CAPÍTULO 28. Caminos y abrazos.

El sol ya se había escondido detrás de los árboles, y el cielo estaba teñido de tonos naranja y violeta.
El picnic había terminado: mantas recogidas, restos de comida guardados y risas compartidas flotando en el aire.

Noah y Luna caminaban juntos por un sendero que los llevaría a sus casas.
—Hoy fue… increíble —dijo Luna, tomándole la mano.
—Sí —respondió Noah, sonriendo nervioso—. Gracias por todo.

Axel y Kiel, por su lado, se quedaron un poco más, caminando despacio por la orilla del lago, disfrutando del silencio cómodo que compartían. Axel miraba a Kiel, buscando un momento para romper la rutina y la tensión del día, mientras Kiel caminaba con su calma habitual.

—Fue un buen día —dijo Axel, intentando sonar casual, aunque el corazón le latía más rápido.
—Sí —respondió Kiel—. Me gustó cómo salió todo.

Mientras caminaban entre los árboles, un pequeño perro apareció corriendo. Era un cachorro peludo, con ojos brillantes y un hocico húmedo que olfateaba todo a su alrededor.
Axel se agachó instintivamente, extendiendo la mano.
—¡Hola, pequeño! —susurró, y el perrito saltó, apoyando sus patas delanteras sobre Axel.

Kiel sonrió, observando la escena.

—Te ha conquistado de inmediato.
—Lo sé… —dijo Axel, acariciando suavemente su lomo—. Es adorable. ¡Mira esos ojos! —No pudo evitar reír, y el cachorro movía la cola con entusiasmo, lamíendole la mano.

El momento fue tan tierno que Kiel sintió un pequeño calor en el pecho al ver a Axel interactuar con tanta suavidad.
—Nunca te había visto así —comentó, divertido.
—¿Así cómo? —preguntó Axel, sonrojándose apenas.
—Suave… tierno, concentrado… —Kiel lo miró con una media sonrisa—. Es… diferente.

Axel rió nerviosamente, levantándose y dejando que el cachorro corriera de nuevo hacia el bosque.
—Es solo… lindo, no puedo evitarlo.

Kiel negó con la cabeza, divertido.

—Sí, sí… lo sé. Pero no muevas demasiado el corazón de nadie más, ¿eh? —dijo en tono burlón, pero sin perder la calma.

Axel giró hacia él, y por un instante, sus miradas se cruzaron con una intensidad silenciosa. El aire parecía cargado de algo que ninguno de los dos necesitaba decir.

Mientras continuaban caminando hacia la salida del parque, recordaron momentos del picnic: Axel ayudando a colocar la comida en la manta, Kiel riendo cuando Axel accidentalmente dejó caer una galleta sobre su pie, ambos corriendo detrás de un frisbee que Noah lanzó demasiado lejos, y Luna y Noah caminando de la mano por el pequeño puente, compartiendo su primer beso tierno.

Kiel había visto el beso y no pudo evitar que sus pensamientos se centraran en Axel. Algo dentro de él se removió, una mezcla de celos leves y curiosidad, pero también algo cálido que no entendía del todo.

Cuando llegaron frente a la casa de Axel, se detuvieron.
—Bueno… aquí es mi parada—dijo Axel, girándose hacia Kiel.
—Sí —Kiel asintió, y por un instante, ninguno sabía qué hacer.

Axel dio un paso hacia él y, sin pensarlo demasiado, lo abrazó.
Kiel se tensó al principio, sorprendido, pero luego lo devolvió, algo sonrojado, con cuidado, sin separarse del todo.

—Gracias… por hoy —susurró Axel, apoyando la cabeza contra su hombro.
Kiel sonrió suavemente.

—Yo... también… gracias a ti.

Se separaron un poco, todavía cerca, con las mejillas ligeramente rojas.
—Nos vemos mañana en la escuela —dijo Axel, intentando sonar normal.
—Sí —respondió Kiel, con una media sonrisa—. Buenas noches.

Axel lo vio alejarse, y mientras cerraba la puerta tras él, no pudo evitar sonreír.
El picnic, las risas, las miradas, el perrito juguetón, el primer beso de Noah y Luna… todo parecía encajar perfectamente, y él y Kiel habían encontrado su propio momento especial entre todo eso.

Mientras el cielo se oscurecía y las luces de la calle comenzaban a encenderse, Axel pensó que aquel día no solo había sido perfecto por el picnic, sino por todos los pequeños momentos que compartió con Kiel, descubriendo emociones que ni siquiera sabía que podía sentir.

Y aunque cada uno siguiera su camino a casa, ambos sabían que algo había cambiado para siempre.