XXVI
El sentimiento de la naturaleza
Silueta danzante,
cristales empañados ante las vibraciones de tu envolvente mover, colores enseñantes de la diversidad de ejemplares,
donde los rayos vuelven a ti, infundidos desde tu dorado vaivén, donde envueles al cazador y te vuelves la presa más deseada,
por tu inocente danzar ante el peor de todo el inmenso mar.
La obscuridad nos sumerge, donde las estrellas brillan destellando esperanza, ecos de la naturaleza, sonidos nocturnos, la marea desborda en mi cuerpo,
donde los susurros del viento reclamaban el molde de mi existir. Aullidos del guardián, que en soledad quería dejar de estar,
su dueña doblecita en su suplica se da prisa, para contemplar los diamantes que estancados quedaron en el barro negro de la llanura.
Delgadas líneas donde fue traspasado todo por llegar al resplandeciente rostro veraniego, que oculto en las sombras de los árboles se hallaba.
Surgimiento de huracanes, donde el corazón entristecido no soporta tal pesadez, de aquellas palabras salientes de los labios sedientos del encuentro fortuito de ambos, el cual se desvaneció entre la tormenta creada por dos cuerpos explotante de energía,
Que solo será detenida con tus palabras de arrepentimiento y mis lágrimas del perdón aceptado.