El Muro

VIII. Amenaza

Olivia:

- Eres la mejor cocinera que he conocido en mi vida. - era la tercera vez que Shia vaciaba su plato, comía como si fuera su última cena.

- Si sigues comiendo así no vas a poder probar el postre. - respondí entre risas.

- Siempre tengo espacio para esa tarta de manzana. No te preocupes. - me mordí el labio y apoyé los codos sobre la mesa. Hacía demasiado tiempo que no me reía tanto y que no sentía que de verdad podía ser yo misma. - Mamá estaría feliz de vernos así, juntos, riendo y no recordándola con tristeza. - sonreí amargamente mientras asentía.

- Luego del postre debería volver a casa. - estaba pensando en voz alta, un poco frustrada.

Levantó la mirada de su plato haciendo una mueca: - Creí que ibas a quedarte. Pijamada de hermanos. - rió, como si hubiera hecho una travesura.

- No tengo nada que ponerme para dormir.

- Ropa mía. Solucionando. Te quedas.

Sonreí muy ampliamente. Al menos podría sostener ese sentimiento de libertad que me estaba invadiendo por algunas horas más.

***

En mitad de la noche ya me encontraba en pijama, que era un enorme remerón de Shia, el cual me quedaba como vestido. Estábamos recostados en su cama, la porción extra de tarta había sido demasiado.

- Dime. ¿No crees que esto es mejor que haber pasado tu noche con papá y Aidan? - giró y me estudió un segundo con su mirada, yo por mi parte, evite hacer cualquier tipo de contacto visual. - A menos que estar con Aidan a solas tenga su parte positiva y divertida. - sonrió pícaro e instantáneamente comprendí a lo que se refería.

- No voy a hablar de ese tema contigo. Eres mi hermano. - de verdad me estaba comenzando a poner muy incómoda.

- ¿Y qué? No es como si fuera a horrorizarme. Ese tipo quiere estar contigo desde que éramos niños. Claramente ahora que tiene el permiso de papá no habrá perdido demasiado tiempo. - hizo una pequeña pausa en la que se sentó. - Espera... Olivia... ustedes no lo hicieron... ¿Eres...

- No, pero no con él. No me gusta. ¿De acuerdo? - me tapé la cara con las manos, completamente ruborizada. - Tengo que casarme con él, pero no me despierta más que asco.

Era la primera vez que lo confesaba. Lo había pensado demasiadas veces, pero, jamás lo había dicho en voz alta y no hacía que me sintiera mejor, sino todo lo contrario.

- Livie. - su tono era como si me estuviera dando el pésame, en realidad es lo que estaba haciendo. - No lo hagas.

- Shia, papá cuenta conmigo. No puedo hacerle eso.

- ¿No puedes decirle que no quieres casarte, pero puedes arruinar tu vida? - sonaba bastante indignado.

- ¿Podríamos cambiar de tema? No lo sé. Hablemos de cualquier otra cosa. - aún tenía las manos sobre el rostro y mi frustración estaba llegando a niveles insospechados.

Shia comenzó a hablar sobre su trabajo, aunque mucho no me interesaba lo que hacían en La Administración, al menos no estábamos hablando de mi vida íntima.

Un estruendoso sonido hizo que se quedara mudo, la alarma. La que nos advierte de que hay salvajes en el perímetro.

Habitantes de Arlen, permanezcan en sus hogares hasta que la amenaza sea neutralizada. Todo está bajo control. No tienen nada que temer. - resonó en todos lados.

- Voy a cerrar la puerta. - le dije como acto reflejo, él me siguió y se puso a mirar por la ventana.

En cuanto giré vi una figura saliendo de la oscuridad de la habitación. Ahogue un grito.

- Will. - soltó Shia. Recién en ese momento lo reconocí.

***

William:

La alarma había comenzado a sonar, nos tomó por sorpresa. El imbécil que habíamos ido a buscar, para ayudarlo a salir de Arlen se había acobardado en el último momento y se puso a chillar; fue por eso que nos descubrieron.

Nos separamos, había que hacerlo, no teníamos otra opción. Nos esconderíamos unas horas, hasta que todo se calmara y luego volveríamos a casa.

Sólo se me ocurrió un lugar que era seguro. Corrí por las calles, mirando por sobre mi hombro en todo momento.

Al llegar vi que la ventana de la habitación estaba abierta, entré y escuché un grito.

Ese no era Shia, era Olivia.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó mi amigo mientras se me acercaba.

- Fue el primer lugar en el que pude pensar. - confesé. - Tenía que esconderme.

-La casa de mi hermano. Dónde puedes ponerlo en riesgo, ese es el único lugar que pudiste pensar. Perfecto. - soltó Olivia irónica.

- No esperaba verte aquí princesa. - tenía el cabello atado y una remera enorme. Sonrojada y con los brazos cruzados, se veía... bien. Más que bien. Se me estaba haciendo difícil sacarle los ojos de encima.

- Estoy. Y no me gusta que la casa de mi hermano sea tu refugio. - escupía las palabras, con odio.

- ¿Tengo voto aquí? Es mi casa después de todo. - Shia estaba en el medio de los dos, mirándonos uno a la vez. - Puedes quedarte. Pero tenemos que ser precavidos ¿De acuerdo? Apaga las luces Liv. Dejaremos solo la de la cocina. - ella asintió haciendo lo que le habían dicho.

En ese momento golpearon la puerta y me tensé por completo. Me odié a mi mismo por no haber traído mi arma, por no haber corrido y por estar poniendo en peligro a esa gente.

- Escóndete. - murmuró Shia.

No tuvo que repetirlo; entre a la habitación y luego me encerré en el baño, esperando que no quisieran entrar a revisar la casa.

- Buenas noches ciudadanos. - la voz de un centinela se escuchó desde el otro lado de la casa.

- Buenas noches centinela. ¿Qué se le ofrece? - por la voz de Shia parecía calmado, aunque podía notar un poco de tensión.

- ¿No han escuchado la alarma? - los estaba poniendo a prueba, lo sabía.

- Si, pero no entiendo que necesita en mi puerta. - ahora sí se notaba su nerviosismo.

- Estamos buscando a un grupo de salvajes que han irrumpido en Arlen. Al parecer quisieron secuestrar a un hombre, el cual pudo pedir ayuda. Debemos requisar todas las casas de la zona. - mierda, estamos muertos.




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