Aunque nadie había podido verlas las calles del reino tenían sus nombre en sus bocas, una Yaya, la otra Sasa, una rubia, la otra castaña, que eran mujeres bellas y que habían llegado desde el cielo, que ahora vivían en sus respectivos palacios que eran brujas completas dispuestas a frenar a las bestias del eterno atardecer, que traerían paz al país y vida el resto del mundo. Rumores llevados desde los pasillos del castillo hasta cada rincón de reino.
Y Lavina sabía que no tendría mucho tiempo hasta que el capitolio le pidiera explicaciones y que el resto de su pueblo les exija clarividencia respecto a los asuntos de la nobleza y a ninguna de las peticiones que se formaron en su cabeza pudo decirles que no, tanto el consejo como los ciudadanos tenían el derecho de saber si era oportuno crear esperanza o no.
Apretó sus manos sintiendo la punta de sus uñas en sus palmas, la ascensión que había travesado Yana la había dejado con un mal sabor en la boca, realmente la hubiera cagado si la princesa moría en aquella tarea o si la heredera de los ojos de Dios perecía por igual. Se giro hasta quedar boca abajo en la cama tapándose con uno de sus almohadones con olor a vainilla, demonios, maldijo sabiendo que tenia que ponerlas a practicar la magia cuanto antes si quería que su presentación en sociedad fuera un éxito. Pues como explicaba que sus salvadoras no podían ni siquiera levitar un guijarro.
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Abrio los ojos y dio un largo bostezo retorciéndose en su cama y en un intento de reacomodarse se dio cuenta que su amada chica estaba a unos pocos segundos de ella, levantó la mano y le acaricio el cabello despejándolo se su rostro, la piel rosaba de su mejilla se erizo al toque externo de sus uñas, Yana sonrió y poso su mano en la cabeza de ella quedándose a dormida por un rato más. Cuando sus ojos volvieron a ver algo de claridad Sarai no estaba en la cama, estaba sola con un dolor en el cuerpo inexplicable, la frente sudada y el cuerpo demasiado caliente. Se apoyo en la cama hasta quedar reclinada allí una de las sirvientas la vio forzando para mantenerse de pie y escuchó a la princesa decir que tenía demasiado calor, esta se apuro y llamo a otra para que la ayudase a desvestirla y a pasarle paños húmedos por todo su cuerpo.
Lavina cruzo el portal de la habitación siendo seguida de Sarai quien con la cara preocupada vio a su amiga con algún tipo de zombi pálido y débil—tranquila, la fiebre ya debe de haber bajado, unas horas mas de sueño y estará como siempre—dijo Lavina antes de salir por donde mismo había entrado. Sarai se quedo en la habitación cerciorándose de que su amiga recibiera los cuidados que necesitaba por lo que después de que cambiaran las sabanas húmedas se anido cerca del cuerpo de Yana esperando a que para lo que ellos llamaban la mañana ella estuviera bien.
Las horas habían pasado, y por tercera vez chica abrio los ojos arropada en su cama con el grueso edredón color azul marino, su cuerpo le pesaba y sentía que había dormido durante días sin parar, allí mismo mientras se hacia consciente de sus propias extremidades entro Sarai con una bandeja de fruta en la mano—entonces morir es lo que uno tiene que hacer una para la chica de sus sueños le traiga el desayuno—bromeo con la voz quebrada.
—no deberías bromear con eso—dijo Sarai cortante.
— ¿muy pronto?
—demasiado.
—¿Qué demonios fue lo que paso? —si intentaba hacer memoria de lo que había ocurrido, solo podía recopilar unas cuantas imágenes de ella nadando en la oscuridad o antes de empezar con la locura aquella.
—paso que casi te perdemos—irrumpió Grace en la habitación y tomo una de las uvas del plato de Yana—perdiste el control de lo que era real y lo falso allí adentro—Sarai recordó cuando ella estaba ahí, como todo había marchado viento en popa, como escuchaba la voz de Grace darle indicaciones como todo el lugar que había visitado cooperaba para que ella hiciera lo que tenia que hacer—se supone que la maquina te conectaría al lugar feliz de tu ultimo yo mágico y ahí harías una conexión con el y le dieras la bienvenida a tu magia.
—dolía—recordó al punto de que su piel se erizara y su pecho sintiera un revolcón—dolía demasiado allí dentro, todo mi cuerpo se estremecía de dolor ¿se supone que el proceso fuera tan… triste?
—ah ya veo, eso se debe a que tu conexión con tu vida pasada es mas fuerte de lo que anticipamos, por lo que el recuerdo no solo fue algo visual, sino que fue una experiencia mucho más profunda, este dolor del que hablas pudo haber sido lo que cortara mi influencia en tu mente—Grace tomo otra uva del plato—pero ahora todo esta bien, ambas poseen un sistema mágico común y funcional, por lo que ahora pueden empezar a practicar la magia divina sin problemas alguno.
—¿practicar magia? No me trae mucha emoción la idea—pensó cuando su cuerpo se volvió una antorcha humana—y si Yaya es la esperanza de este mundo—soltó un suspiro—mejor que se preparen.
— ¿piensan que toda esta hospitalidad es debido a sus lindas caras? Será mejor que paren sus traseros y busquen ropa cómoda pues este mundo tiene que ser salvado y por seguro no seré yo… ya yo pagué mi cuota—dijo parándose con gracia de la cama y sacudiendo su cabello para última frase—además con brujas con sus poderes será pan comido, no como otras que conozco.
Sarai y Yana se vieron una a la otra ¿aprender magia? Sonaba salido de la televisión, y demasiado fácil saliendo de la boca de un grupo de gente que se comían la magia con pan y mantequilla. Yana se paro de la cama flaqueando el primer paso, al parecer su cuerpo no estaba todavía al cien por ciento, y de inmediato pensó en las cinco uvas que la pelinegra le había quitado del plato, seguramente ahí había perdido la energía que le faltaba, frunció el ceño y emprendió el paso al guardarropa que le habían armado. Ropa cómoda, ropa cómoda, se repitió varias veces recordando el vestiducho que se había puesto en su primer día como princesa en el castillo cayendo en la conclusión de que la ropa más cómoda que tenía era el camisón de abuela que llevaba puesto en ese momento.
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Editado: 11.05.2021