El Naugrafo Maldito

Capítulo 1: Investigando la Sala de Artes

Era una noche oscura silenciosa y despejada y estaba investigando un caso junto con mi compañero Akeeva en la sala de artes, donde se habían reportado avistamientos espeluznantes con anterioridad en las noticias y entre otros su clausura.

 

 Atraídos por un sueño de Akeeva en el cual se encontraba parado frente a una pintura de el dios  el cual salía de la misma y le entrega un perla de un tono rosa brillante y le estaba a punto de decir algo, pero en ese momento se despertó, para la suerte realmente tenía esa curiosa piedra, y decido llamarme para entonces nos armarnos de valentía y nos infiltramos a aquel lugar que parecía guardar muchos secretos, un gran edificio en él se notaban que nos años no avían pasado en vano el olor eran antiguo las pinturas eran elegantes pero el ambiente era sombrío y pesado, podíamos sentir como nos ahogábamos en tanta desesperación y tristeza. No tardamos mucho en acostumbrarnos hasta que

.

 Descubrimos que el lugar era antes un hospital de niños abandonados y centro de rehabilitación en cual callo tras un gran accidente, que luego se convirtió en un museo de arte contemporáneo o al menos esos nos contaron las personas y las malas reseñas del lugar.

 

La sala 16 emanaba un aura inquietante. En ella, se encontraba una hermosa pintura de Seth, un dios anacrónico, la deidad de la fuerza bruta, el caos y la perdición el mismo que Akeeva presencio en su premonición.

 

Un señor de seguridad nos vio frente a dicha pintura y corrió a detenernos, y advertirnos de la leyenda del lugar. La leyenda contaba que, en las noches de hace varios años atrás, los niños internados desaparecían misteriosamente, y que debíamos dejar de busca clara mente no le arriamos caso a un señor de pelo blanco con cicatrices en la cara su aspecto realmente parecía de un viejo escapado de un spisicriatico.

 

Akeeva y yo nos adentramos más en la sala, y él observó detenidamente la pintura. Al colocar su mano en la esquina del marco dorado, se abrió un pasadizo a una habitación oscura. "¡Abe, ven a ver esto!", exclamó antes de descubrir algo sorprendente. Al acercarme, vi unas estructuras de jóvenes que parecían atemorizados, con aspecto enigmático y extrañas características.

 

En la distancia, divisé un pequeño mapa tridimensional. Cuando intenté tocarlo, Akeeva me detuvo y, en un movimiento brusco, ambos caímos sobre la estructura. Resultó ser un mapa especial que, al ser tocado por la piedra sagrada, nos transportó al pasado.

 

El salón tembló y nos separamos. Caí en la entrada de lo que solía ser la sala 16, ahora convertida en una habitación sombría y lúgubre. Desde allí, pude ver el interior del museo transformado en un siniestro hospital. Los pasillos estaban iluminados por tenues luces parpadeantes, y podía escuchar los lamentos y susurros de los pacientes encerrados en sus celdas.

 

Mientras observaba con horror, vi cómo Akeeva era llevado por doctores hacia una sala de experimentos. Me infiltré en el vestíbulo y me escabullí entre los demás. Encontré lo que antes era (o sería) la sala 16, un lugar escalofriante donde los pacientes eran sometidos a inyecciones de sustancias desconocidas. Los gritos de dolor resonaban en el aire mientras los médicos realizaban sus terribles experimentos en jóvenes de aproximadamente 14 años.

 

Esperé pacientemente a que los hombres se distrajeran y, aprovechando el momento, inyecté a los médicos una sustancia anestésica llamada midazolan para salvar a Akeeva. Sin embargo, mi acción provocó una respuesta inmediata. Las alarmas comenzaron a sonar y luces rojas parpadeantes inundaron el edificio, creando un ambiente aún más aterrador.

 

Corrimos tan rápido como pudimos, enfrentándonos a médicos que intentaban detenernos en nuestro escape.

     Finalmente, logramos salir y nos escondimos debajo de un árbol y entre los arbustos, buscando un lugar seguro para planear nuestro próximo movimiento.

 

 

 

 

Desesperados por encontrar ayuda, nos dimos cuenta de que necesitábamos contactar a la policía. Sin embargo, en medio de la oscuridad del pasado, Akeeva me recordó que los teléfonos modernos no existían en aquel tiempo. Debíamos encontrar una manera de regresar al presente antes de poder buscar la ayuda adecuada.

 

Mientras discutíamos nuestra situación, escuchamos pasos acercándose, probablemente procedentes de los doctores que nos perseguían.

 

Rápidamente, sujeté el abrigo de Akeeva y lo levanté, corriendo colina arriba hacia un lugar más seguro. Akeeva aferró mi mano mientras corríamos, el latido de mi corazón se aceleraba debido a la adrenalina de estar en peligro.




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