¿Gritos? Lo único que escuchaba eran gritos desgarradores, lamentos de súplica, intentos de escape, cosas cayendo, un caos total, causado por una pequeña persona, pero va, quien era yo para juzgar. Con pasos lentos y pesados, me dirigí hacia él, al cual decidí dejar vivo para la final.
—Hijo de perra, da la cara. —Su intento de ponerse de pie lo llevo al fracaso, causando que se golpeara contra una de las sillas.
—No deberías temer. —Me coloque de cuclillas enfrente de él —. Eres tan miserable que me da pena por ti.
—Mataste a toda mi familia, ¿Qué quieres de nosotros? –murmuró temblando de miedo.
—Que lloras, ya están muertos. —Solté una gran carcajada que hizo eco en el lugar.
—¡Eres un monstruo! —grito en un momento de desesperación.
Me fastidio, ni las mujeres a las que di eterno descanso hace un momento fueron tan cobardes como este vomito denominado persona.
—Cuida muy bien tus palabras. —Me puse de pie y decidí mostrarle mi rostro, en cuanto me vio, su cara se transformó en un completo poema para mí. —Puede que se te haga realidad.
Le dedique mi única, inigualable y bella sonrisa, esa que se extendía más allá de mis pómulos dejando a la vista mis enormes y puntiagudos dientes, con restos de los huéspedes de esta gran noche. Decidí mostrar todo mi cuerpo dando un gran paso hasta quedar cerca de él. Se quedo en shock con sus ojos impregnados de miedo y pánico, podía oír los latidos de su corazón y podía decir que estaba a punto de tener un gran infarto por mi presencia. Levante mi brazo, llevándolo a su cabeza que al igual que mi rostro esta se encontraba manchada de sangre, haciendo que las garras se tornaran oscuras.
—No te asustes. –dije en un susurro mientras que mi garra se deslizo hasta llegar a su cuello y tenerlo entre ella. —Pues el infierno será de tu agrado.
La habitación nuevamente se inundó de gritos, uno tras otro, pero que cobarde más grande, solo había desgarrado parte de su hombro con mis garras, intenta huir pero solo empeora las cosas, pues de una mordida arranque una de sus manos. Nuevamente termina en el suelo, implorando piedad, me gustaba cuando hacían eso, sin más me coloque en cuatro patas para caminar alrededor de él, causándole más frustración.
—Enciende la luz. —ordene y de inmediato las luces se prendieron. —Ahora tu deberías subir.
—¡NO, NO ME DEJES AQUÍ! –imploro a su pequeño hijo, que con una pequeña sonrisa comenzó a subir las escaleras.
—Gracias. —dijo sin más y con una pequeña sonrisa hacia su padre pronuncio. —Buenas noches, papá, y feliz navidad.
—Mírame, recuerda que tu provocaste todo esto —me lance sobre él.
Comencé a desgarrar su cuerpo, a morderlo y arrancar todo lo que en mi hocico cupiera, todo sin tocar un órgano o alguno de esos puntos en lo que pudiera morir instantáneamente, jugué con él, tal cual un gatito con su bola de estambre. Lo arrastré por toda el área, dejando restos de su propia piel que fue desprendida por mis mordidas y garras, manché aún más la sala de sangre. No gritaba ni se movía, su respiración era demasiado lenta, pues su muerte estaba más cerca, feliz con mi objetivo y mi deber de esta noche. Después de unas horas di punto final a su asquerosa vida, saque uno de sus ojos tragándomelo al instante, no me gusto, estaba muy viscoso, por último di una mordida a su cuello arrebatándole la vida al instante.
En un profundo sueño, en un mar de estrellas, se encuentra la bestia aun dormida, con grandes patas para desgarrar y con un gran hocico para devorar la piel de su presa, muchas cosas se cuentan de esa brutal bestia, se dice que llega cuando menos lo esperas, que su instinto de matar es muy grande, caza de noche, en algunas ocasiones no le queda de otra que salir en el día, muchos dicen que la bestia toma a su presa juega con ellos un rato para atemorizarlos, luego los deja libre, para que crean que tienen oportunidad de huir pero lo que no saben es que ama cazarlos, ver como lloran y suplican por piedad, por ser libres y que los deje vivir, pero al final, lo que provocan en ella es su total odio, así que los atrapa, los toma del cuello, clavando sus garrar en la garganta de sus víctimas, haciendo un corte lo suficiente para que solo se desangren, luego, de un gran mordisco les arranca parte de su estómago, haciendo visible alguno de sus órganos, causando el mayor de los dolores, y es que aun así no mueren, hace que agonicen, y disfruta ver como desaparece la vida de sus ojos, pero lo curioso en todo esto es que solo los adultos le temen, pero los niños, ellos aman a la bestia, y la bestia a ellos, se puede decir que con ellos solo es un gran cachorro, uno que da y recibe amor, muchos niños cuando son visitados por ese ser, le regalan algo de beber o comer, incluso le dan dibujos, los adultos no saben ese lado de la bestia, solo saben lo mala que puede llegar a ser, pero sabes. — la figura dio un paso al frente, con lo poco de luz que entraba a la sala se pudo ver eso grandes ojos, lo que termino de darle ese toque escalofriante
—La bestia solo viene por esas personas malditas. volteó su vista a las escaleras, una pequeña niña, con su cabello alborotado y su ropa alzada miraba a su padre con terror, en cambio le sonrió a la figura, se dio la vuelta y subió las escaleras, el hombre de la casa se giró hacia la bestia y lo que vio fue aterrador, miro la boca de la figura y como se movía para decir algo más— Y tu querido amigo eres mi nueva víctima— se quitó la capucha, rugió, se abalanzó contra él y fue lo último que se supo antes de quedar todo en silencio nuevamente.
Mi cuerpo se encontraba entumecido, mi cabeza dolía, no se dónde estaba pero lo que si se, es que esa cosa estaba aquí conmigo y era quien me había traído a este lugar, acaso mi vida no podía ser más miserable.
—Deja de pensar tanto. —escuché una extraña voz al fondo de la habitación, pero no vi nada. —Soy Eliot y tu mi querido amigo, el miserable que se quedara con mi trabajo.
No entendí nada de lo que dijo, ¿trabajo? Como iba a trabajar si nadie quería a un chico de la calle entre sus negocios. La temperatura de la habitación iba en aumento ocasionando que mi cuerpo comenzara a sudar.
—¿Quién eres? —pronuncie con algo de desconfianza, mi mirada estaba directo en el techo sucio, y mis manos se agarraban con temor a ese pedazo de tela desgastada que llamaba pantalón.
—Confórmate con saber mi nombre ¿Cómo te llamas? —Sentí que caminaba hacia mí, para arrastrar lo que posiblemente era una silla y sentarse a mi lado. —No tengas miedo, no te hare más daño.
Genial un loco demente me había secuestrado para hacerme quien sabe que, será mi muerte, o mi castigo por huir del orfanato, esas brujas que se hacían llamar hijas de Dios me repitieron muchas veces que mi vida estaba maldita, que no viviría muchos años, al parecer era verdad, creo que este será mi fin, y ni una hamburguesa pude probar, que miseria de vida.
—Bien, si quieres no digas ni una palabra. —Se puso de pie, dándome la espalda y mostrándome su cabellera larga, rizada y rubia. —Pero tendrás que escucharme.
Quise moverme pero no pude, mi cuerpo se sentía extraño, sin contar que estaba atado de pies y manos, el miedo se hizo presente como un intruso que se apodero de mi cuerpo entero.
—Nos han llamado de muchas formas pero las personas siempre nos temerán —Comenzó a hablar algo lento para mi gusto. —Lo cierto es que, elegimos quien será nuestro sucesor, pues aunque vivimos por años, no somos inmortales.
—No estoy entendiendo ¿Quién es usted?, ¿Qué quiere de mí? —mi respiración era un poco más pesada.
—Tu vida, te he matado y revivido, para que ahora tu cargues con esta maldición— Se giro tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, lo que vi me dejo la piel helada y sin aliento. —Mírame bien, pues en esto te convertirás
—¿Qué me hiciste? —Moví mi cuerpo con desesperación.
—Te regale una larga vida, ahora tu llevaras mi carga, al principio será molesto, pero con el tiempo te acostumbraras a tal punto que será exquisito para ti. —Su sonrisa se agrando, sus ojos tomaron un color rojo parecían impregnados de sangre, su mirada era sobria.
Han pasado años en los que apenas recuerdo la vez en que me convirtieron en esto, apenas recuerdo el olor a libertad, siempre creí que mi vida era miserable, que con esfuerzo podría salir de ese agujero y tener algo mejor, pero a cambio tengo vidas sobre mis manos, aunque salvé a esos pequeños, mi cuerpo se siente sucio.
Me convertí en alguien o algo que le dará paz y libertad a muchos niños, mientras mi alma se pudre lentamente, cargando con el peso y sangre de aquellos que decidieron nacer malditos en cuerpo y alma pero la recompensa es fascinante, ahora sé que tendré un lugar en sus corazones y un anhelo de vida para ellos.
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Editado: 12.11.2024