Todos los chicos estaban en el auditorio, mostrándose deprimidos y enfadados, nadie hablaba, sólo perdían sus miradas en las paredes o en el cielorraso.
―Tenemos que huir. Todos ―Christian rompió el silencio.
―¿Estás loco? ―reclamó Violeta―, ¿no vieron lo que sucedió?, ¿no vieron que todo fue justamente por quienes trataron de escapar?
―¿Y quieres quedarte como su esclava toda la vida? ―chilló Lily
―¿Qué más quieren? Aquí tenemos comida, tenemos ropa, tenemos un lugar donde dormir.
―¡Aquí somos prisioneros, Violeta! ―Gio se paró frente a ella―. ¡No puedo creer que te pongas de su lado después de lo que le hicieron a Jenny!
―Miren, hagan lo que quieran ―reclamó Violeta levantándose―, pero yo sí soy agradecida. Yo sí reconozco que mamá Anita nos ha dado lo que en el orfanato jamás hubiésemos tenido. Por mí puedo hacerme vieja en este lugar y continuar con esta vida cómoda y tranquila. Si alguien está conmigo, sígame.
Todos se quedaron sentados, observándola con enojo. Ella bufó y apretando las manos caminó hacia la salida.
―¿Nos delatarás? ―preguntó Gio
―Ya les dije que hagan lo que quieran. Pero cuando Eduardo o mamá Anita los confronten, díganles por favor que yo siempre estuve en contra. Saben que no pueden salir de este mundo sin el permiso de mamá Anita así que buena suerte. ―Dejaron que Violeta se retirara y comenzaron a hablar.
―Nosotros sabemos la forma ―dijo Dany señalando a los mellizos―, es como pensábamos huir desde antes.
―¿Cómo es? ―preguntó Susy
―Se nos ha hecho creer que mamá Anita tiene este mundo sellado completamente, pero no es así ―explicó Andy―, si lo sellara por completo, jamás podríamos salir por esa puerta para nuestras presentaciones.
―El portal tiene la instrucción de abrirse cuando habrá presentación ―continuó Lily―, basta esperar el día de la presentación. Tendríamos que convencernos a nosotros mismos de que ya es la hora de salir, así engañaremos a la puerta y podremos salir antes.
―Tendríamos que hacerlo el próximo viernes que es cuando iniciamos las obras en Edimburgo ―Andy frotaba su barbilla―, ahora que Eduardo está débil es el mejor momento
―¿El viernes? ―preguntó Susy con el entrecejo fruncido― Estaremos en Escocia ¿Recuerdan? ¿Qué diablos vamos a hacer en un país que apenas conocemos, sin dinero y sin conocer a nadie?
―¿Crees que no pensamos en eso? Déjame refutar lo del dinero― Andy habló con un fingido ademán de indignación―. Eduardo cree que recuperó el dinero que tomamos, pero la realidad es que sólo tiene una visión de su dinero. El real está protegido en nuestra habitación.
―¿Cuánto es? ―preguntó Alexandra
―Lo suficiente para que sobrevivamos unos meses ―respondió Dany―, en ese tiempo podemos aprender a crear nuestro propio mundo encantado así que no tendremos problemas
―Pero hay algo más que no han tomado en cuenta ―Medianoche había estado callado, observando todo desde lo alto del telón. Saltó hacia el escenario cayendo como una ardilla voladora―. Se están arriesgando demasiado, más de lo que creen.
―¿Cómo? ―preguntaron a la par
―Anita les ha hecho poner sus nombres en los reglamentos ―explicó el gato ―, en ellos lo que hicieron fue firmar un contrato en el que, si se les sorprende cruzando la puerta con dinero robado y con la intención de huir, Anita puede dejarlos atrapados aquí de por vida.
―¿No podremos salir con el dinero? ―dijo Susy
―Sólo puedo decirles que Eduardo está más que enfadado por esta confrontación y Anita siempre le cree en sus versiones. Si se les sorprenden huyendo con dinero robado, Anita sólo tiene que pararse en la puerta para exigir que su contrato sea cumplido y en ese momento ustedes les pertenecerán para siempre, aquí o en cualquier mundo.
―¿Y por qué Eduardo no permitió que huyéramos y así apoderarse de nosotros? ―preguntó Lily
―Porque él desconoce este contrato, así que si van a escapar, tiene que ser sin que Anita lo sospeche o los dejará atrapados aquí para siempre.
Mientras dentro del auditorio continuaba la charla, un ojo negro y rodeado de plumas vigilaba desde un orificio detrás del telón.
Luego de un par de horas planeando sobre el día y la hora, todos fueron hacia sus dormitorios. Malasuerte salió de detrás del telón y emprendió el vuelo, graznando triunfante.
Al viernes siguiente por la mañana, Pablo platicaba con su madre mientras compartía con ella el desayuno.
―¿Vas a dejar de confrontar a Eduardo? ―decía Anita. Pablo frunció los labios―. Hijo, son hermanos, los hermanos no deben pelear.
―Así como tú y tía Viviana lo demostraron ―dijo Pablo como quien no quiere la cosa.
―Justo por eso te lo digo, porque no quiero que terminen como Viviana y yo.
Editado: 20.09.2023