CAPÍTULO 45. Todo comienza a brillar.

Los días después del baile habían traído consigo algo inesperado: la relación de Axel y Kiel empezaba a hacerse evidente en el instituto. No era algo que ellos anunciaran a gritos, pero las miradas cómplices, las sonrisas y los pequeños gestos ya no pasaban desapercibidos.

En la cafetería, algunos compañeros comenzaron a comentarlo entre susurros. Kiel se sonrojaba cada vez que alguien lo miraba con complicidad, y Axel se limitaba a sonreír de manera tímida, aceptando la curiosidad de los demás sin perder su calma. Noah y Luna, enterándose de los comentarios, intercambiaron una mirada y rieron suavemente.

—Creo que ya no pueden ocultarlo más —dijo Luna—. ¡Se les nota demasiado!

—Sí —respondió Noah—. Pero eso está bien. Se les ve felices.

Esa tarde, los cuatro planearon una pequeña salida: una cita cuádruple que incluía comida, paseo por el parque y algunas risas compartidas. Los nervios iniciales se disolvieron rápido: reían, jugaban y disfrutaban de la compañía mutua, fortaleciendo los lazos que ya los unían desde hacía meses. Axel y Kiel caminaban tomados de la mano, intercambiando miradas y sonrisas tímidas mientras Noah y Luna los observaban, satisfechos de verlos tan felices.

Más tarde, Axel aprovechó un momento de tranquilidad en casa para hablar con su hermana Azel. La encontró sentada en la sala, revisando su teléfono.

—Azel… tengo algo que contarte —dijo Axel, un poco nervioso.

—¿Qué cosa? —preguntó ella, curiosa.

—Tengo… un novio —dijo, sonrojándose ligeramente—. Kiel.

Azel se iluminó con una sonrisa enorme.
—¡Eso es increíble! —exclamó, abrazándolo rápidamente—. Me alegra mucho que seas feliz, Axel.

Al día siguiente, su madre también se enteró. Axel y Azel le contaron con cuidado, temiendo su reacción. Pero para sorpresa de Axel, su madre sonrió ampliamente y lo abrazó.

—Me alegra que hayas encontrado a alguien que te haga feliz —dijo, con ternura—. Kiel es un buen chico, y veo lo feliz que te hace.

Ese mismo fin de semana, los cuatro se reunieron de nuevo, esta vez para pasear por un parque cercano. Axel y Kiel seguían tomados de la mano, riendo y bromeando entre ellos. Noah y Luna los acompañaban, intercambiando comentarios y compartiendo bromas. Hubo momentos de juego, de carreras pequeñas, de fotos espontáneas y risas que llenaban el aire.

En un banco, Axel se inclinó hacia Kiel y le susurró:
—Sabes… estoy muy feliz de que todo esto sea real.

—Yo también —respondió Kiel, apoyando la cabeza en su hombro por un instante—. Me siento… completo contigo.

Noah y Luna los observaron con complicidad, satisfechos de ver que sus amigos habían encontrado a las personas correctas para ellos. El día transcurrió entre juegos, paseos y pequeñas demostraciones de afecto, sin prisas, disfrutando del momento y del calor de la amistad y el amor.

Al caer la tarde, cuando el sol comenzó a esconderse detrás de los árboles, los cuatro se sentaron en la orilla de un lago cercano. Axel abrazó suavemente a Kiel por detrás, mientras Noah y Luna hacían lo mismo. La tranquilidad del momento, el reflejo de las luces del atardecer en el agua y la sensación de felicidad plena hicieron que todos sintieran que este era el inicio de una nueva etapa.

Kiel apoyó su cabeza en el hombro de Axel y suspiró con una sonrisa. Axel lo miró de reojo, acariciando suavemente su mano. Noah y Luna, a su lado, se miraron y rieron bajito, felices de haber sido parte de todo esto desde el principio.

Esa noche, cuando los cuatro se despidieron, hubo abrazos, risas y promesas de nuevas aventuras juntos. Axel y Kiel se quedaron un momento más tomados de la mano, sabiendo que lo que habían empezado en el baile y consolidado en la cita del parque no solo era real, sino fuerte y verdadero.

Todo comenzaba a brillar para ellos. No solo en las luces de los parques y los bailes, sino en cada gesto, en cada sonrisa y en cada mirada compartida. Y mientras caminaban hacia sus casas, tomados de la mano, sabían que esto era solo el principio de algo hermoso, algo que no dejarían que se apagara jamás.