Mientras Daniel me llevaba en una motocicleta alquilada lo único en lo que podía pensar era en si Mario era el chico correcto para mi. Todas las personas vivimos rodeados de gente y sin embargo nos sentíamos solos, yo no quería sentirme así con él. Quería por una vez, sentirme acompañada. Pero no estaba segura de si él me hacía sentir de esa forma. A veces creía que me había acostumbrado tanto a estar en soledad que tenía miedo a olvidar lo que se sentía y temerle otra vez
- No has dicho nada en todo el camino- me dijo Daniel en cuanto nos detuvimos frente a un semáforo
- Lo siento, es que no sé si es... el indicado
- ¿ Vives en disney? ¿ Pretendes que sea el amor de tu vida o algo así?
Yo no pretendía nada de eso, simplemente quería algo de comapñía. Recordaba todas aquellas veces que había oído decir que el amor aparecía cuando menos lo necesitabas y desaparecía cuando más lo necesitabas
- No- respondí fríamente- pero tampoco deseo andar con alguien que no me hace feliz. ¿No eras tú quién decía que anhelaba encontrar a alguien?
- Oye, tú también tienes muchas contradicciones como para saber tanto de filosofía
- ¿Sí? ¿Cómo cuáles?
- Dices que no crees en el amor pero buscas a alguien que te haga feliz
Comenzaba a darme cuenta de que el amor generaba algunas contradicciones entre lo que hacíamos, lo que decíamos y lo que deseábamos en realidad. Tal vez simplemente le prestábamos demasiada importancia a algo que no lo merecía
- Hemos llegado- me dijo mi amigo serio. Al parecer nuestra conversación anterior no habíaa sido de su agrado
Había estado tan distraída que no me había dado cuenta del imponente edificio que tenía delante de mí. Era realmente enorme. Me despedí de Daniel e ingresé al lobby del hotel con algo de timidez. Todos allí estaban elegantemente vestidos, mientras que yo llevaba mis jeans y mis botas normales. Tenía un abrigo de piel pero no era lo más elegante del mundo. El lobby era gigante, todos los colores eran blanco y negro, muy fino y elegante, y unas preciosas figuras de cristal colgaban del centro del techo hasta el centro de la sala. Me acerqué al mostrador algo insegura y me encontr''e con un señor con traje muy elegante que me miraba extrañado
- Bonjour- dije lo más amable que pude- busco a...
- ¡No puede ser!- oí que decía una voz detrás de mi- ¿ Alex?
- ¿Lydia?- pregunté sorprendida
Sabía que Lydia era modelo pero no esperaba encontrármela en ese lujoso y gran hotel. Lo que más me sorprendía era que tuviera tanta alegría de verme considerando que mi amigo la había abandonado en mitad de la noche
- Sabía que volvería a verte- me dijo con una sonrisa aún más grande- vengo a este hotel cada vez que estoy tensa, tienen un spa espectacular. También quería venir a la piscina pero al parecer esta noche alguien pagó mucho dinero para reservarla y que nadie pudiera ir
En serio esperaba que no se tratara de Mario. Que me haya pagado un postre era una cosa pero... ¿ reservar la piscina del hotel más caro de París? Cualquiera sentiría que era demasiado
- ¿y tú?- puso cara de asombro- ¡No me digas que se hospedan aquí!
- No, no tengo tanto dinero- me reí- Mario es quién se hospeda aquí y me ha invitado pero...
- De nuevo no tenías que ponerte ¿ cierto?
Asentí con la cabeza algo triste
- Tengo un don para solucionar estos casos- me dijo sonriendo- hay un boutique cerca de aquí
No quería que me pagara un vestido tan costoso nuevamente,debo admitir que me avergonzaba un poco. Sentía que le debía algo
- No deberías Lydia, te lo agradezco pero...
- Es algo que quiero hacer, sería incluso más relajante que un spa. Usted
Chasqueó los dedos y en cuestión de segundos aparecieron varios empleados del hotel
- Les encargo avisarle a Mario Tarquez que su cita llegará un poco tarde pero que quedará con la boca abierta
No tuve más remedio que aceptar y de hecho, Mario sí se quedó con la boca abierta al verme. Tenía un vestido rojo largo que hacía lucir muy bien mis piernas, debo agregar que Lydia me compró y obligó a ponerme un traje de baño bajo el vestido por las dudas. él usaba un traje negro que realmente iba bien con un lugar
- Estás preciosa- me dijo Mario unos veinte segundos después de mirarme que a mi me parecieron una eternidad. Era cierto, estaba algo arreglada pero no era necesario tanto alboroto
- Gracias- respondí sonriendo
- ¿Cenamos?
Fuimos a un restaurante que tenía paredes de cristal y tenía una vesta muy hermosa de la torre eiffel y de la ciudad. Los asientos eran unos grandes sofás negros y en las mesas había floreros muy finos. Las copas de cristal de distintos tamaños le daban el toque final
- Este lugar es impresionante- le dije sonriendo- debe costar una fortuna