El sonido de las ruedas sobre el cemento siempre me calmó.
Hay algo en la fricción, en el aire cortando la piel, que hace que todo se vuelva más claro… o al menos, más soportable.
El sol caía despacio sobre el parque de skate, tiñendo todo de un naranja suave. Había unos cuantos chicos más, riendo, cayéndose, intentando trucos imposibles. Yo solo quería silencio. O algo que se le pareciera.
No podía dejar de pensar en el baile.
Desde que vi a Noah invitar a Luna en medio de la cafetería, con flores y ese estúpido cartel, no había podido quitármelo de la cabeza.
No tanto por el gesto… sino por lo que sentí cuando Axel me sonrió después.
Esa sonrisa que parecía normal, pero que me dejó sin aire.
Empujé la tabla con fuerza, girando en el borde de la rampa.
No sabía si era frustración o miedo lo que me hacía andar más rápido.
¿Invitar a Axel al baile?
Solo pensarlo me hacía reír por dentro. No porque fuera gracioso, sino porque parecía imposible.
Axel era… Axel.
El tipo que siempre sonreía, que hablaba con todo el mundo, que te hacía sentir visto.
Y yo… bueno, yo era el tipo que prefería el silencio, el que todos creían que no necesitaba a nadie.
A veces me pregunto cómo empezó todo.
Quizás fue aquel día que lo salvé.
O tal vez mucho antes, cuando ni siquiera lo conocía bien y ya lo estaba observando.
El caso es que ahora no podía mirar a nadie más.
Me detuve en seco, respirando fuerte.
El aire olía a caucho y tarde. Los niños pequeños jugaban en un parque de al lado al fondo, una pareja se reía sentada en el borde de ese parque...
Pensé en cómo Noah había tenido el valor de hacerlo, de poner su corazón frente a todos.
Yo no podría. No todavía.
—¿En qué piensas? —preguntó una voz detrás de mí.
Me giré, y ahí estaba él. Axel.
Con esa sonrisa que siempre parece traer luz, aunque esté escondida tras el cansancio.
—No te escuché llegar —dije, intentando sonar tranquilo.
—Te vi desde lejos. Pensé en saludarte —dijo, dejando su mochila a un lado y sentándose en el borde de la rampa—. No sabía que sabías andar en skate.
—Hay muchas cosas que no sabes —le respondí, apoyando la tabla a mi lado.
Se rió, suave.
El silencio que siguió no fue incómodo. Solo… raro. De esos que hacen que el corazón suene demasiado fuerte.
—¿Vas a ir al baile? —preguntó, mirándome de reojo.
Por un segundo, todo dentro de mí se detuvo.
—No lo sé. —Mentí.
—Deberías. Creo que te verías bien con la temática —dijo, con una media sonrisa—. “Sombras”, ¿no?
—Supongo. —Me encogí de hombros, intentando disimular el calor en las mejillas.
Él no dijo nada más, solo se recostó un poco, mirando el cielo.
El atardecer hacía que su cabello se viera dorado, como si el sol jugara con él.
Pensé en decirlo.
En abrir la boca y soltar algo como “¿Quieres ir conmigo?”, sin más.
Pero las palabras se quedaron atascadas en la garganta.
Así que solo dije:
—A lo mejor voy. Si encuentro con quién.
Axel giró la cabeza hacia mí y sonrió, sincero.
—Entonces espero que encuentres a alguien que quiera verte bailar.
No lo sabía, pero esa persona ya estaba ahí, sentada frente a él, fingiendo que el corazón no se le salía del pecho.
Cuando se levantó para irse, me quedé un rato más.
Las luces de la calle empezaban a encenderse, y el sonido del skate volvió a llenar el aire.
No lo invité al baile. No todavía.
Pero por primera vez, supe con certeza a quién quería hacerlo.