10 de Enero del 2029
—Jinsun, ¿me estás escuchando? —reclamaba Darian.
—Claro, lo siento. Estaba pensando en otras cosas... ¿Qué decías?
—Ya no importa. Mejor dime qué es lo que te tiene tan pensativa —Darian cambió su expresión de contagiosa alegría a una de seriedad.
—Bueno, es que, quizá suene un poco tonto, pero he pensado en estudiar otra carrera. Sabes que desde un principio no fue mi gusto la arquitectura, pero decidí titularme para dejar tranquilos a mis padres.
—Sí, lo sé. Para el tiempo en que te diste cuenta, ya era muy tarde para echarse atrás; era mucho tiempo invertido. Pues hazlo, tienes todo mi apoyo. ¿Qué deseas estudiar? —Darian parecía tan atento, pero tan alejado de lo importante que se estaba exponiendo.
—No lo sé. Me gustan mucho las esculturas; la dedicación para hacerlas realidad y la manera en que cambian tanto un ambiente. Sin contar que hay esculturas tan detalladas que se culpa a fuerzas extrañas de haberlas hecho, pero solo son obras de personas normales. Realmente no lo termino de decidir. Es una idea vaga, ¿qué opinas?
—Yo no puedo decirte qué escoger, es tu decisión. Realmente nadie sabe qué más elegir que tú; nadie sabe más de tus gustos y pasiones que tú —lo decía Darian, tan seguro y confiado.
—Pero has estado conmigo por años, ¿no podrías al menos sugerirme algo? Claro que yo sé más de mí misma que cualquiera, pero te he compartido mi vida por tanto tiempo y no puedes pensar en algo, aunque sea pequeño —era Jinsun, con una postura frustrada.
—Mira —dijo Darian en un tono muy firme—, no puedo darte ideas porque seguro ninguna te convenza, ninguna te servirá. No puedo darte la respuesta correcta a qué cosa te apasionaría.
—No se trata de eso —Jinsun parecía decepcionada—. Sé muy bien que será así como dices, pero no necesito que me des ideas. Necesito que me digas qué cosas conoces de mí, qué fue lo que conociste de mí como amiga y luego como novia. Me dices todo eso como si no nos conociéramos y yo fuera una amiga más para ti.
Darian llegó a la casa de Jinsun. Frenó el auto y, sin decir nada, Jinsun bajó, convencida en su enfado.
En un intento de detenerla de manera natural y pedir disculpas, Darian fue detenido por la razón: tenía otros problemas de los cuales encargarse y no había más espacio en su mente para un capricho más de las mujeres.
Y Darian se fue después de que Jinsun cruzó la puerta.
Jinsun llega a su nuevo cuarto, cansada del desgaste físico que exige el mundo laboral y mentalmente abrumada y asfixiada por sus pensamientos.
En eso, ve una caja muy bien empaquetada con una nota de su madre. Eran las últimas cosas que se podían empaquetar de manera fácil por una sola persona para la mudanza.
No había más que accesorios de cuarto. Unas luces que le encantaban; se encendían y apagaban de manera tan lenta y sincronizada... Era como ver la vida misma, cómo se iba apagando. Era increíble y triste a la vez.
En medio de esas cosas, unos cuantos libros protegían al pequeño cuaderno, como si los libros mayores sintieran pena por este cuaderno tan tierno que tiene un tiempo de vida como de un niño, en comparación con los otros que llevan ya varios años existiendo.
[Ilustracion: Libro detallado, la pequeña, muy pequeña frase “Romance is immortal” en medio y una letra M grande en rojo.]
«No recuerdo este libro», pensó Jinsun. Lo abrió en una página aleatoria de en medio, como solemos hacer todos para ver qué contenido llevan.
20 de Julio de 2025 Una sonrisa. Lo he decidido hoy mismo: quiero robar la sonrisa de Jinsun. No me refiero a hacerla reír siempre, de eso no creo tener la capacidad, sino a sonreír de la misma manera que ella. Esa sonrisa que tanto me gusta. Mis dibujos para Jinsun son hechos a medias, pero no es porque no sepa dibujar, es que me gana la impaciencia. Siempre que yo le muestre mis dibujos, ella me va a sonreír. A veces se asombra, realmente le gusta; otras, ni le encuentra el parecido, pero sigue sonriendo, aunque sea de manera sostenida. Quiero sonreír de ese modo. Haré mi mayor esfuerzo para sonreír como Jinsun, porque parece que no me queda mucho tiempo para poder seguir viéndola. Por fin encontré algo que me hace feliz, algo por lo cual puedo decir: «Sí, por eso daría mi vida». Quién diría que sería algo tan simple como una sonrisa. La sonrisa de Jinsun. Ella no lo sabe, pero puedo distinguirlas todas: la sonrisa de miedo, la sonrisa fingida, la sonrisa sincera y mi favorita, cuando sonríe tanto que se queda viendo fijamente mi dibujo. Y yo disfruto tanto esos momentos de silencio mientras sostengo el retrato de ella que yo hice. Mi querida Jinsun, nunca dejes de sonreír. No lo olvides.
En ese momento, Jinsun no recordó a aquel joven y cerró el libro de golpe, casi asustada.
«¿Quién escribió esto? ¿Cómo dice saber tanto de mi manera de sonreír y por qué dice que ya no había tiempo?», pensaba Jinsun con tanta intriga.
Jinsun tenía muchas ganas de seguir leyendo, pero el impacto le había dejado la duda de quién era el autor, y eso era más grande que su interés por este misterioso diario.
«¿20 de julio de 2025? Eso era cuando nos solíamos reunir mis amigos los sábados para contarnos lo que pasó en nuestra semana y, de vez en cuando, apoyábamos a la iglesia de al lado en presentaciones».
Y recordó.
«Era él. El de los dibujos. No recuerdo su nombre, pero era él, ahora lo recuerdo. Pero, ¿por qué sigo con este libro? Debí haberlo botado hace ya mucho».
Jinsun seguía pensando. Los recuerdos caían con la misma intensidad que el agua de una cascada.
Todo esto era casi mágico: estaba hace un momento discutiendo con su pareja sobre lo poco que sabe de ella, y ahora abre un libro escrito por un chico con el que no pasó ni medio año; solo se veían una vez a la semana, cuatro veces al mes. Y eso si tenía suerte, pues Jinsun a veces no iba por varias semanas seguidas.