El mundo del espejo

Capítulo 25

Aunque fuere un momento glorioso para el reino para Lavina esto no era más que una farsa, mientras que  para Yana y Sarai era un martirio

La luna hubiera estado alumbran la cúspide del palacio del atardecer donde un ligero quejido se podía escuchar muy cerca de la puerta de los aposentos de la reina Lavina. Frente a su cama reposaba en un pedestal un largo vestido blanco, uno para un evento sin precedentes, donde las campanas tocarían por todo el reino vanagloriando la ocasión donde la protectora de la barrera contraería nupcias con el fin de traer un siguiente heredero y mantener el legado en nombre del pueblo.

Para Lavina ese vestido no era mas que un recordatorio del final de sus días y no solo en un sentido literario donde llegaría de igual forma el fin de su libertad, ahora era hora de concebir intentar ser fuerte para traer una criatura que crecerá tan sola como lo había hecho ella, entonces Lavina recordó el abrazo de Grace transportándose al momento donde estaban tiradas en el suelo del invernadero y quiso creer que su descendiente no atravesaría un camino oscuro y tormentoso, nacería con los astros en el cielo, con compañeros de juego y sin la responsabilidad de proteger el país de ataques diarios. Cerros los ojos y estampo la cara contra un almohadón en medio de un suspiro, repitiéndose en la mente una y otra vez que todo estaría bien.

Las primeras campanadas anunciaron que había comenzado el día, desde todo avalum entraban vehículos oficiales para presenciar la ocasión, pero las nuevas princesas no fueran despertadas para ir a una boda de la que se habían enterado unos días antes, si no porque al mismo tiempo estas debutarían y ascenderían como las reinas de ese mágico mundo al que había llegado por cuestión del destino.

Sasa se había quedado a dormir al lado de Yana por ese tiempo después de lo ocurrido, la pelinegra no había dicho mucho de lo que había pasado, de hecho, no tenía los recuerdos lo suficientemente en ordenados como la hilar lo ocurrido, podía imaginar que las cosas no salieron como debían y que Asher fue a su rescate en un impulso por cumplir su deber arriesgando su vida de por medio. Sarai tampoco quiso indagar mas de la cuenta, pues ella misma estaba metida dentro de su cabeza en esos días. Había ignorado a Alister y sus intentos de explicar lo que lo llevo a ponerlas en tal posición así mismo como evitar hablar de aquel momento intimo que compartieron antes de marcharse tras Yana, ocasionando que prefiriera entrenar sola sus artes marciales y mágicas en el simulador que a costa de prueba y error aprendió a usar y sobre todo quitarse las ganas de entender lo que había soñado.

Pasaba una o dos horas allí metida, luego de cerciorarse que Yana estuviera descansando correctamente—tu resultaste mucho mas herida que ella, no deberías preocuparte por ti misma antes—le había dicho Asher cuando por igual se dignó a visitarle después del incidente, pero no le respondió nada, ella podría estar molida físicamente, lo que entendía que se mejoraba con medicina y tratamientos mágicos en el ala médica, pero Yana lo que sea que la persiguiera en su mente, las cosas que había visto en esa cúpula y de las cosas que no le había hablado necesitarían otro tipo de medicina y esa era ella.

Aceptó libros que Alister le había enviado con los empleados y se los llevó a su amiga para leerlos en conjunto; tomó de Anastasia y Kamile, sus ahora “asistentes domesticas” piedras mágicas y uno que otro tarro con plantas que estimularía el flujo de la energía mágica en Yana e incluso en ella misma que había convertido en accesorios los cristales y demás curanderías. El aposento principal del palacio del anochecer parecía ahora un lugar encantado, con arreglos florales por todos los lados, cristales colgando del techo como móviles y guirnaldas que iban de esquina a esquina y que no hubieran dejado ver las estrellas correctamente si de estas hubiera en el cielo.

Ese día que Sarai fue por Yana que no estaba en el palacio, se había levantado de madrugada y preguntado cómo llegar a la torre donde estaba la habitación de Asher. No lo había visto desde que la había dejado durmiendo sola en la cama y su imagen frágil del joven no salía de su cabeza. fue todo el camino con una vela en su mano, subió las escaleras preguntándose a sí misma ¿Qué le tenía que decir? Un ¿gracias? O un ¿Cómo estás? Sacudió esas ideas de su cabeza y reconsideró lo que estaba haciendo, pero entonces siguió avanzando, no tenía nada de malo que lo visitara luego de lo que había pasado sobre todo si había sido su culpa.

Avanzo sin invitación alguna, valiéndose de lo aprendido para no llamar la atención. Dio un paso dentro de la habitación oscura y vio un cuerpo reposando sobre una de las camas, sus ojos de inmediato identificaron  las garras marcadas en aquella definida espalda, sin duda era el a quien buscaba. Siguió caminando hasta pararse a su lado, había silenciado sus pasos con un truco mágico que aprendió de un libro de magia básica y se sentó a su lado queriendo suprimir lo más posible su presencia en la habitación. La cama se hundió al sentarse, miro su rostro, lucia dulce al dormir, muy lejos del ceño fruncido que solía llevar todo el día. Toco su frente, no tenía  fiebre y al parecer todo esta bien, pero lo que no estaba bien era su deseo de acariciar su piel.

Tomo la sabana y lo arropo esperando irse tan sigilosa como había llegado, sin embargo, una mano fuerte se posicionó en la suya impidiendo que se pusiera de pie del todo— ¿Qué haces aquí? —demando Asher, estaba muy seguro de que ella no era parte de su  imaginación, su piel debajo de su mano se sentía densa como para ser un espejismo y el aroma que había aprendido de ella era muy sencillo reconocer incluso con un truco como el que ella estaba usando— no creerías que no puedo ver detrás de tu hechizo ¿verdad? —Yana negó con la cabeza y tiro de la mano que tenía  atrapada —dime, ¿Qué buscas?




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