El Mundo Gris.

Lo más importante, lo más importante.

—Y ninguno de ustedes puede hacerlo —dijo una de las ratas con uniforme militar que salió desde atrás de un muro caído.

De la nada, salieron ratas desde todas las direcciones.

La araña miró al gato esperando que usara su ventaja de tamaño para responder, pero se decepcionó bastante cuando notó que de nuevo estaba arrinconado.

No puedo decir con certeza cuánta distancia recorrieron, pero para el gato ya había sido suficiente camino como para seguir cargando a todo el batallón de ratas. Se resbaló un par de veces, hasta que los roedores decidieron seguir a su propio pie. Hora y media después de eso dieron con su destino.

—Aquí conocerán la ley —presumió una, mientras que de un empujón bajó del gato a quien los guiaría por su palacio hecho de chatarra, cartón y madera mohosa.

Andando por el lugar, se dieron cuenta del mucho movimiento de ratas. Fácilmente, eran una población fundada desde hacía muchos años.

En un callejón, al lado de la calle por donde pasaban, una rata apuñalaba a otra; más adelante, otras esperaban a que las ratas militares pasaran para seguir jugando con sus pequeñas cartas; unas madres agarraban a sus crías que escarbaban en la basura y en una esquina varias comían del cuerpo de alguna víctima de robo. Era un desastre, no solo a la vista.

Unas luces navideñas blancas le dieron la bienvenida a un lugar diferente. No se entraba por una cortina vieja y sucia, sino por una puerta que era de madera maciza. Entre varias ratas desnutridas empujaron para dejar salir una luz cegadora acompañada de risas.

—Señor, lamento interrumpir —comenzó diciendo la rata guía, mientras que las demás bajaban del lomo del gato, dejando sola a la araña—. Pero tenemos algo que puede interesarle.

No respondieron. La escucharon, pero regularmente les parecía mejor ignorar a todos. Siguieron comiendo y bebiendo confiadas.

—Señor...

—Dije que no me molestaras mientras hablo de cosas importantes con mis ejecutivos —le lanzó una uva que no le pasó ni cerca. La fruta se coló por la puerta y en segundos, fue rodeada por un montón de ratas hambrientas de afuera.

Un grito despavorido soltaron las ratas gordas al mirar al gato. Todos buscaron escapar por las telas que tenían atrás tan rápido como sus cuerpos regordetes les permitieron.

—¿Qué cosa es? —susurró uno.

—N-no... no te tenemos miedo —divulgó la más temblorosa—. Nos alejamos de ti para que conozcas que hay un abismo de nivel entre nosotros.

—¿Qué pretendías que hiciéramos con él? —interrogó otra, a la rata guía.

—Estábamos recolectando comida cerca del restaurante de los animales de granja, cuando los vimos hablar mal de sus mandatos, señor —mintió—. Pensábamos en una recompensa —sus pequeñas patas apretaron con fuerza la gorra que tenía contra su pecho.

—Hemos prohibido la búsqueda de comida, nadie aquí tiene hambre —la barriga de una de las ratas guardia rugió de hambre—. Acaben con él.

Las súplicas de la rata para que no se la llevaran fueron inútiles. Así como hicieron con el gato, otros guardias la tomaron entre todas y la desaparecieron en un pasillo oscuro.

—Debemos irnos de aquí —le susurró la araña al gato mientras que ambos volvían su mirada a las ratas obesas.

—Para esa cosa, la cárcel, nadie puede arruinar la fiesta que tenemos encima del abismo. Que muera en la prisión del ave. Al pájaro ya no lo necesitamos, haremos un festín con él para nosotros hoy, lo merecemos —todas las ratas gordas asintieron.

—Sí, señor —se despidió la rata guía mientras que con pesar apuntaba su aguja hacia el gato para que se moviese.

Mientras que salían de la habitación, una de las cortinas de seda chocó con la cara del gato.

—Ese olor —pensó.

Dicen que el amor a primera vista sucede una sola vez, pero en ese lugar tan extraño, él volvió a ver sus ojos cuando los recuerdos le cayeron como agua fría. Ese era su olor, su perfume estaba impregnado en todas las telas caras que rodeaban las sillas del lugar. La recordó a ella y se enamoró por segunda vez.

Desesperado, comenzó a oler todo lo que podía mientras que las ratas quedaban confundidas con su actitud.

—¿Recordaste algo? —Quiso saber la araña aferrándose para no caer por sus movimientos bruscos.

—Recordé lo más importante —dijo con emoción.

—¿Lo más importante? —preguntó ella.

—Lo más importante, lo más importante —repitió un loro enjaulado.



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En el texto hay: fantasia, oscuridad, animales

Editado: 05.11.2025

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