Las luces del sol adornaban con todo su esplendor. Los simples momentos que conformaban la vida sucedían en simultáneo. Cosas como niños jugando en las afueras de la calle, con sus risas inundando el lugar y llenando de dicha a los adultos que los veían jugar. A todos excepto a uno rubio, que caminaba a paso lento a su destino; no le agradaban los niños, no esos.
Era un día perfecto para salir, para disfrutar de la vida, o hacer cosas triviales para pasar la etapa infantil de juegos y despreocupaciones que tenían.
Pero cierto niño azabache no quería gozar de esos planes.
Yuuri Katsuki, un pequeño niño de 8 años con personalidad callada y reservada se encontraba en su habitación, leyendo uno de sus libros favoritos, el cual era algo adelantado para alguien de su edad.
Él no disfrutaba de salir a jugar como los demás niños que había. Su actitud tímida y callada le habían privado de tener amigos con los cuales compartir; pero tampoco es que los quisiera. Ellos, a su parecer, eran demasiado ruidosos e inmaduros, así que prefería mejor y estar a solas, en la tranquilidad de su cómoda habitación.
¿Para qué necesitaba amigos si tenía sus libros?
Ese era su mantra de día a día.
-Yuuri. –Escuchó la voz de su hermana llamarle, haciéndole levantar por un momento la vista de su lectura— Ya llegó tu niñero.
Una sonrisa fugaz se ensanchó en su rostro al escuchar esa noticia.
Podía no estar a gusto con la compañía de otras personas que no fueran su familia. Pero… había alguien en especial que no le resultaba tan…
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Los padres de Yuuri siempre se la pasaban de un lado para otro, ensimismados todo el día en el trabajo que les tenía tan apretada la agenda.
Hiroko y Toshiya Katsuki eran las personas más amables y cariñosas que cualquier niño podría pedir, sobre todo con su pequeño niño menor. Aunque algo ocupados como para compartir con su Yuuri.
Su hermana mayor, Mary Katsuki también era la mejor hermana, según Yuuri. A pesar de tener sus buenos 21 años siempre apoyaba a su pequeño hermano en todo -así como se encargaba de mantener alejados a cualquier niño de su hermanito-. Lástima que su trabajo propio también le tuviera ocupada, restándole el tiempo que le gustaría pasar con él.
Yuuri, aunque no los veía mucho, les amaba con todo el corazón; el cual era muy grande.
En vista de esta situación, se vieron en busca de alguien que le acompañara en la ausencia de los mayores, ya que el dejarlo solo les aterraba.
Así fue como, luego de tanta búsqueda, y de pasar por distintos tipos de personas que fueron rechazadas, encontraron a la persona que más confianza les transmitía.
Yuri Plisetsky, un chico que a pesar de su huraña actitud, era bastante confiable.
Este joven, de 16 años, fue recomendado por su abuelo a los padres de Yuuri; quienes aceptaron casi al instante, ya que Nikolai era un conocido muy apreciado para ellos.
Yuri en primera instancia se negó. ¿Por qué? Porque su abuelo lo había ofrecido para trabajar sin siquiera preguntarle antes. Así es, simplemente llegó un día diciéndole que debía presentarse el sábado a la casa de los Katsuki a cuidar a su hijo más joven.
Las preguntas del menor no se hicieron esperar, reclamándole a su abuelo el haberle ofrecido sin avisarle por lo menos. Según él, decía que debía aportar algo a los gastos de la casa y aprender lo que es el trabajo, pues no estaría para siempre con él.
Bufó en lo alto para, a regañadientes, ir el día acordado a cuidar al niño.
Pensaba en todo tipo de cosas que le haría a ese mocoso. Oh sí, se desquitaría con el niño, sin exagerar, pero lo haría. Estaba más que hastiado de tener que cuidar a alguien que ni siquiera conocía. Ni siquiera había hecho algo como eso antes. Lo haría pasarlo mal.
Por otro lado, Yuuri tampoco quería ser cuidado. Él tenía la suficiente edad como para cuidarse solito, decía.
Luego de ser ligeramente regañado, tuvo que aceptarlo y dejar que sus padres contrataran al chico.
Vaya que lo haría perder la paciencia. Él no era de los que se portaban mal, y tampoco es que el otro tuviera la culpa, pero debía sacar su desconformidad como fuera.
No se soportarían.
Serían los peores enemigos.
Los dos iban a odiarse mutuamente, y a formar una relación tóxica que cumpliría el deseo de acabar con el tener que verse…
O eso era lo que planeaban.
Al momento en que sus miradas se cruzaron por primera vez, una gran cantidad de emociones los invadieron a ambos. Sensaciones que son totalmente diferentes a las que suceden cuando un par de ojos vírgenes se encuentran por primera vez.
Era difícil apartar la mirada del otro, como si una especie de conexión extraña se los impidiera. No fue sino hasta que los familiares del niño les hicieron romper contacto.
-Yuuri. –Habló Mary, señalando al rubio— Él es Yuri Plisetsky, será tu nuevo niñero. –Mencionó sin mucho interés. A decir verdad el chico no le agradaba del todo, según ella, nadie era digno merecedor de cuidar a su pequeño hermano— Él te cuidará a partir de ahora.