El Muro

XX. Confuso

Olivia:

Desperté sintiéndome muy mal. El cuerpo me pesaba, era como si tuviera encima algún tipo de piedra que no me dejaba moverme, la cabeza me estaba matando, como si alguien martillara sobre ella, pero por dentro... nunca me había sentido de esa forma y era sencillamente, horrible.

No sabía muy bien dónde estaba, casi no recordaba nada de la noche anterior. Rogaba con todas mis fuerzas estar en la habitación de Will o Emily.

La puerta se abrió un poco y me tense, aunque intenté no pude moverme.

—¿Estás viva? —Will. Respiré aliviada.

—Apenas. —logré modular. Lo escuché reír y quise imitarlo, pero mi cuerpo no reaccionó.

—Te traje el desayuno, no serán como el que comimos en tu casa, pero servirá.

Abrió una ventana y al fin pude verlo. Se veía aún mejor en las mañanas

Se acercó y apoyó sobre mi regazo una bandeja.

—Gracias. —era un desayuno simple, café, pan y una mermelada. Comencé a comer sin demasiados preámbulos. Estaba hambrienta.

—Tuviste una noche ajetreada. —me sonrió y se me helo la sangre.

Intenté hacer memoria pero no pude recordar nada.

—¿Qué hice? ¿Qué pasó? No bebí de más... no lo recuerdo. —el dolor de cabeza no me dejaba pensar. Froté mi frente con la yema de los dedos, buscando alguna imagen de la noche anterior pero no aparecían.

—El humo. ¿Lo recuerdas? —sonrió de costado y los ojos le brillaron, pero no parecía demasiado feliz.

—¿La cosa azul que me quemaba los ojos?

Tenía un vago recuerdo de esa sensación.

—Tiene un efecto desinhibidor y un poco amnésico.

—¿Qué hice? —lo interrumpí antes de que siguiera hablando. No podía seguir esperando.

—Corriste como loca, gritaste y bailaste sobre una barra. Tuve que pelearme con un tipo para sacarte de allí. Luego te subiste a mi espalda y tuve que traerte en andas. Creo que el término que usaste fue caballito.

Me ruboricé por completo.

—¿Por qué me dejaste hacer eso? —admito que lo único que me había agradado de lo que me contaba era la parte de cómo había llegado hasta esa casa.

—Porque te me escápate. Corres rápido con tacos. Juro que más de una vez creí que caerías de frente al suelo, pero no lo hiciste. —esbozó una sonrisa muy amplia y por mi parte reí por lo bajo.

—Creo que recuerdo algo. Algo pasó aquí. —se puso serio, recordaba que le había preguntado algo, no sé qué, pero luego todo se volvía muy confuso. —¿Nosotros? Ya sabes...

—No Olivia. En ese estado casi no estás consciente de tus actos. Jamás me aprovecharía así de ti. —supongo que estaba un poco aliviada. Tomé un último sorbo del café antes de seguir hablando.

—Es decir que me drogaron. ¿No es así? —esa gente claramente no era confiable, podría haberme pasado cualquier cosa si Will no me hubiera traído hasta su casa.

—En todo caso se drogaron y tú estabas ahí. ¿Recuerdas que te dije que no respiraras?

—¡No sabía que era! No me dices las cosas. —ahora me estaba tomando lo que decía como un agravio personal. Me crucé de brazos y lo miré, molesta.

—No tenía tiempo para explicarte.

—Está bien. Ya no importa. Me duele la cabeza.

Y era verdad, el dolor seguía y no había reducido, sino todo lo contrario.

—Te dejaré dormir un poco más si quieres. Toma. —abrió la mesa de noche y sacó una pastilla —Esto te ayudará con el dolor de cabeza.

—Gracias. —la tomé sin pensar. Hizo un gesto con la cabeza y luego un ademán de pararse. —Espera. No te pedí que te fueras. —agregué mirándolo con ojos de corderito.

Sonrió y sentí que el cuerpo se me hacía gelatina. Tomó la bandeja, la colocó sobre el suelo y se acostó a mi lado; entrelacé los dedos con los suyos. Me sentía feliz, completa, realizada... no sabía cómo explicarlo, solo, se sentía bien.

Apoyó su frente en mi hombro y soltó mucho aire, algo me decía que estaba sintiendo lo mismo que yo.

—Si quieres podría mostrarte algo más de aquí, ya que no recuerdas nada de la fiesta. —el aire que soltaba al hablar me hacía cosquillas en el cuello.

—Me gustaría. Quiero conocer tu lugar favorito. ¿Tienes uno? —asintió.

—El lago. —respondió en un susurro.

Nos quedamos así, unos minutos, tal vez horas, en realidad no lo sé. Simplemente me había enfocado en lo bien que me sentía, no en el paso del tiempo.

—Cuando estaba lejos yo... —tomó mucho aire, como si lo que me fuera a decir requiriera de mucho valor. —Eras en lo único que podía pensar. No me interesaba el trabajo que estaba haciendo, ni el frío, si comía o no. Sólo tú. Sólo podía pensar en lo que debías odiarme. —me mordí el labio para evitar ponerme a gritar. Estaba siendo demasiado tierno y no estaba acostumbrada a eso.

—Yo también pensé en ti. Mucho. Te extrañe... —le confesé con un hilo de voz. No solía expresar mis sentimientos tan abiertamente y me resultaba bastante difícil.

—Es increíble cómo se puede extrañar a alguien que apenas conoces. —me apretó aún más contra él.

—Yo siento que te conozco, que de verdad lo hago y que encontrarnos fue lo que debía suceder.

No me dejó seguir. Se acercó y me besó, pero no fue como siempre, era más demandante, exigente. Cómo si quisiera ahogar todas sus penas en mi... y yo, con gusto lo dejaría hacerlo.

En un rápido movimiento giré para terminar acostada sobre él. El cuerpo era quien mandaba, mi mente le había dado pase libre.

Solté sus labios sin antes morderlos suavemente y baje a su cuello, en donde deposité algunos besos antes de sentir sus manos en mis caderas.

Se aclaró la garganta.

—Liv...—susurró mientras seguía mi labor. —Olivia, espera. —me levanté un poco para poder mirarlo a los ojos. —Nunca pensé que diría esto pero...

—¿Qué? —sus manos se agarraron a mi y me bajo.

—Deberíamos ir un poco más... lento. ¿Tal vez? —el muy infeliz no me miraba.

—¿Lento para que no te asustes y salgas corriendo? ¿Lento para que me obligues a volver aquí cuantas veces quieras?




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