El sol bañaba los pasillos del instituto en un tono dorado, y el ruido de las conversaciones se mezclaba con el eco de pasos y risas. Axel caminaba junto a su mejor amiga, Luna, una chica de cabello corto, sonrisa traviesa y una habilidad sobrenatural para enterarse de todo.
—Te juro que ese tipo, Kiel, tiene un aire de chico misterioso que me da curiosidad —dijo ella, con su tono despreocupado, mientras se acomodaba la mochila al hombro—. Además, su amigo, el de los auriculares… uff.
Axel rodó los ojos, reprimiendo una sonrisa.
—Luna, no puedes enamorarte de alguien solo porque lleva auriculares y cara de pocos amigos.
—¿Ah, no? —respondió ella con una ceja arqueada—. Yo me enamoro de las vibras, no de las caras. Y ese chico vibra diferente.
Axel rió. Luna siempre encontraba una forma de hacer que el ambiente se sintiera más liviano, incluso cuando él todavía arrastraba recuerdos pesados. Desde el incidente con Bruno y la intervención de Kiel, había intentado actuar como si nada hubiera pasado, pero cada vez que lo veía en los pasillos, algo dentro de él se detenía.
No hablaban. No se habían cruzado de verdad desde aquel día. Pero cada mirada fugaz, cada silencio compartido, era suficiente para hacerle recordar.
Mientras tanto, en el otro extremo del pasillo, Kiel caminaba junto a su mejor amigo, Noah. Él era todo lo que Kiel no: relajado, simpático, el tipo que caía bien a todos sin esfuerzo.
—Entonces, ¿vas a seguir mirando al vacío o vas a admitir que te pasa algo con Axel? —preguntó Noah, dándole un leve codazo.
Kiel bufó.
—No pasa nada. Lo ayudé, fin.
—Ajá —dijo Noah, sonriendo—. Y por eso llevas una semana viéndolo de reojo como si te debiera dinero.
Kiel sonrió apenas, pero no contestó. No sabía cómo explicar lo que sentía. No era solo curiosidad ni simple empatía, era algo más profundo, una mezcla de culpa y necesidad de entenderlo.
El destino, o tal vez la mala suerte, los unió ese día en el mismo lugar: la biblioteca. Axel buscaba un libro que Luna le había recomendado (aunque en realidad ella quería espiar a Noah), y Kiel estaba ayudando a Noah con un proyecto de historia.
Cuando Axel entró y sus ojos se cruzaron con los de Kiel, el tiempo pareció detenerse.
Ni uno ni otro dijo nada.
—Oh, mira —susurró Luna, entrando un poco después que Axel, con una sonrisa cómplice—. Qué coincidencia…
Noah, al ver a Luna, sonrió también.
—Tú eres la que estuvo en la presentación de arte, ¿no?
—La misma —respondió ella, coqueta—. Y tú… el de los auriculares.
Kiel sintió una mezcla extraña de incomodidad y alivio. Tal vez no había sido casualidad. Tal vez el mundo, por alguna razón, estaba intentando cruzar sus caminos.
Mientras Luna y Noah hablaban animadamente, Axel y Kiel se quedaron en silencio, compartiendo una mirada corta pero llena de todo lo que no sabían cómo decir.
Por primera vez, el silencio no dolía. Solo prometía algo nuevo.