Era la mañana del 24 de diciembre, todos iban y venían con gran apuro para la cena que se haría en la casa de la montaña con toda la familia como solían hacerlo cada año sin falta, a pesar de que era invierno el día se encontraba cálido.
Un olor delicioso impregnaba la gran casa causándole hambre a todos los presentes. Los hombres se apresuraban a empacar lo necesario, mientras que las mujeres se encargaban de la comida. Una vez listo todo procedieron a alistarse con ropa bonita y cómoda, era de tarde, aun tenían tiempo para hacer el pequeño viaje de tres horas hacia su destino.
Dejaron las camionetas aparcadas alrededor de la cabaña, desempacaron las cosas dentro de esta, era de noche por lo tanto no subirían la segunda montaña hasta el día siguiente.
Los niños corrían por toda la sala felices jugando con una caja de cartón.
Eran las 12 de la noche se encontraban sentados disfrutando la cena cuando una música comenzó a sonar en el segundo piso, todos quedaron callados y con algo de curiosidad pues no había nadie en las recamaras de arriba, tan rápido todos se pusieron de pie al oír pisadas, uno de los hombres mayores de la casa camino a las escaleras seguido de su hijo y un hermano en busca del ruido, las mujeres se quedaron juntas con los niños asustadas pues la luz se cortó de repente dejando solo la pequeña llama de la chimenea. De repente uno de los chicos fue arrastrado mientras otro recibió un golpe en la cabeza, se escuchó su grito desgarrador, uno de los niños más pequeños se había separado de su madre diciendo que había animales en la mesa, las mujeres voltearon, divisando ratas entre los alimentos.
Una voz misteriosa desde las sombras les ordeno que apagaran la fogata para que su rostro no se viera.
Pasaron las horas donde los hombres pelearon con gran desventaja pues aquellas dos personas sin rostro habían golpeado por la espalda llevando las de ganar, después de tanta sangre, llanto por parte de los niños y suplicas de las mujeres, la cabaña se llenó en un silencio de dolor y olor a muerte.
El sol se abrió paso entre los pinos opacando a la luna, todo estaba en completo silencio uno de los dos asesinos salió para ver el amanecer se quitó la máscara respirando profundo había pensado todo con gran detalle y cuidado, regresaría a la ciudad por la tarde, atrás de él se encontraba el segundo enmascarado el único que no lo traiciono, su mejor amigo a quien le dejaría todo cuando muriera, el si había visto por él, no como su familia que envenenaba su comida para que muriera poco a poco. Tomo asiento en una banca para tomar su desayuno junto a su querido amigo.
Miro el pequeño arcoíris que se formaba detrás de las nubes, miro la puerta de la cabaña que ocultaba la noche anterior y por fin el anciano sintió libertad.
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Editado: 12.11.2024