El lunes parecía más largo de lo normal.
Axel entró al instituto con el cabello todavía despeinado y los ojos un poco pesados por la pijamada, pero con la sensación de que algo había cambiado. Tal vez era la cercanía que había compartido con Kiel durante la noche, o tal vez era el recuerdo de la sonrisa traviesa de Luna sosteniendo su teléfono mientras miraba la foto.
—¡Oye, Axel! —Luna apareció detrás de él, empujándolo suavemente mientras caminaba con tacones de broma—. ¿Listo para sobrevivir al lunes?
—Más o menos —respondió él, frunciendo el ceño y mirando de reojo a Kiel, que estaba a unos metros con Noah—. ¿Y ustedes?
—Perfectamente —dijo Noah, cruzando los brazos y sonriendo de manera despreocupada—. Aunque alguien vio tu pijamada.
Axel parpadeó, confuso.
—¿Qué dijiste?
—Nada, nada —respondió Luna rápido, tapándose la boca—. Solo cosas de... fotos accidentales.
Kiel los miró desde el pasillo, algo divertido. Sabía a lo que se referían, pero decidió no decir nada. Solo un pequeño gesto de sonrisa se escapó mientras caminaba hacia Axel.
—Hey —murmuró, acercándose— ¿Todo bien con lo de la foto?
Axel lo miró, y por un instante su corazón dio un vuelco.
—Sí… supongo.
Luna, observando la interacción, hizo un gesto travieso a Noah, señalando la pantalla de su teléfono con una sonrisa cómplice. Noah rodó los ojos, pero no dijo nada.
Durante la primera clase, Axel no pudo dejar de sentir un cosquilleo en el estómago cada vez que Kiel le pasaba cerca. No era sólo atracción: era la cercanía de alguien que lo había protegido, alguien que ya había entrado en su rutina de manera silenciosa y poderosa.
Entre susurros y risas contenidas, Luna comenzó a correr rumores juguetones sobre “la pijamada más curiosa” mientras Axel intentaba mantener la compostura, negando con la cabeza y murmurando:
—Luna, por favor…
Kiel, sin perder la calma, solo sonrió de lado, encontrando divertido el esfuerzo de Axel por aparentar normalidad.
Durante el recreo, los cuatro se encontraron en el patio, lejos de los demás estudiantes. Axel y Kiel caminaron juntos, sin decir mucho, pero disfrutando de la comodidad silenciosa que ya empezaba a formarse entre ellos.
—Sabes —dijo Axel finalmente, mirando hacia el suelo—, no pensé que fuera… cómodo, lo de la noche pasada.
Kiel arqueó una ceja, divertido.
—¿Cómodo? —preguntó, con una media sonrisa—. No suena como tú.
Axel se encogió de hombros, incapaz de explicar que, para él, sentirse cerca de Kiel era extraño, inesperado y agradable.
Luna y Noah se adelantaron, discutiendo qué película ver la próxima vez. Axel y Kiel los siguieron, caminando en silencio, pero con esa sensación de complicidad que ni siquiera necesitaba palabras.
Algo estaba cambiando. No era solo la pijamada ni la foto. Era la manera en que se miraban, la forma en que podían estar cerca sin que ninguno dijera nada.
Y aunque Axel no sabía exactamente cómo llamarlo, sí sabía algo, esa sensación era demasiado buena para ignorarla.