El Muro

XIII. Confianza

Olivia

—Liv ¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasó? —su rostro demostraba demasiada preocupación, no me quería ni imaginar como me veía en ese momento; con el vestido roto, el cabello despeinado y todo el maquillaje corrido. Mientras corría había llorado, por lo que mis ojos también debían estar hinchados.

—Papá... él... los odia, tanto. Yo... —comencé a llorar sin poder controlarlo. —no puedo odiarlo. —me abrazó e hizo que entrara en la casa. Mi cabeza giraba, todas las emociones que había estado sintiendo durante esas semanas caían sobre mis hombros. Will, el recuerdo de ese chico esposado, el discurso de mi padre, Aidan y su mano apretando mi brazo, todo era demasiado confuso.

—Tranquila, todo estará bien. Vamos a solucionarlo. —su voz me hacía acordar a cuando éramos pequeños y me consolaba.

—No quiero estar con Aidan. ¿Por qué me obliga? No quiero. —estaba histérica, lo sabía, pero no podía evitarlo. —Quiero a Will. ¿Por qué él no me quiere a mi? —confesé dentro de mi estado, completamente alterado.

—Mírame. —me alejó un poco y me obligó a levantar la mirada. —Sea lo que sea vamos a solucionarlo juntos. Te lo prometo. Voy a ayudarte, pero tienes que calmarte, no sirve de nada que estés así. Ve a cambiarte y lávate la cara. Haré un té para ayudarte. —asentí, pero en el momento en el que Shia me soltó me di cuenta de que no estaba solo.

Un chico, de aproximadamente nuestra edad, con ojos increíblemente negros y cabello castaño, estaba sentado en el sillón, con las piernas levemente cruzadas y sosteniendo un cigarrillo en su mano derecha. Me miró y sonrió un poco.

—Lo... lo siento no sabía que no estabas solo. Me voy, no te quería molestar. 

Mi disculpa era un poco apresurada, de verdad no quería interponerme en su vida.

—No molestas. —respondió mi hermano. —Trevor, ella es Liv, mi hermana.

—Encantada. 

Shia parecía un poco tenso, como si no supiera cuál sería la mejor forma de reaccionar.

—Ve a cambiarte, por favor, lávate la cara y luego hablamos. —su voz era baja y calmada; asentí y pase delante de Trevor sintiéndome un poco avergonzada por mi aspecto.

Minutos después tenía puesta la ropa de mi hermano. Volví al living y allí estaban ambos, sentados en el sillón, hablando, cuchicheando en realidad.

—¿Estas mejor? —me preguntó el chico.

—Si, gracias. —sonrió y giré la cabeza, lo conocía. —Espera... ¿Tu... eres centinela no es así? —asintió. —Eres uno de los que me saluda cuando vuelvo a casa del hospital en la noche. —volvió a asentir mientras sonreía.

—Es difícil reconocerme sin todo ese uniforme ¿No es así? —tenía una voz muy profunda y segura, ahora que lo había reconocido, podía fijarme que su postura era muy recta, típica de centinela.

—Es que... no esperaba encontrar un centinela en esta casa, es decir... —cerré mi boca en ese instante. Era una bocota, tal vez la amistad de mi hermano con ese chico era para mantener las apariencias, no lo sabía.

—Tranquila. —dijo Shia levantándose y yendo a la cocina. —¿Quieres un té? —asentí. —Trev es un aliado, como yo. No tienes que ocultar nada. —respire aliviada mientras ambos reían. —¿Qué pasó Liv? —preguntó dándome la taza de té. La tomé en mis manos y me senté, sorbiendo lentamente el líquido.

—Papá dio un discurso y... es la primera vez que puedo ponerle rostro, nombre a los reb.. salvajes. No son malas personas. Mi cabeza, siento que va a explotar.

—Nueva en todo esto ¿No? Recuerdo estar en tu lugar, darme cuenta de todo el odio que nos habían hecho sentir, por personas que ni siquiera conocíamos. Los entrenamientos para centinela son... simplemente horribles. —se frenó de golpe, yo estaba sentada, mirándolo con mucha atención. —Lo siento, me puse autorreferencial. —sonrió de costado y bajó la mirada.

—No, está bien. Me gusta saber que hay más personas a las que les pasa lo mismo.

—Mejor me voy. Necesitan un tiempo de hermanos ¿No es así? —Trevor me sonrió y le devolví el gesto. Se puso de pie y se acercó a Shia. Acto seguido lo beso, en los labios.

Creo que hasta me quede con la boca abierta. Mi hermano también. Ambos me miraron por un segundo, luego, el chico, bajó la mirada, avergonzado.

—Lo siento. —murmuró y abandonó la casa.

—¿Qué demonios fue eso? 

Sabía lo que era, pero aún así no podía salir de mi asombro.

—Es lo que viste Liv. Por favor no te pongas histérica. —levantó un poco las manos e intentó acercarse pero me alejé, me levanté de la silla y caminé hacia atrás unos pasos.

—¿Estás con él? Es decir. ¿Como pareja? Shia esas cosas no existen en Arlen. Eso es cosa del pasado, del descontrol que existía antes de la Guerra. —repetí casi de forma automática aquellos que nos habían enseñado desde pequeños.

—Hablas como si fuera una enfermedad Liv y no lo es. Además también me gustan las chicas. —sonrió de lado y lo miré extrañada. Estaba claro que había perdido la cabeza. —La gente como yo existe y existirá siempre, no importa cuantas reglas estén en contra, no importa cuántas mentiras nos digan para que creamos que no es correcto, no se puede prohibir ni impedir el amor.

—Estás loco. —di otro paso hacia atrás.

—No lo estoy. Por esto debo escaparme de Arlen. ¿Lo entiendes? No puedo seguir viviendo aquí. No puedo seguir ocultando lo que soy. —su voz se oscureció un poco.

—Estás pasando demasiado tiempo con esos salvajes, te están llenando de ideas. Ese centinela, puede estar fingiendo y buscando la forma de arruinar tu vida. —mi cabeza daba vueltas y el suelo a mis pies se había comenzado a mover.

—Créeme que si es así, está tan jodido como yo. —hizo una pausa y volvió a hablar. —¿Sabes lo que le hacen a la gente como yo?

—No les hacen nada porque no existen. —me puse las manos sobre la cabeza, esto no podía estar pasando, todo en lo que creía se estaba desmoronando.

—Nos matan Olivia. Nos matan en silencio, para que ninguno de ustedes se entere y se lastime su pequeña cajita de cristal. ¿Sabes quien ordena esas muertes? Nuestro padre. ¿Por qué crees que me fui de esa casa? 




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