El Mundo Gris.

Su destino.

—Ya veo —la voz repentina asustó a ambos—. Por eso es tanto revuelo.

Un espantapájaros que usaba un saco con parches y tenía solo una expresión en la cara, los miraba desde atrás. Sus piernas de paja eran las causantes del sonido, gracias a las mismas tenía una forma de caminar peculiar. Como si con cada paso fuese a dar contra el suelo.

—¿Lo conoces? —susurró la araña volviendo al lomo del peludo animal.

—Todos —intervino, dando pasos largos en su dirección—. De diferente forma e incluso nombre, pero al final todos me conocen.

El gato retrocedió en cuanto el espantapájaros puso su cara frente a la suya.

—Estás lejos de donde perteneces —su boca no se movía, pero podía escucharse con claridad su voz. Miró hacia arriba y usando como referencia a dónde voló el loro, supo a dónde se dirigían. Siguiendo ese camino solo te alejarás más.

—Buscamos algo importante —contestó la araña sabiendo que posiblemente se metería en sus planes.

—¿Algo? —puso sus ojos de botones en dirección al gato—. Se alejarán de lo que necesitan solo por ir detrás de algo que quieren —de un movimiento tomó al gato—. Típico animal.

La fuerza del espantapájaros era grande, pero en pánico el gato supo sacar sus garras.

—Conmigo no te sentirás bien, pero te irá mejor —explicó viendo cómo el gato por su miedo había terminado de quitarle un brazo.

En cuanto cayó al suelo, salió a toda velocidad hacia donde el loro había señalado antes. Pero su secuestrador comenzó a seguirlo de cerca.

Se le escabullía de las manos cuando este lograba acercarse lo suficiente y de igual forma que con las ratas, se escabullía por donde veía la oportunidad. Hasta dar con un bosque de árboles altos y mohosos.

Escaló por un risco con la velocidad digna de un gato y fue así que dejó atrás al espantapájaros que se quedó de pie viéndolo alejarse. Parecía que viviría escapando.

No puedo decir si algún momento fue de día en ese sitio, pero la poca luz que hubo desapareció mientras cruzaban ese bosque sin idea de a dónde ir.

—Es mejor descansar, no has hecho más que correr —aconsejó la araña con miedo a la oscuridad.

—No puedo perder tiempo.

—¿Sabes a dónde vas?

Hubo silencio por un momento.

—No lo haré si descanso. No tengo tiempo y nada que perder.

—¿Y qué tal la vida?

Esa pregunta lo hizo dudar de su arrebato de valentía, miró a su alrededor y con mucho miedo analizó mejor la situación. Buscó una roca cercana y debajo de ella consiguieron un lugar acogedor donde pasar la supuesta noche.

—No eran buena mezcla de colores los de aquel espantapájaros —buscó una conversación la araña.

—No veo colores desde que llegué aquí —respondió con los ojos cerrados.

—Pero sí en la oscuridad —soltó una pequeña carcajada—. Qué casualidad.

El gato no dijo nada. Se quedó pensando en cómo es que había olvidado su meta en ese lugar, cómo es que después de tanto tiempo había logrado olvidar por un momento el accidente que le había quitado lo más importante para él, lo que lo llevó a tomar esa decisión.

Ese olor como serpiente astuta se coló por su nariz otra vez y llegó hasta su cerebro. Allí, como si actuara con intención, abrió la puerta de su pasado, pudo recordar el rostro de su amada. Estaba ahí frente a sus ojos, acostada en su cama, luego la vio pasar en patines por el parque, incluso la vio sonreír al cocinar. No recordaba su nombre, quién era, pero su corazón latía como si él sí supiera. Le parecía hermosa en todo sentido, la conocía, la amaba.

Hundido en estos preciosos momentos, no se percató de que cada uno de esos recuerdos iba perdiendo su color. No veía ya el color de sus ojos, ni el de su cabello cuando instantáneamente la vio ahora sentada a su lado discutiendo sobre alguna cosa. Estaba histérica, pasó algo muy malo. Recordó sus manos en el volante, como para él todo era borroso y confuso, pero abrió los ojos antes de que pudiese ver más.

En sus peludos cachetes había lágrimas. Le era tan extraño que su cuerpo supiera lo que pasaba, pero no su mente.

—¿Recuerdas de dónde vienes? —Insistió el arácnido en tener una conversación.

—No. Pero pensar en eso no me trae ninguna buena sensación, debe ser un lugar como este. Oscuro y gris.

—Oh —exclamó decepcionada—. No conocido a nadie que recuerde cómo llegó aquí —siguió tejiendo su cama en un rincón—, siendo honesta, a nadie le importa. No hay tampoco muchos habladores, incluso si le cuentas buenas historias, la mayoría te ignorará. Por ejemplo, el día que perdí mi pata comencé a soñar con pequeñas crías de comida —el gato fue cerrando los ojos de a poco—, suena loco, pero realmente tenían vida y yo jugaba con ellos... —miró al gato dormir, sonrió y se acurrucó frente a él.

Miró afuera un momento y pensó que al fin podía haber encontrado un camino, su destino. Juntos, se quedaron dormidos profundamente.



#1182 en Fantasía
#169 en Paranormal
#65 en Mística

En el texto hay: fantasia, oscuridad, animales

Editado: 05.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.