Luna entró al instituto con la mano entrelazada con la de Noah, los dos riendo como si el mundo hubiera decidido darles un respiro.
Ella irradiaba felicidad, él no dejaba de sonreír aunque su nerviosismo lo delatara con cada paso.
—No puedo creer que todos nos estén mirando —murmuró Noah, ajustándose el suéter.
—Es porque somos adorables —respondió Luna, dándole un pequeño golpe en el brazo.
Un grupo de amigas se acercó corriendo.
—¡Por fin! ¡Ya era hora! —dijo una de ellas, abrazándola—. ¡Estábamos esperando esto desde hace semanas!
Luna rió, sonrojada.
Noah se rascó la nuca, incómodo pero feliz.
Y a pesar de la atención, no soltó su mano.
Desde la distancia, Axel y Kiel los observaban.
—Se ven contentos —comentó Axel, apoyado contra su casillero.
Kiel asintió.
—Sí. Noah necesitaba algo así. Alguien que lo haga sonreír de verdad.
Axel giró hacia él, intentando sonar casual.
—¿Y tú? ¿Cuándo te dejas sonreír tú?
Kiel lo miró, sorprendido por la pregunta.
Sus ojos se encontraron un instante demasiado largo antes de que ambos apartaran la vista.
—No soy muy bueno en eso —dijo finalmente Kiel, bajando el tono.
Axel iba a responder algo, pero en ese momento Noah los llamó desde el pasillo.
—¡Hey! Vengan un momento, necesito su ayuda con las cajas del club.
El almacén del instituto estaba casi vacío. Un cuarto pequeño, con estantes altos y olor a papel viejo.
Un chico del club dejó las llaves sobre una mesa.
—Solo necesito revisar esto rápido —dijo, agachándose a buscar entre las cajas—. Si pueden ir ordenando, sería genial.
Axel y Kiel asintieron y se separaron un poco.
Kiel abrió un armario, Axel revisó los estantes.
Todo tranquilo… hasta que ese chico salió por un momento para buscar algo más y la puerta se cerró sola detrás de él.
“Click.”
Kiel giró.
—¿Eso fue…?
Axel intentó abrir la puerta, pero no se movía.
—Genial —murmuró, girándose hacia Kiel—. Estamos encerrados.
Kiel se apoyó contra la pared, resignado.
—Bueno, pudo ser peor.
—¿Peor? —Axel lo miró incrédulo—. ¿Encerrados en un cuarto sin ventanas te parece poco?
Kiel soltó una risa suave.
—Tranquilo, dramatizas demasiado.
Axel se cruzó de brazos.
—Fácil decirlo cuando no eres tú el que se desespera en espacios cerrados.
Kiel lo observó un momento, su expresión cambiando.
—¿Claustrofobia?
Axel no respondió, pero su respiración se volvió más rápida.
Kiel se acercó sin pensarlo.
—Hey, mírame. Respira conmigo, ¿sí?
Axel levantó la vista, notando la calma en su voz.
Kiel estaba tan cerca que podía sentir su aliento, firme y sereno.
—Así… —susurró Kiel—. Inhala. Exhala. Despacio.
Axel obedeció, cerrando los ojos. El aire volvió a fluir poco a poco.
Cuando los abrió otra vez, Kiel seguía ahí, mirándolo con esa quietud que le desarmaba.
—¿Mejor? —preguntó él, sin apartarse.
Axel asintió.
—Sí. Gracias.
El silencio se alargó.
Solo se escuchaba el leve zumbido del fluorescente y el sonido de sus respiraciones.
Kiel bajó un poco la mirada.
—Nunca te había visto asustado.
—No me gusta mostrarlo —murmuró Axel.
Kiel sonrió, apenas.
—No tienes que fingir conmigo.
Hubo algo en su tono que lo dejó quieto.
Axel quiso decir algo, pero las palabras se atascaron.
Solo levantó una mano, casi sin pensar, y apartó un mechón de cabello del rostro de Kiel.
Kiel no se movió.
Solo lo miró, los ojos entrecerrados, la respiración un poco más lenta.
—Axel… —susurró, pero el resto se perdió en el aire.
Ambos dieron un pequeño paso atrás al mismo tiempo, como si algo invisible los hubiera empujado a recuperar distancia.
Y justo en ese momento, la puerta se abrió.
—¡Chicos! ¡Ahí están! —gritó Noah, con una mezcla de alivio y risa nerviosa—. ¡Lo siento! Les dejaron solos, no sabía que la puerta se trababa sola.
Axel y Kiel salieron enseguida, parpadeando ante la luz del pasillo.
Noah los miró con el ceño fruncido.
—¿Por qué están tan rojos?
—Calor —dijeron los dos al unísono.
Noah arqueó una ceja, sin entender, pero no insistió.
Detrás, Luna se acercó riendo.
—¿Qué hacían ahí tanto tiempo?
Axel fingió toser.
—Organizando. Muy a fondo.
Kiel se llevó una mano a la nuca, disimulando una sonrisa.
—Sí, algo así.
Luna los miró divertida, pero se encogió de hombros y volvió con Noah, tomándole la mano.
Los vio alejarse juntos, felices, encajando perfectamente.
Axel y Kiel se quedaron atrás, caminando lado a lado, en silencio.
Hasta que Axel habló, apenas en un susurro:
—Gracias por… calmarme.
Kiel lo miró de reojo.
—De nada. Pero me debes una.
Axel sonrió.
—¿Y qué quieres a cambio?
Kiel lo pensó un segundo, con esa media sonrisa que empezaba a ser peligrosa.
—Una promesa: la próxima vez que te asustes… no te alejes.
Axel se quedó callado, mirándolo.
Y por alguna razón, no pudo prometerle que no lo haría.
Porque en el fondo sabía que ya no quería hacerlo.