El Muro

XVIII. Nuevo

Olivia:

El día de la fiesta estaba sumamente nerviosa.

En mis 22 años nunca había hecho nada ilegal; ni siquiera había cruzado un semáforo cuando no debía o sacado un fruto de los árboles sin permiso. Pero en dos meses había quebrantado más reglas que en mi vida entera; algunas muy peligrosas, como fraternizar con salvajes.

Había organizado una coartada. Supuestamente me quedaría el fin de semana en la casa de mi amiga Ana, ella sería mi pantalla con mi padre y Aidan. Para mí amiga, estaría con ese chico del que habíamos hablado, el que me distraía. Aunque claro está, que ella no sabía que era un rebelde, digo...salvaje.

Había salido del hospital, en la tarde; Emily no me había dicho cuando vendría a buscarme, cosa que me ponía extremadamente nerviosa y ansiosa. Todo el día cargué con una mochila con algo de ropa, la cual no sabía si me serviría, pero, al menos me hacía sentir un poco más segura.

—¿Lista? —se me había cruzado en el medio de la calle; llevaba puesto una capucha y un collar ancho que tapaba su cuello.

—¿Ahora? —no estaba preparada, mentalmente, no lo estaba.

—Si Liv. Tenemos pase libre por 15 minutos más. Tenemos que llegar antes de que cambie la guardia. —lo dijo como si fuera una obviedad.

—Es que... no sabía que me vendrías a buscar a esta hora. - me estaba a punto de dar un ataque de ansiedad, había comenzado a respirar de forma irregular y el corazón se me salía por la boca.

—Liv si no vamos ahora mismo no podremos salir hasta el domingo y créeme que no quiero quedarme en Arlen y perderme la fiesta. —sonrió cómplice. —Si te arrepentiste y no quieres venir dime, no importa, enserio. —en ese momento me sentí bastante mal. Ella estaba haciendo todo esto y yo dudaba.

Suspiré. 

—Está bien. Vamos. —respondí un poco vencida.

Sonrió y me tomo de la mano, guiándome por las calles, como una experta; conocía cada paso sin cámaras ni vigilancia.

Obvio Olivia, son ilegales en este lugar tienen que saber esto para no ser apresados y torturados como lo hicieron con Nick. Pensé.

—Te va a encantar. Lo presiento.

Llegamos hasta uno de los puestos. Emily camino muy segura, yo tenía un nudo en la garganta y en el estómago, sudaba frío. Era el momento de la verdad, es decir, sabía que tenía que hacer esto para pasar al otro lado, pero estar allí... me hizo estar realmente consciente.

—Sólo baja la mirada, no hagas contacto visual con nadie. No conviene que reconozcan.

Claro. Si algún centinela se daba cuenta de quién era iba a tener problemas.

Sigue caminando hasta llegar a uno de los centinelas.

—Dunne. —dijo la chica. El hombre que estaba demasiado serio la miro y luego volteó la mirada hacia mí.

—¿Ella? —preguntó por lo bajo señalándome con la cabeza y comencé a sudar más.

—Está conmigo.

El centinela hizo un gesto y Emily tiró de mi mano para que comenzará a caminar con ella.

Atravesamos una de las puertas del muro, era mucho más pequeña que la principal. Me pregunté para que serviría o era utilizada. Seguramente no para esto, al menos, no oficialmente.

En cuanto salimos comencé a respirar un poco entrecortado. Estaba aterrada.

—Pensé que sería más difícil. —confesé casi sin voz.

—Es que... nuestro apellido es bastante conocido entre los rebeldes y aliados. Tu eres realeza en Arlen, pero nosotros lo somos aquí. —sonrió. —Tranquila. —me dijo tomándome de los hombros. —Estamos bien, a salvo y ahora sólo nos queda una media hora de caminata.

—¿Media hora? —no creía poder resistir.

—¿Qué esperabas un transporte? El tren tren rebelde abandona la estación. —soltó una carcajada y no pude evitar unirme.

*****

Caminé mirando hacia abajo los primeros diez minutos, incapaz de levantar mi mirada. Pero luego, logré concentrarme en el camino.

El pasto parecía mucho más verde que en Arlen. Había flores y vegetaciones que no conocía. Los árboles eran tupidos y parecían estar llenos de vida, incluso los pájaros cantaban más fuerte y el aire parecía más puro. Inspiré muy hondo y el aroma a eucalipto me invadió por completo.

—Lindo. ¿No es así? Estoy segura de que nunca has visto tanta vegetación. —dijo girándose hacia mí y sonriendo.

—La verdad es que no. En el campo, donde mi mamá creció, había un poco más de pasto pero nunca así... —estaba maravillada.

—Todo esto es silvestre, la naturaleza se abrió paso y género todo lo que ves. Este lugar, luego de la Gran Guerra estaba casi desierto o quemado. Nadie creyó que volvería a florecer algo aquí, pero mira. —hizo un gesto con su mano.

—Es hermoso. Podría hasta acostumbrarme a vivir cerca de todo esto. —confesé casi sin pensar.

—Vamos estamos cerca.

Seguimos caminando por unos minutos hasta que la vegetación comenzó a decrecer nuevamente. Parecía que habíamos llegado a la entrada de una ciudad abandonada.

Las edificaciones, algunas derrumbadas, otras a medio hacerlo, se entrecruzaban con los árboles y el pasto.

Algunas calles parecían mas utilizadas que otras ya que estaban en mejores condiciones.

Caminamos algunas cuadras, no podía dejar de admirar aquellas casas, humildes, pero que demostraban la importancia y dedicación que le brindaban sus habitantes. No eran comparables con las mansiones y departamentos de lujo que había en Arlen, pero, estás sin duda me gustaban más.

De repente me detuve, había una casa, con girasoles, todo su jardín estaba lleno. Me quedé asombrada, desde pequeña que no veía uno. No crecían del otro lado.

—Esos son girasoles.... —dije incrédula.

—Si quieres puedes llevarte uno. Aquí hay siempre. —respondió. —Will dice que tengo un don para hacerlos crecer.

—¿Son tuyos? ¿Es tu casa? —ella se encogió de hombros y asintió, casi avergonzada.

—Me encantan. —murmuré y su reacción fue de completa felicidad.




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