El mundo del espejo

Capítulo 11

Esa noche un rayo cayo iluminando el cielo tormentoso, Izellah se despertó de golpe ocasionando otro relámpago por el susto, exhalo con fuerza pues debía mantener en control los poderes que acababa de heredar. Se había preparado toda su vida para ser el recipiente de la magia de la luz y no podía darse el lujo de ocasionar problemas en su primera semana con ellos.

Intento conciliar el sueño, pero no pudo, llevaba toda la noche con una idea martillándole al cabeza, lo mismo una y otra vez, y si tuviera alguna idea que la ayudase fuese más fácil, pero no, no había ninguna forma de combatir los ojos de aquel hombre que la torturaba. Así mismo la princesa paso en vela la noche completa, sin otro sonido que la voz ajena, los recuerdos tormentosos, la lluvia que caía a cantaros y los estruendosos sonidos de los truenos que la acompañaban.

Se levanto de la cama y sin dudarlo emprendió su camino al baño, bajo las enroscadas escaleras y girando dio con la puerta que necesitaba, un portal bañado en color oro como cada cornisa y detalle de su palacio. Su camisón rozo sus pantorrillas cuando ella lo dejo caer en la entrada, justo antes de abalanzarse en un clavado a la piscina que era su baño personal, su sitio privado, el santuario donde ella y tal vez una que otra criada tenían permitido entrar cuando ella estaba aseándose.

Nado a la parte mas profunda esperando olvidar cada cosa de lo que había pasado en el día anterior, pero no podía borrar aquel toque, el apoyo de su mano en la base de cintura evitando que cayera victima de sus torpes pasos—cuidado, los jarrones han empezado a volar desde que la princesa Amara recibió sus poderes—ambos sabían que no había ningún jarrón volador, solo ella y sus dos pies izquierdos intentando caminar en tacones y vestido formal. ¿entonces porque la había ayudado? ¿por qué había sido siquiera tan informal con ella? Una mujer con los poderes mágicos de una diosa, el simple hecho de dirigirle la palabra sin su permiso podía ser razón para que lo decapitaran.

Pero el rebosante de galantería la había sostenido y atrapado en sus brazos, dándole el vistazo perfecto a su rostro que no tenia una pizca de miedo o arrepentimiento, solo era el y sus ojos color café, su sonrisa coqueta y un olor que no podría borrar por mas tiempo que aguantara la respiración bajo el agua. Subió cual sirena sacudiendo su cabello fuera del agua ¡tenía que sacar al plebeyo de su cabeza! Exhaló determinada.

—princesa Izellah, la están buscando—la joven sufrió un vuelco en el estómago.

— ¿Quién me busca? —pregunto afanada a la chica que asistía hoy en el baño. No podía ser él, no tenía siquiera la potestad de entrar a sus aposentos y mucho menos pedir una audiencia con ella ¿pero y si era él?

—soy yo su majestad, Gunnar Serphent —el sumo sacerdote había entrado en el baño y detenido frente a ella sin esperar que se concediera la entrada, una que Izellah nunca le otorgaría.

— ¡Gunnar! —pronuncio su nombre como una amenaza, invocando furiosa una pantalla de luz que cubriera su desnudez— como te atreves a entrar a así a mi santuario.

—perdóname Izellah, no quise ofenderte de esa manera, y no espero que mi visita provoque tu desagrado, al contrario, vengo a invitarte a dar un paseo por el castillo.

—pudiste mandar un mensajero o tal vez esperar a que estuviera lista—refuto sin devolverle la mirada.

—tenia prisa mi princesa, además, estamos prometidos, no es como si la gente se lo fuera a encontrar como una falta a la moralidad.

—prometidos no necesariamente significa casados, le recuerdo que ese compromiso puede ser fácilmente desecho—amenazo intentando controlar  sus recién adquiridos poderes— ¿Cuál es la prisa entonces? —pregunto saliendo de la piscina fingiendo compostura.

—hoy los futuros reyes conocerán a sus instructores mágicos, elegidos especialmente por el capitolio y sus padres.

—le aconsejo que la próxima vez que me interrumpa anteponga los deberes reales a sus necesidades viriles—Izellah hizo una pequeña inclinación en fin de cumplir con las formalidades—con su permiso, ahora tengo que prepararme.

Gunnar salió de la habitación dejando su fuerte perfume en el ambiente ¿Cómo era eso posible? Se pregunto ordenando que ventilaran el espacio y esparcieran sales de baño y flores con el perfume capas de eliminar la presencia de ese hombre allí, finalmente se ajusto un conjunto masculino y tejió su cabello cuestión de que no entorpeciera su visión, y tomo sus tacones en la mano dudando si se los pondría ya que no estaba dispuesta a pasar por una escena como la del día anterior… se ajustó los tacones y salió del palacio del amanecer sin necesitar a nadie a su lado.

Amara estaba sentada en la grama con los pies descalzos, un parasol en la mano izquierda y una bebida refrescante en la otra, Izellah ni pudo evitar rodar los ojos  y negar con la cabeza rendida ante la escena tan poco digna de una futura reina—¿viniste a la playa o a un evento formal? —la reto con mirada.

—ojalá fuera a la playa—admitió soltando su cabeza hacia atrás—aunque el sol no me agrada— Izellah movió sus manos en dirección a amara y quito de la mano el parasol que llevaba exponiéndola al radiante sol del medio día.

—te viene bien salir de esa cueva tuya—dijo en carcajadas—pareces un vampiro.

—no es este un país amigable con ellos, déjame ser alérgica al sol—acompaño en risas a Izellah.

—amara, Izellah, dejen de juagar—ordeno Rainer a unos pasos adelantados de sus padres y el sequito que los perseguía—compórtense y tomen sus puestos.

—Perdone sir Rainer Weinheber, usuario de la magia del Dios del Tiempo Elade—ambas princesas hicieron una reverencia formal ante el príncipe.

—no es tan complicado tratarme como su superior ¿verdad? —pregunto con una sonrisa en la cara y luego sacudiendo su hombro en un movimiento mágico discreto que dirigió una bola de lodo que Izellah esquivo y termino en el ropaje de Amara quien dispuesta a probar sus nuevas fuerzas podía abrirse un combate mágico allí mismo.




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