El Muro

XI. Cobarde

Olivia:

—Es la esperanza. —escuché. La voz provenía desde el balcón de mi habitación. Solté un grito de forma inconsciente.

—Me asustaste —respondí poniéndome la mano en el pecho, tenía el corazón latiendo a toda velocidad. —. No hagas eso. Si hubiera centinelas y me escucharan gritar tendrías muchos problemas.

—Tu padre no está. No hay guardias. ¿Crees que me arriesgaría tanto? —entró y se comenzó a acercar. —Me fijé antes.

—¿Quién dijiste que era? —pregunté mirando a la mujer del collar.

—La diosa griega de la esperanza. ¿La conoces? —negué, mi conocimiento sobre la Antigua Grecia era bastante limitado, me había siempre interesado más en los números y la ciencia que en la literatura y la historia. —Al abrirse la caja de Pandora, todos los horrores se liberaron, pero ella, la esperanza, jamás salió, no abandonó a la humanidad. —tomó el collar en sus manos y me hizo un gesto para que me girará. Corrí mi cabello hacia un costado mientras me colocaba el collar. —Esta noche tú fuiste mi esperanza, la de Em y la de Nick. No nos abandonaste. Estás allí, cuando más te necesitamos... cuando más te necesito. Creo que te mereces una recompensa por eso.

Sus manos fueron de mi cuello a mis hombros, dejando una sensación de electricidad y haciendo que un escalofríos me recorriera la espalda. Se quedó un momento así, con la yema de sus dedos en mis hombros.

Mi mundo, en ese momento, se limitaba a esa sensación y a nada más.

Suspiró y lo miré sin comprender.

—Me dicen que estoy loco, pero no dejo de pensar en que fue muy fácil sacar a Nick de aquel lugar. —se sentó sobre la cama, ocultando su rostro entre las manos.

A mí también se me había cruzado por la mente esa idea.

—Tal vez no lo esperaban. Quizás creían que lo abandonarían. —mi intención era hacerlo sentir un poco mejor. Habíamos liberado a su amigo, eso era lo único que importaba.

—Puede ser, aunque, no podría soportar el saber que te puse en peligro.

En ese momento lo abracé, ya no podía frenar lo que sentía por él.

—Todo estará bien. No esperaban que lo rescatarán, eso es todo. —susurré en su oído.

—Debo irme. —soltó de golpe, levantándose de un salto. —Sólo vine a dejarte esto. —señaló el collar y sonrió. —Y a agradecerte por ayudarnos.

—Me encanta. Gracias. —estaba un poco descolocada, no sabía bien lo que había sucedido. No quería que se fuera.

Hizo un gesto con su cabeza, despidiéndose y se giró, con la intención de irse; en ese instante una fuerza inexplicable se apoderó de mí. Lo tomé de la muñeca, evitando que siguiera caminando, cuando se giró me acerqué y lo besé.

No sabía el motivo, pero sí que había estado deseando hacerlo hacía mucho tiempo, quizás desde el momento en que lo había conocido.

En ese instante reaccionó; me devolvió el beso, estampandome por completo contra una de las paredes de la habitación. Presionó mi cintura contra él y con una mano tomó mi rostro.

Era como si el suelo bajo mis pies hubiera desaparecido, todo alrededor en realidad.

—No te imaginas las ganas que tenía de hacer eso. —dijo con la voz ronca y una media sonrisa cuando se separó de mí.

Quería más, mucho más, no me alcanzaba solo con un beso. Lo que había sentido no se comparaba con nada que me hubiera pasado antes y no iba a dejar que esa sensación se esfumara tan rápidamente.

—Entonces no seas cobarde... hazlo otra vez y no te detengas. —respondí mientras hundía mis manos en su cabello. Esta vez fue él quien me besó y el mundo a mi alrededor volvió a desaparecer.

*****

William:

Había corrido sin rumbo fijo durante media noche. Hacer eso siempre me aclaraba las ideas, pero esta vez era todo lo contrario. Lo único que hacía, a cada paso era odiarme más y más.

Casi no sentía las piernas y tenía la respiración completamente agitada, pero no podía detenerme, simplemente mi cerebro se negaba a darle aquella simple orden a mi cuerpo.

—Detente antes de que te mueras del agotamiento. - me decía una parte de mi mente. —¡No! Te lo mereces. Sufre. Eres un idiota. Imbécil. —me gritaba, con odio, otra.

Por algún motivo que desconocía había terminado allí, pero ahí estaba y necesitaba hablar con alguien. Me debatí un momento antes de entrar a la casa.

—¿Will? ¿Qué haces aquí? —mi hermano mayor estaba sentado en un sillón, aparentemente dormido y mi llegada lo había despertado.

—Necesito... hablar con alguien. —respiraba con mucha dificultad y hablar no me estaba ayudando, pero tenía que hacerlo. —No sabía a quién recurrir. —me desplome sobre el sillón, a su lado. Desolado. —Soy el imbécil más grande de este planeta. Me va a odiar el resto de su vida. Yo ya me odio. ¿Cómo no lo va a hacer ella? —tenía la mente nublada. Un impulso que no pude frenar hizo que le golpeara la cabeza con la mano, cuando estaba a punto de volver a hacerlo, Edgar me frenó.

—Calmate. ¿Qué sucede? —me inspeccionó con la mirada. —¿De quién hablas?

—Soy un...

—¿Otra vez esa chica? ¿La novia de tu amigo? —hizo una mueca parecida a una sonrisa y sentí que había cometido el peor error. Edgar era incapaz de empatizar con nada ni nadie.

—No es su novia. Es su hermana. —confesé; me miró sin comprender.

—¿Entonces...? ¿Por qué me dijeron que ella era su novia cuando Emily estaba en su casa?

- Porque entramos en pánico ¿De acuerdo? Eres un idiota y no sabíamos cómo ibas a reaccionar. Es la hermana de Shia. La necesitábamos para cuidar de Emily. Olivia nos encontró en ese callejón de casualidad. No la habíamos visto antes. —su rostro reflejaba ira, por mentirle y por el hecho de que había dejado la vida de nuestra hermana en manos de una desconocida —Pero no tienes nada de qué preocuparte. Ella me ayudó a sacar a Nick de Arlen. Nos ha estado ayudando desde lo de Emily. —asintió, aunque no muy convencido.




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