―Entonces ¿cuántos años tienen?
Medianoche, Teko, Paquito y Jenny cruzaban la montaña del nuevo mundo que Paquito había creado. Él interrogaba a los animales sobre el pasado de Ana y Viviana.
―No sé con precisión ―comentó Teko―, mi inteligencia era limitada cuando vivía en el mundo real. Pero algo recuerdo que volé hacia la entrada del mundo de Ana cuando ellas tenían cerca de ocho años. Me dejaron quedar en este mundo y poco a poco fui aprendiendo y encontrando gusto por el conocimiento. Por lo que aprendí sobre mi raza, yo debí tener unos diez años cuando eso sucedió.
―Yo llegué cuando ellas tenían seis años ―el rostro de medianoche era completamente inexpresivo, pero en su voz se notaba nostalgia, quizá tristeza―. Tampoco recuerdo mucho, pero había frío, hambre y mucho miedo. Ellas me salvaron cuando era cachorro, creo que eso pasó.
―¿Las querías mucho, medianoche? ―Jenny jadeaba, subir la pendiente de la montaña era un tanto pesado.
―Ambas me cuidaban mucho cuando eran pequeñas, y yo las amaba a las dos. Fue una tristeza para mí que pelearan por un hombre.
―¿Qué fue de él?
―No lo sé, Franz ―Teko volaba con dificultad, intentando no adelantarse demasiado― Él se casó con Ana , pero no creo que la amara. Hubo una pelea, creo que él intentó reconquistar a Viviana y eso causó no sólo más conflicto entre las hermanas, si no en su matrimonio. Terminó huyendo de casa, dejando a Anita con dos niños pequeños.
―¡Lo sabía!
Habían llegado a la cima de la montaña, y tal y como Paquito lo había imaginado, detrás había una playa de arena dorada y el mar color esmeralda. Los niños se apresuraron a bajar.
―Lo único que le falta para completar mi sueño es una ciudad llena de niños jugando ―Paquito jadeaba con una enorme sonrisa en el rostro
―¡Es grandioso, Franz! ―Jenny se había quitado los zapatos y metía los pies desnudos entre la arena―. ¡Qué mundo tan maravilloso has creado!
Por unos minutos se olvidaron de su plática anterior. Paquito le platicó a Jenny de que esa playa detrás de la montaña era un sueño recurrente para él. En verdad deseaba crear un mundo así, pero le faltaba la ciudad y quizá sus amigos del orfanato, jugando en la playa con ellos.
―Es una pena que no podamos traer aquí a todos los niños huérfanos ¿Lo imaginas? ―Jenny metía sus pies entre la espuma que formaban las olas―, que pudiéramos regresar sólo para ser adoptados y regresar aquí con nuestros nuevos papás y una gran cantidad de niños que viviríamos felices.
―Eres maravillosa, Jenny ― Paquito estaba conmovido de los sueños tan simples pero llenos de amor y felicidad que ella tenía.
―Ahora regreso ―dijo Jenny ― Voy a ver si puedo atrapar esa gaviota que está a lo lejos.
―Teko ― Paquito aprovechó la distracción de Jenny para hablar a solas ― Sé que hay algo. Los monos están más que enfadados. ¿Qué fue lo que…?
―¿Sabes que Ana y sus hijos no gastan un centavo en ustedes? ―Medianoche interrumpió entrecerrando los ojos.
―¡No, medianoche!
―¡Tienen que saberlo! Tengo un amigo que dice que la mayor virtud del hombre es la verdad ¿Sabes quién es el amigo del que hablo? ―el gato habló enérgico. El búho parecía debatirse interiormente
―Sé que lo he dicho ―Teko se posó sobre una palmera pequeña―, pero ellos…
―Mira chico ―Medianoche saltó a la palmera, quedando a un lado de Teko―, Ana no ha invertido un centavo en ustedes. Su imaginación ha creado animales de granja, árboles frutales, hortalizas y todo lo que se necesite para sustento. Y como no quiere que esos animales cobren consciencia, ha hecho que los monos se encarguen de todo. Ellos los alimentan, limpian los establos y también se encargan de sembrar y cosechar frutas y verduras. Todo con lo que ustedes se alimentan se produce aquí sin gastar un quinto en ello.
―Pero ¿la ropa que…?
―La ropa no es gran cosa ―Teko interrumpió a Paquito―, Eduardo se encarga de comprar retazos de tela baratos y de muy mala calidad. Se aprovecha de que Susy adora diseñar ropa y ella logra maravillas con telas que no costaron más de veinte pesos.
Paquito observó a Jenny corretear a unas gaviotas que no parecían muy convencidas de entender lo que la niña les gritaba, simplemente se alejaban de ella.
―La avaricia de Ana y Eduardo es cada vez más enfermiza ―dijo medianoche―, y no sabemos qué tan peligrosos se han vuelto, qué tanto daño son capaces de hacer con tal de obtener más y más ganancias.
―Ana aún está convencida de que el encanto se pierde cuando se enamoran ―Teko negó en señal de que reprobaba esto―, pero sé que no es por eso, Pablo de hecho se enamoró hace algunos años, incluso estuvo a punto de casarse, pero cuando Anita y Eduardo se enteraron, se encargaron de ahuyentar a su novia. Todo para evitar perder a su guionista.
―Pero no fue entonces que Pablo perdió gran parte de su encanto, fue mucho después ―Medianoche sonaba apesadumbrado―, y nadie tenemos idea de por qué le disminuyó tanto.
―Nunca se lo hemos dicho a nadie. Pero desde que Anita tiene a los huérfanos, ha estado dando en el alimento un brebaje que los mantiene inmaduros en ese aspecto. A partir de la pubertad es normal que niños y niñas comiencen a sentirse atraídos unos con otros, enamorarse, pero ella lo impide por temor a que pierdan el encanto y que le pidan su dinero junto con su libertad.
Editado: 20.09.2023