El mundo del espejo

Capítulo 17

Todo el mundo sabía sus nombres, sus costumbres, sus lugares para pasar el rato e incluso lo que almorzaban durante el receso ¿era eso popularidad? Tal vez lo era, pero no lo describiría así en esta historia. No eran alumnas brillantes, no eran deportistas destacadas, ni siquiera eran las más talentosas artistas en sus distintas diciplinas, solo era dos par de raras.  

Andaban de la mano en todo momento provocando que más de una vez el colegio católico les llamara la atención por su comportamiento excesivamente cariñoso frente a los demás alumnos, a pesar de que ninguna autoridad se atrevía a mencionar algo referente a lo que ellos consideraban la raíz del problema sin explicarles de frente porque entendían que la relación tan intima que las envolvía estaba mal, que por qué estar una al lado de otra, darse besos en el rostro y propinarse una que otra nalgada lo que consideraban un juego divertido estaba mal. Solo se escudaban en el hecho de que este era un comportamiento inadecuado para las “estudiantes” indistintamente a quien fuera dirigido.

¿Por qué no habían hecho un escándalo sobre eso? ¿Por qué no habían acusado a su escuela en las redes por homofóbico? Pues era simple, no tenía caso, y aunque hubieran participado en lo que sea que destruyera el orden social  de su entorno, la verdad es que para ellas esos llamados, esas miradas, los cuchicheos, no eran nada que les molestara, por el contrario, esto solo era alimento para su ego, y razón que mantenía alejados a los demás , una coraza de la que se aprovechaban para ser ellas.  

Una vez que habían abandonado la fase de la escolaridad, cuando ya estaban dentro de un ambiente mas abierto y con menos recato, podría darse a entender que su exclusión terminaría y es que no, ahora que no tenían el uniforme reglamentario, destacaban por ser las mujeres mas diferentes una de la otra, mientras que Sarai vestía de jeans y suéteres y camisas, con colores sobrios como azules y grises, que reflejaban su personalidad sarcástica y desinteresada. Adornaba su cara con unos lentes gigantes debido a su miopía y el cabello platinado y recto que caía sobre sus hombros uno que rara vez dejaba suelto, en cambio Yana, que era un explosión de persona, esta no había abandonado su encanto infantil siempre con una sonrisa y la cara sonrojada llena  de pecas. Se vestía con ropa holgada y bohemia, vestidos y sandalias, cadenas y tatuajes que adornaban su hombros, un sombrero negro que la acompañaba en la mayoría de sus salidas y un cabello revoltoso color castaño que no solía ver un cepillo en días, todo esto sumado a un maquillaje de infarto con el cual no salía de casa.

No habían cambiado en nada, seguían siendo Yaya y Sasa contra el mundo, con las manos agarradas y haciendo sentir incomoda a todo el mundo que las rodaba cuando Yana se sentaba en las piernas de su amiga y le daba de comer algo que ella le hubiera preparado, así como Sasa insistía en acariciarle el cabello a esta en muestra de su cariño o besarse mutuamente en la cara. Ahora en la universidad no solo eran dos mujeres rara, sino que también eran la sensación, aunque no fueran particularmente las más bellas, pero una al lado de la otra era como una fantasía con la que cualquier hombre se imaginaba a su lado.

Sus nombres eran famosos en la universidad, ¿Qué era estar con las dos al misma tiempo? A que sabrían los labios de la castaña o como congelaría el cuerpo de la rubia, donde fuere que llegaran la gente solía compararlas, intentando separar la dupla, desentrenar lo que había debajo de aquel misterio tan atractivo para algunos holgazanes que se le acercaban con el propósito claro de que ellas lo acogieran y le revelaran sus secretos como si fueran encantadoras ninfas del bosque… y la verdad, es lo hacían.

Tenían un gusto riguroso y rebuscado, no cualquiera podía rebasar la barrera a sus cuerpos y por supuesto ninguno había llegado a su corazón, no le daban importancia alguna al concepto moral sexualidad, puesto que compartían la idea de que la vida era solo una, y que el sexo era solo una forma de relacionarse, por lo que tenían una larga lista de romances efímeros y sin relevancia, de estos solo un bajo porcentaje se mantenía las aventuras en secreto, pues ellas como seres míticos dentro de su ambiente, exóticas bellezas y toda esa misteriosa aura que les otorgaban los rumores, sus relaciones andaban de boca en boca ganándose la peculiaridad de promiscuas.

Dueñas de su propio mundo, solo consiente una de la otra, sin nada mas que valiera la pena que satisfacer sus propios deseos y necesidades ellas se habían vuelto parte de una pequeña leyenda urbana que al final no era ni tan grande, solo era un sitio pequeño con gente demasiado interesada en lo que el otro hacía.

 

******

Sarai se preguntó cuál era la necesidad de que fueran chaperoneadas en su vuelta a casa, ya Lavina les había advertido que no podrían permanecer mucho tiempo a casa, entonces porque Asher y Alister tenían que ir con ellas a la tierra. La idea le parecía demasiado molesta y sumaba una serie de explicaciones extras que dar cuando volviera con dos tipos que pegaban al techo con el pelo demasiado largo y trenzado para ser terrestres. Se puso la mano en el puente de la nariz y negó rendida por el bien de su vuelta a casa ¿Qué era lo peor que podía pasar?

El castillo había estado demasiado movido a tal punto de que ella pudiera notarlo, diariamente antes de al hora maldita por supuesto, entraban y salían caravanas que venían con regalos y entradas aparatosas, así mismo esta como una vez especial había podido ver a Lavina por mas de veinte minutos seguidos. Tenía semanas que no la veía durante de ninguna de las comidas estando ocupada dándole la bienvenida a los visitantes del castillo mientras que ellas entrenaban ¿seria esa la vida que les esperaba? No se sintió tan cómoda con la idea, solo quería vivir una vida tranquila.

Lavina estaba vestida con un vestido de fiesta y el cabello semirrecogido para que sus numerables tocados del cabello lucieran, se veía demasiado bella, casi irreal, su piel morena brillaba como si estuviera recubierta de escarcha y en su cara llevaba un delicado maquillaje que la hacía lucir demasiado joven para ser una reina, y es que, en verdad, Sarai no tenía  idea de cual seria la edad de su nueva regente. Lucia demasiado menuda, con el cuerpo tan delgado y chato como una preadolescente y su rostro un poco huesudo y angelical no la ayudaban para nada, lo único que le hacia confiar en esta mujer era el temple y la mirada madura.




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