El día siguiente llegó en un abrir y cerrar de ojos. Luna caminaba junto a Kiel hacia la parada del autobús, mientras Axel y Noah se habían adelantado unos pasos.
Ella hablaba sin parar, gesticulando con entusiasmo, y él la escuchaba con su habitual calma.
—No sé, Kiel —decía Luna, suspirando—. Noah tiene algo. No solo es lindo, es… tierno. Es torpe, sí, pero en el buen sentido. Y cuando sonríe… —se interrumpió, llevándose las manos a la cara—. Ay, esto es tan ridículo.
Kiel sonrió apenas.
—No tiene nada de ridículo. Te gusta, eso es todo.
—Sí, pero no sé si le gusto igual. —Luna pateó una piedrita en el suelo, mirando al frente—. A veces siento que sí, y otras, que solo me ve como “la chica divertida”.
Kiel guardó silencio un momento, pensando.
—Noah no es muy expresivo, pero cuando le importas, se nota —dijo finalmente—. Él no finge. Si se ríe contigo, es porque le haces sentir cómodo. Eso no lo consigue cualquiera.
Luna levantó la vista hacia él, sonriendo con un brillo en los ojos. —¿Tú crees?
Kiel asintió.
—Créeme. Lo conozco desde hace años. Si te busca, si te escucha… es porque le importas más de lo que dice.
Luna soltó un pequeño suspiro y lo miró con gratitud.
—Gracias, Kiel. Eres más sabio de lo que aparentas.
Él sonrió, mirando hacia otro lado.
—No lo digas muy alto. Se arruinaría mi reputación.
Esa misma tarde, Axel y Kiel coincidieron frente al instituto.
Axel estaba sentado en un banco, mirando su celular, cuando escuchó la voz de Kiel a su lado.
—¿Luna te ha contado lo de Noah?
Axel levantó la vista.
—Algo. Últimamente vive soñando despierta. ¿Por qué?
Kiel se encogió de hombros.
—Habló conmigo de eso. Me pidió consejo.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó Axel, con un tono curioso.
—La verdad —respondió Kiel, apoyándose contra el banco—. Que Noah la aprecia más de lo que deja ver. Y que si algo he aprendido, es que a veces hay que arriesgarse.
Axel arqueó una ceja.
—¿Tú, hablando de arriesgarse? No te imaginaba dando consejos románticos.
Kiel sonrió, un poco avergonzado.
—Yo tampoco. Pero supongo que a veces uno aprende mirando a los demás.
Axel lo miró por un momento, sin saber por qué esas palabras le sonaron más profundas de lo que deberían.
—¿Y tú? —preguntó sin pensarlo—. ¿Te arriesgarías?
Kiel se giró hacia él, sorprendido por la pregunta.
—¿A qué te refieres?
—No sé. A sentir algo, a confiar en alguien —dijo Axel, intentando sonar casual.
Kiel lo observó un instante. La tarde se reflejaba en sus ojos, dorada, tranquila.
—Supongo que sí —contestó en voz baja—. Pero solo si esa persona también quiere quedarse.
El silencio se extendió entre ambos, suave, cargado de algo nuevo.
Axel desvió la mirada, sintiendo que su corazón se aceleraba sin motivo aparente.
Más tarde, Luna le escribió un mensaje a Axel:
>‘No sabes lo amable que fue Kiel conmigo hoy. Creo que es imposible no confiar en él.’
Axel miró el mensaje durante un largo rato, sin responder.
Pensó en Kiel, en su voz tranquila, en la forma en que lo había mirado cuando le habló de arriesgarse.
Y por primera vez, se dio cuenta de que no era solo curiosidad lo que sentía.
Era algo que crecía despacio. Algo que todavía no entendía.
Al día siguiente, los cuatro caminaron juntos hacia el aula. Luna estaba más risueña que nunca, Noah fingía indiferencia, y Axel y Kiel intercambiaban miradas que ninguno sabía cómo interpretar.
Luna no lo sabía, pero su enamoramiento no solo había cambiado su historia con Noah. También había tejido, sin querer, un hilo invisible entre Axel y Kiel.
Un hilo que, aunque ninguno lo dijera, ya empezaba a tensarse con cada palabra, cada silencio y cada sonrisa compartida.