El mundo del espejo

Capítulo 29

Con la música sonando los caminos que dirigirán al salón estaban iluminados con fuego fatuo que se encendían a cada paso que ella y sus guardias la acompañaban, hubiera preferido no caminar y hacer su entrada sentada en un carro cargado por los mismo guardias, pero que mas daba, ahora estaba ebria sumado a su cansancio mental y disgusto por todo lo que rodeaba. No entendía a la perfección de Izellah odiaba haber sido parte de todo en primer lugar, pero aun así sentía un arrebato de odio cada vez que pensaba en lo que había sucedido ¡era injusto! Se quejaba con otra copa en la mano.

Camino con compostura, no era de las que hacían escenas, esa era Yana. El salón principal le dio la bienvenida por primera vez y allí se dio cuenta la importancia y peso que tenía  como princesa y ahora futura reina de Astrya. Entro como cualquier invitado, por la puerta principal, pero al momento en que puso un pie en la alfombra que dividía el salón en dos, allí la hicieron espera hasta que detrás de ella apareció Yana vestida como los dioses, estaba hermosa y no dudo en decírselo desde que la tuvo cerca. La castaña miro a su amiga y sintió sus ojos empañarse, conocía los poderes de Sarai, pero nunca la había visto tan hermosa como lucia en ese momento y deseo verla bajo la luz del día cuando el sol besaba su pálida piel y su cabello brillaba como hilos de oro que jugaban con el viento.

—entramos—le pregunto tomándola de la mano, sintiendo nostalgia al hacerlo ¿Cuándo había sido la ultima vez que se tomaron de la mano? No había lugar donde se sintiera más segura que a su lado, ella era su casa y sabía que Sarai pensaba lo mismo.

El salón que estaba repleto se callo de golpe cuando ellas dieron sus primeros pasos al frente, no tenían idea de que hacer, no lo había practicado, tampoco se habían criado ahí como para conocer el protocolo, así que solo siguieron desfilando, apretando el agarre de sus manos para no mirar a los lados. Parecía un evento de moda, ellas, aunque destacaban del resto no dejaban al publico por debajo, cada persona estaba vestida con atuendos sacados de un mismísimo libro de fantasía. Y no era el alcohol que rodaba en bandeja tras bandeja que las hacia ver seres que de seguro nunca iba a ver en la tierra, orejas puntiagudas, branquias, pieles de colores exóticos y es que esto era avalum, el mundo de fantasía donde habían llegado por cuestiones de destino.

Agradecieron que los caballeros detrás de ellas no la habían abandonado pues estos en dicho momento las llevaron sin ellas notarlo a los pies de sus respetivos tronos. Unos asientos de tamaño descomunal, la versión original de los que tenían cada una en sus palacios. El solo mirarlos las hacia sentir pequeñas y sin poder creer que ellos esperaban que ellas se sentaran ahí en vez de mezclarse en la multitud como hubieran querido.

Cada una subió los peldaños hasta situase frente los asientos y cuando estuvieron frente a la multitud, con las manos sudados sosteniendo sus corazones, vieron desde lo alto como desde el primero hasta el último ser vivió en el estancia hizo una reverencia hacia ellas que se vieron una a la otra sin saber que debían hacer. ¿Dónde estaba Lavina? Se pregunto Yana ansiosa, que busco insistentemente alguien que conociera. Al cabo de unos segundos de silencio, un violen resonó desde el palco donde estaban los músicos y la gente retomo su estado previo de fiesta. Ambas se sentaron en sus fríos tronos y fueron servidas como reinas, como una vez hace 200 años fueron servidos los últimos reyes sentados en sus mismos puestos.

La vibra del salón volvió a decaer diez minutos después, ya cuando Sarai estaba cabeceando en su asiento y Yana contrabandeaba bocadillos sin saber que podía comerlos son problema alguno. El suelo comenzó a retumbar, una marcha de por lo menos veinte personas camino por la misma alfombra que lo habían hecho ellas, con cetros que chocaban piso marcando el ritmo con sus sonidos secos y envolventes. Sarai abrió los ojos y reconoció de un dibujo el uniforme que vestían. ropaje blanco y negro, gorros y estolas con la infame insignia. Sus uniformes estaban muy lejos de lo que llamaría “pasado de moda” lucían diversos diseños manteniendo la etiqueta de la institución, al igual que llevaban sus armas mágicas expuestas como un accesorio que los dotaba de valor y orgullo como clérigos y sacerdotes del capitolio.

Caminaron agrupados hasta colocarse frente a las princesas dejándole una mueca en el rostro a Yana que por igual se imagino quienes eran los que habían entrado con tanta rimbombancia. El grupo para sorpresa de Sarai era variado y no compuesto por viejos de cara cuadrada como los había imaginado, peor no, eran de diversas edades etnias y sexos, tamaños inclusive distinguió uno que otro ser de misteriosa procedencia. sus expresiones faciales y comportamientos eran de igual forma variada que sus aspectos físicos, unos iban sonriendo, otros iban tan serios como el clima de la habitación mientras que otros llegaban con el rictus amargado.

Se detuvieron y tres de ellos al unisonó comenzaron a subir los escalones que dividía a las princesas del resto, de los tres el del centro, quien lideraba la procesión se justo al frente de ellas. Un ser en particular, uno que con su sonrisa ocultaba el color de sus ojos. Este inicio una reverenciara junto a toda su corte que no le daba buena espina a ninguna de las dos. Lucia joven, mucho más cunado vestía con galantería un capa de medio lado y su cabello corto metido detrás de sus orejas —lamento no haber venido antes—su voz sonaba noble, dulce pero inflexible y su mirada fija que escudriñaba a las rarezas de la corona perturbaba a Sarai que si tenía que esconder—descuiden—comento poniéndose de pie, los invitados prontamente siguieron disfrutando de la noche de ensueño que el castillo había preparado para ellos—no hay porque ponerse nerviosas—dijo como si eso les quitaría la ansiedad que provocaba su altiva presencia, una que recordaban con Lavina y que al mismo tiempo diferían tanto—mi nombre es Erick Van Hausen Sacerdote Mayor del capitolio.




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