Era de esperarse que el loro desapareciera tan rápido como lo hizo. Pero, por otro lado, el gato no dejó ni siquiera que dijera una palabra más antes de arañarlo todo y ponerse a correr por entre los árboles.
—Será demasiado tarde si sigues haciendo esto —continúo el espantapájaros—. Estarás mejor junto a mí, lo estarás.
¿Has corrido alguna vez en un centro comercial que no conoces? ¿Has corrido una carrera en una ciudad que visitas por primera vez? Si no, es porque entiendes que correr con los ojos vendados es lo más parecido a estos ejemplos. Sin rumbo puedes chocar, perderte o tardar más en encontrarte.
Para el gato no había otra solución que dar toda la potencia que tuviera en sus patas, iba sin remedio atravesando el bosque.
—¿Quién era ella? ¿Por qué la recuerdo tanto? ¿Acaso es un recuerdo o solo un sueño? —Se preguntó al andar.
Su mente la tenía tan concentrada en descubrir quién era que no le prestaba atención a la araña que quería ayudarlo a salir de ese enrollo. Solo podía escuchar sus dudas, hasta el punto de que solo corría sin saber de qué escapaba.
—¿Ella es lo que buscó? ¿Es lo que necesito? Solo soy un gato, ¿no?
Veía hacia el frente, pero no le era alentador ver que estaba perdido. Ni siquiera podía divisar los colores, no podía frenar e iba a toda velocidad hacia un lugar que no conocía. No sabía a dónde iba, pero sentía que llegaba tarde.
—Necesito dar con ella, necesito saber quién es, necesito recuperarla —le consiguió un sentido a sus desordenados recuerdos.
Ya no escuchaba una risa, sino la de ella. No veía los ojos de una chica, miraba sus ojos. Se dio cuenta de que esta persona que había estado buscando coincidía con quien andaba rondando en su cabeza, recordó que ese nombre no era una palabra vacía, sino que era el nombre de quien alguna vez fue la persona más importante para él.
—Yo te perdí— esa discusión en ese auto fue la última vez que la vio con vida—. Te encontraré.
Apresurado subió a un árbol y mientras quería alejarse más de ese espantapájaros se quebró una rama. Cayeron él y la araña por la colina sin poder frenar, tan rápido que al espantapájaros solo le quedó verlos irse de la misma forma que la primera vez.
—Gato, ¿qué sucede? —Quiso saber la araña que había estado insistiendo en esa pregunta.
—Lo recordé, recordé quién soy— vociferó corriendo con más alegría—. Ella era mi esposa, estábamos recién casados y la perdí...
—¿Quién? ¿Cómo la perdiste?
—No importa, fue mi error, debo enmendarlo, voy a conseguirla. Tengo que.
Corrieron por un valle muy extenso hasta que frenaron en un lago poco profundo.
«Me quiere alejar de ella», pensó mientras buscaba la respuesta a la extraña conducta del espantapájaros.
—No puedo permitirme hacerlo de nuevo, no puedo dejarla de nuevo. Escucharé esta vez, lo haré — por un segundo le pareció escuchar el sonido fuerte de un camión, aproximarse y se frenó de golpe, justo en el lugar correcto.
—Pensé que no frenarías —dijo la araña.
Frente a ellos había un árbol enorme con el que el gato casi impactó.
—Son los primeros que no lo notan —el búho logró llamar su atención con esas simples palabras.
Ambos atentos lo buscaron en la copa del árbol.
—Debo decir que no muchos llegan hasta aquí —fue en ese momento en el que el gato miró a su alrededor y notó que solo podía divisar el lago—. Tranquilos, conozco este horrendo lago.
—¿No te gusta?
—Ni un poco —le respondió a la araña—. Me encantaría dejarlo algún día.
—¿Por qué no te vas volando? —Habló la araña por el gato.
—Mis padres no sabían volar, nunca pude aprender. Llevo en este árbol diecinueve largos años, en unos días, veinte.
—Quizás sea momento para salir también —tradujo de nuevo la araña.
—¿También? —remarcó el búho.
—Nos ayudarás a salir, ¿no es así?
—Claro, he ayudado a muchos —pensó en eso un momento—. Todo dependerá de dónde quieren ir.
La araña dudó en hablar.
—No puedes terminar un viaje sin comenzarlo.
—Dile —intervino el gato—. No tenemos tiempo.
Luego de una breve conversación y de la despedida, la araña sintió lástima por el búho, sabiendo que, aunque conocía cómo salir, era el único que no podía hacerlo.
Antes de que cayera la noche, montañas de basura de todo tipo aparecieron en el horizonte.
—¿Y si el loro tenía razón?
—Pensé que no lo escuchabas.
—Todo ha sido muy rápido.
—Está bien, ¿no? Eso querías.
Frente a mucho desastre, dudó de que realmente buscaba.
—Quizás ella estaría mejor si no lo hubiese conocido, podría estar mejor.
—¿Qué fue lo que hiciste?
—Acabé con su vida —la araña bajó de su lomo y lo miró perdida—. Pensé que disfrutaba de mi vida, creí que ella solo me quería quitar eso y no la escuché. Bebí hasta no poder más y eso la enfureció mucho, de camino a casa... No vi al otro auto y chocó solo de su lado. Acabo con ella, pero, en cambio, yo salí con unas pocas heridas.
Escucharon los pasos del perro y de manera instintiva, retrocedió.
—No creo que sea el momento —la araña caminó hasta su cara cuando lo vio retroceder—. Has escapado de tantas cosas, no vale la pena que seas tú mismo, seas quien logre frenarte. Puede que el perro tenga lo que buscas justo aquí, viniste aquí por eso, no vale la pena dejarlo ir después de tanto.
El gato llevó su mirada a la botella que estaba en la entrada del basurero.
—Has llegado por esa segunda oportunidad que todos merecemos, ¿te irás con las manos vacías?
Con esfuerzo dejó de ver la botella y fue a por el perro.
Editado: 05.11.2025