglado todo para su estadía, y he mandado a reactivar las funciones de sus respectivos palacios, así que si hay que deseen para ayudarles a vivir aquí pueden decir a Asher para que mande a cambiar lo que sea—se sentía como si fueran princesas cautivas, un caramelo no haría que la situación mejorase. Fueron escoltadas por caminos contrarios yendo Yaya por el oeste y Sasa por el este.

El catillo estaba divido en cuatro alas, el ala del sol, la luna y del atardecer y finalmente un ala común donde se encontraba el gran salón donde se realizaban los encuentros abiertos para el público como lo eran fiestas y actividades caritativas organizadas por las reinas. El ala este o el palacio del amanecer, era el espacio del castillo destinado para el recipiente del poder divino de la luz, por ende estaba construido y ubicado de forma que fuera bañando por los primero rayos del sol una luz pura y dadora de energía y espíritu. Ahora este espacio alumbrado recibiría después de años de soledad un nuevo amo.

Sasa caminó rodeada de servidumbre a los escalones de su nuevo palacio, era lo más grande que una vez había poseído ¿y todo eso es mio? Le había preguntado a Lavina antes de marcharse cuando esta le señalo la edificación desde su invernadero, también pensó que necesitaría de Google Maps para no perderse entre los pasillos y habitaciones del recinto.

Al igual que el espejo que las había enviado ese mundo las puertas con tallados e iconografías que hacían alusión a la veneración del sol, se abrieron delante de ella, mostrando una sala del trono, algo que para ella se había vuelto algo común y menos fantasioso.

Al contrario del salón donde estaba el mágico espejo, este solo tenía una pared vidriada, era hermosa, reconoció detenida tan solo admirando como los cristales de colores formaban una imagen indescriptible frente a ella. Todo lo que tenía que ver en ese salón estaba decorado como si fuera un pastel de bodas de los 80s, era todo bañado en oro y mármol entonces apuro el paso no sin antes fijarse en aquel trono descomunal y brillante en que sin duda tenía que poner su trasero.




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