Ni siquiera con los poderes que había recién heredado de los dioses se hubiera puesto de pie, tampoco era como si quisiera hacerlo, su cuerpo gritaba con incluso cada respiración, no era atlética y nunca lo había intentado serlo, era una artista, pintaba cuadros sentada, acostada, veía la televisión y pasaba hora muertas navegando en el internet siendo lo mas movido en su rutina salir con Sasa por los bares en noche de chicas para disfrutar de los tragos gratis mientras fueran jóvenes y hermosas.
Ahora solo estaba acostada en la cama escuchando como la alarma le recordaba que eran las seis de la mañana y tenia que ponerse la ropa deportiva para sufrir por un pueblo que no conocía, preguntándose por que la magia tenia que exigir tanto ejercicio físico, después de todo no recordaba a Merlín como un hombre musculoso y por donde iba ella tendría un “sixpack” completamente marcado en dos semanas.
Beep, beep
Seguía sonando la alarma que con un truquillo aprendido por la desesperación y la escuela tiro haciendo uso mínimo de su cuerpo atormentado por el entrenamiento. Le dolía pensar, le dolía acomodarse y sobretodo le dolía el volver a hacer consciente de todo. Ese día no se pararía, incluso Dios descanso un día, entonces ¿por qué ella no podía hacerlo? Una vez que se sumergió dentro de su sueño no volvió a despertar durante horas, había dormido lo que nunca, preocupando incluso a la servidumbre que dudo en alertar a la Lavina.
La reina no hizo nada, tampoco tenía porque hacerlo, conocía a la perfección el mal del que padecía su princesa, un agotamiento excesivo por el uso constante y explotador de su energía mágica y cuerpo físico “déjenla descansar y que nadie la interrumpa” ordenó esperando que ella lo disfrutara al máximo pues una falta como esa para su maestro era algo imperdonable, en el código moral de un caballero del castillo y más para el capitán de los mismos, entendía que los soldados solo debían descansar cuando él les diera el descansen en paz en el campo de batalla.
Yana revivió cuando había pasado unas 23 horas de sueño, se removió sintiéndose igual de adolorida que la primera vez que había despertado, a su lado había una cristal encendido iluminando una bandeja con comida caliente y varias naranjas partidas y peladas para su disfrute. Hizo lo posible para reclinarse y tiro la mirada por el ventanal el cielo recién se había iluminado como si un fuego artificial hubiera sido disparado y explotado, sin hacer ruido.
Su cabeza aún se sentía liviana y borrosa, su cara hormigueaba y sus piernas estaban entumecidas sin ser consciente del tiempo que había dormida. Se alimento y se tiro de la cama esperando que el agua fría le quitara la cuaja que cargaba, aprovecho su día libre para lavar su cabello con cuidado, peinar sus rizos y meterse dentro de uno de los vestidos que Lavina les había dado, se pinto la cara como no la había hecho en un largo tiempo y salió del palacio a dar un paseo por el jardín, esperan disfrutar lo posible de su día libre.
Algunos pájaros hicieron su sonido, una risilla inundo el aire y mientras caminaba hermosa por los jardines comunes apareció Asher con la armadura puesta ¿era ya la hora? No, era mucho más tarde, se aclaró la mente Yana escondiéndose instintivamente del sujeto detrás de una de las esculturas, pero era en vano, el sonido hojalatado que producía Asher al clavar los pies en el suelo se escuchaba cada vez mas fuerte, mientras que ella como si fuera un juego de las escondidas corría por el jardín sabiendo muy bien lo que le esperaba.
El juego había terminado, no había donde mas esconderse y eso Asher lo sabía—no me hagas perder más tiempo—su voz mantenía tono más gélido de lo habitual y sus ojos que se acercaron a ella desde el lateral mostraban lo molesto que estaba y lo poco que intentaba ocultarlo. Yana intentó balbucear una excusa, pero Asher la cayo antes de siquiera intentarlo—no lo intentes—le advirtió tomándola de la muñeca y tirando de ella esperando que le siguiera a donde el pretendía llevarla.
— ¡espera! —el no se detuvo haciendo caso omiso de sus intentos por frenarlo—no tengo la ropa adecuado para entrenar—dijo entre quejidos.
— no importa lo que lleves puesto—dijo mostrándose cortante. Su agarre era mas fuerte de lo que Yana podía manejar, así que hacia lo posible para igualarle el paso y no tropezarse o sentir de sus arrastres cada vez que se quedaba rezagada. Llegaron al medio del bosque y el caballero no había emitido una sola palabra, solo al había soltado ahí y tirado la parte superior de su armadura, apretado la cola de caballo—corre—dijo entre dientes.
— ¿Qué? —Yana no entendía lo que estaba pasando, por que la había traído ahí — ¿Qué has dicho?
— ¡corre! —esta vez lo escuchó claro y fuerte, y no dudo en emprender al huida, no sabia porque tenia que hacerlo, pero todo aquello le traía mala vibra y aquel hombre con los ojos matadores le había dicho que corriera y ella no lo dudaría. Giro sobre su propio talón enterrándolo en suelo para tomar impulso, antes de darse cuenta estaba esquivando arboles con dirección indefinida con el aliento quemándole la garganta y las pantorrillas rogándole por un descanso, y aunque quisiera detenerse tenia el presentimiento de que estaba corriendo por su vida, su estómago le advertía que podía vomitar en cualquier momento y su sangre acelerada le daba la razón.
El vestido no era lo mas apropiado para el deporte, pues justamente ese con el que había decido pasear como un cuadro del rococo, un corsé ajustado, una sombrilla de encaje y una cretona que la hacia sentir coqueta y que ahora le estaba clavando la cintura incluso un sombrero que había dejado olvidado en los jardines. Seguía corriendo a pesar de que todo jugaba en su contra. No quería mirar atrás, no estaba dispuesta a darse cuenta de que Asher le estaba pisando los talones y la clavaria con su espada, no quería saber lo que dolía ser cortada, no tenia intensión de conocer la palma de ese hombre o sus nudillos en la piel.
#16753 en Fantasía
#35742 en Novela romántica
comedia romance, sobrenatural problematico pasado, magas mujeres
Editado: 11.05.2021