(Tiempo después)
El sol de la mañana entraba por las ventanas del departamento de Axel, iluminando la sala donde Kiel y él desayunaban juntos. El aroma del café recién hecho y los tostadas recién salidas de la tostadora llenaban el ambiente.
—¿Otra vez me estás ganando en Scrabble? —bromeó Kiel, mirando la pantalla de la tablet mientras Axel sonreía con suficiencia.
—Solo una vez más, para que te motives —respondió Axel, guiñándole un ojo.
Kiel soltó una risa suave, acariciando el brazo de Axel. Pequeños gestos como ese habían empezado a formar parte de su rutina, y cada uno le recordaba lo afortunado que era de tener a Axel a su lado.
Esa tarde, Noah y Luna los habían citado en el parque cercano. Kiel y Axel se encontraron con ellos bajo el gran árbol donde tantas veces habían pasado momentos importantes. Noah llevaba una bolsa con snacks y Luna, como siempre, traía su cámara para capturar los instantes más divertidos.
—Chicos, vamos a sentarnos aquí —dijo Luna, señalando un área con mantas extendidas—. Hoy vamos a relajarnos un poco.
Rieron, compartieron anécdotas y se tiraron al pasto, viendo cómo las nubes formaban figuras en el cielo. Axel y Kiel se recostaron uno junto al otro, Kiel apoyando la cabeza en el hombro de Axel. Noah y Luna, abrazados de la mano, no dejaban de comentar lo mucho que se divertían y lo felices que se veían sus amigos.
—¿Recuerdan la primera vez que Axel me llevó al parque de atracciones? —preguntó Kiel, sonriendo mientras recordaba aquel día—. Nunca pensé que terminaría tan bien…
—Sí, y yo nunca imaginé que terminaría con alguien tan increíble —respondió Axel, sonriendo con ternura y entrelazando sus dedos con los de Kiel.
Noah y Luna intercambiaron miradas cómplices y sonrieron. Sabían que ver a sus amigos tan conectados y felices era una de las mejores sensaciones que podían experimentar.
Después, se levantaron y caminaron por el parque, compartiendo risas, jugando con los columpios y alimentando a los patos en el lago. Axel y Kiel se detuvieron un momento para mirar el reflejo del sol en el agua, tomados de la mano, sin necesidad de palabras. Cada gesto era suficiente para transmitir lo que sentían.
—Estoy feliz de que estemos así —dijo Kiel, apoyando su frente contra el brazo de Axel—. Después de todo lo que hemos pasado… esto se siente como un regalo.
—Sí —susurró Axel—. Un regalo que vamos a cuidar siempre.
Cuando comenzó a atardecer, los cuatro se sentaron en un banco, compartiendo los últimos rayos de sol y charlando sobre cosas triviales: películas que querían ver, música, planes para el fin de semana. A pesar de los pequeños problemas del día a día, había un aire de tranquilidad y alegría que los envolvía.
—Chicos, deberíamos hacer esto más seguido —dijo Noah, mirando a Luna y luego a Axel y Kiel—. Solo nosotros cuatro, sin distracciones.
—Me parece perfecto —respondió Luna, sonriendo y apoyando la cabeza en el hombro de Noah.
Axel y Kiel se miraron, intercambiando una sonrisa silenciosa. Todo estaba en su lugar: sus amigos, su amor, su alegría. El mundo afuera podía ser complicado, pero aquí, entre risas y pequeños momentos, habían encontrado su paz.
Esa noche, mientras regresaban a casa, Axel abrazó a Kiel por detrás, apoyando la cabeza en su hombro. Kiel se giró un poco, rozando su mejilla contra la de Axel y dejando escapar un suspiro satisfecho.
—Gracias por ser tú —susurró Kiel.
—Y gracias por estar aquí —respondió Axel, apretando suavemente su mano—. Cada día contigo es mejor que el anterior.
Mientras caminaban, el cielo se llenaba de estrellas, y los cuatro amigos sabían que, pese a los altibajos del pasado, habían encontrado la felicidad. No perfecta, quizá, pero real. Y eso era suficiente para sonreír y mirar el futuro con esperanza.